Viciosidades

Panty Fest: bailar en pantaletas es otro nivel

Música, cócteles y chicas en pantaletas. En esto consiste el Panty Fest, una rumba solo para mujeres. Asistimos a su primera edición y acá te contamos cómo fue

FOTOGRAFÍAS: DESIRÉE GARCÍA (@BANANA.CO)
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La primera vez que Desirée García me habló con cierta ilusión sobre organizar una rumba solo para mujeres en la que el principal requisito –además de pasarla bien- sería andar en pantaletas, no dudé en darle luz verde. “Plomo con eso”, fueron mis palabras exactas.

El evento que lleva por título Panty Fest se celebró el sábado 15 de septiembre en los estudios In Da house, ubicado en la ciudad de Maracay. Cuando le comenté a la gente que iba a ir a una fiesta de pantaletas, no pude escapar de comentarios como: “¿Y qué vas a hacer allá? Ese no es sitio para ti”, “Eso será un desnalgue”, “Seguro habrá una orgía lésbica”, “Esa es una fiesta de putas y lesbianas”, “Qué depravado”, “No entiendo cómo vas a estar en pantaletas frente a desconocidas, ¿no te da pena?”.

Lo más irónico del asunto es que esto lo escuché decir de personas “desinhibidas” y con un historial de vida muy rock n’ roll para mi gusto. Ni siquiera mi hermana mayor me dijo algo negativo al respecto, mucho menos mi papá, o incluso mi mamá, quien por cierto, me confeccionó la pantaleta con la que asistí a la pachanga.

Soy una persona tranquila, cero rumbera, la galla del salón, una “chama de su casa”. Ni siquiera me esfuerzo en ser una “chica buena”. Pero desde que trabajo como periodista en UB Magazine, ya me he acostumbrado a ser juzgada por ver fotos de mujeres desnudas la mayor parte del tiempo y escribir sobre sexo.

Insisto: esto solo me lo ha dicho gente con un perfil “liberal”, o aquellas motolitas que se creen superiores porque se autoengañan con eso de ser “correctas”, como si uno no se supiera sus cuentos de camino. La doble moral siempre estará presente en todos los ámbitos. No tenemos otra opción que luchar contra ella, o simplemente, dejar de darle tanta importancia. Burlarnos de este show también es una buena elección.

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El Panty Fest comenzó a las 8 de la noche y por primera vez en mucho tiempo llegué puntual. Como era de esperarse, mi mejor amiga y yo éramos las primeras en estar ahí. Parece increíble, pero por poco no fui. Como en varias ciudades de Venezuela, después de las 5 de la tarde el transporte público es inexistente. Las calles se quedan desérticas y los taxis dejan de trabajar luego de las 7 de la noche. Si se nos dificulta comer tres veces al día, ¿por qué no nos costaría una bola ir a rumbear, no? Es simple lógica. “Ya entiendo por qué me quedo encerrada viendo comiquitas los fines de semana, pero no me vine de Caracas para quedarme enclaustrada otra vez”, pensé. Por suerte, alguien nos llevó y así le ganamos una al comunismo.

Desde que llegamos las bartenders de Pixie Liquors nos esperaban con nuestros respectivos cócteles “rasca princesas”. Por si se lo preguntan: no me rasqué, pero parecía que ya lo estaba.

El estudio estaba decorado con luces rojas y hasta había una máquina de burbujas y globos. Todo muy ordenado y pulcro para una fiesta. Sin embargo, al tratarse de una fiesta para niñas, el ambiente era ideal.

Antes de comenzar la gozadera, las anfitrionas y las chicas que fueron llegando se dirigían a la terraza a fumar, a beber y a maquillarse con ayuda de todas. Por un momento me sentí como en una auténtica pijamada. “Coño, ¡qué de pinga ser mujer en esta época! Y aunque suene cliché, esta es la era del empoderamiento”, decían algunas entre bocanadas de humo, la escarcha brillando en sus rostros.

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Todas estábamos ahí en contra del mundo. Al conversar con ellas, me di cuenta de que no era la única a quien le habían hecho comentarios despectivos sobre el evento. “Girls just wanna have fun”, y para divertirse, también hay que hacerle frente a la moral y ser un poco rebeldes.

Luego de producirnos, nos fuimos a bailar. Las selektors Lena, Sxra y Banana (Desireé García) se encargaron de prender la rumba. El playlist estuvo muy variado. Desde changa de los 90, pasando por Siouxsie and The Banshees, Britney Spears, hasta la “hora loca” con salsa, merengue de Las Chicas del Can, Asejeré, El manduco y reguetón del viejo incluido. Todas bailaron con ganas, muchas se grabaron haciendo twerking y demás.

Aprecié todo tipo de cuerpos y estilos. Hay quienes se fueron más caseras, otras como sk8er boi, algunas más Pin-up, unas al más estilo portada Urbe Bikini de los 2000 (con hilito y brasier). La belleza y la sensualidad también se encuentran en la diversidad. ¿Y para qué mentirles? Habían puras mamis ahí, en todos sus tamaños y presentaciones.

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Luego de bailar durante largo rato nos dispusimos a echar cuentos con bebidas (y libreta) en mano. Como en cualquier otra charla de amigas el tema de la sexualidad estuvo muy presente. 20 mujeres hablando sobre las primeras experiencias, el despertar sexual, observar el clítoris cuando se erecta, las inseguridades que sentimos con nuestros cuerpos, las fantasías y técnicas de masturbación durante la adolescencia. “Todas hemos tenido un cojincito”, decía una. “Yo lo hacía contra una pared o en la ducha. Los cojines son muy suaves para mí”, confesaba otra entre risas.

“Mi mayor fantasía sexual es que las mujeres dejen de criticar y atacar a otras mujeres”, pensé en voz alta. Y sin ánimos de buscar tanta atención, todas aplaudieron. Como dicen por ahí, el mayor órgano sexual no está entre las piernas sino arriba, en el cerebro.

También comparamos el tamaño de nuestros senos y pezones. Sí, le vi los pezones a todas esas jevas desconocidas que solo por ese día se convirtieron en mis comadres. Grandes, chiquitos, oscuros o claros. De todo hay. Esto solo fue posible en compañía de otras mujeres que de algún modo pueden comprender tus complejos y te hacen sentir mejor sobre tu figura. Y aunque lo sexualicen, esta es la clase de cosas que hacemos las chicas cuando estamos en compañía de las amigas. «Ahora parece el Teta Fest», decían entre carcajadas.

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A diferencia de las fiestas convencionales, en esta rumba no había cabida para estar aburrida y quedarse sentada en un rincón arrepentida por haber salido de tu casa. Sé que la idea de andar en bikini frente a desconocidas suena alocado o morboso, inclusive. Pero créanme que acá nadie estaba al tanto de tu vestuario, ni mucho menos de destruirte o acosarte como suelen hacer en algunas discotecas.

En pocas palabras, la primera edición del evento cumplió con las expectativas. No fue un desnalgue como muchos me anticiparon. Por el contrario, estuvo tranquilo, pero no demasiado como para pasar desapercibido. “Una diversión sana”, dirían mis viejos. Más allá de ser una fiesta para disfrutar y chismear con tus amigas, el Panty Fest es un espacio donde está permitido sentirnos cómodas con nuestra feminidad sin prejuicios de por medio. Y de seguir realizándose, fácilmente podría convertirse en una comunidad de apoyo para chicas que solo quieren divertirse. Porque honestamente, bailar en pantaletas es otro nivel.

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