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Rocketman: Elton quiere que lo entiendas

Psicoterapia, música, excesos, colores, sexo, drogas y honestidad brutal: Rocketman es eso y más. Y es una maravilla que ya está en cartelera

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“Soy adicto al alcohol. Soy adicto a las drogas. Soy adicto a la cocaína. Soy adicto al sexo”. Listo. Lo dice y ya sabes que lo que viene no es trampa, que no hay disimulo. Que aquí nadie está tratando de edulcorar la historia, que la fantasía y el delirio, que lo onírico, lo irreal, que los accesorios y el maquillaje son vehículos para conectarte con algo: con la mente del personaje, con las sensaciones como seguramente las recuerda hoy al mirar hacia atrás y hacer el ejercicio de entender cómo carajos este niño que creció en un hogar desestructurado, con unos padres de mierda, pero con un talento natural y descomunal para la música terminó convertido en Elton John.

¿O es que hace falta dar explicaciones cuando dices Elton John?

Es posible que su música no esté en tu iPod. Que Spotify no la reconozca entre tus preferencias y el algoritmo no dispare sus canciones en tus oídos. Pero por indiferente que seas –y si lo eres te estás perdiendo de mucho- creciste en un mundo embellecido -“maravillizado”, diría Charly García-, iluminado y enriquecido por Elton John. Ahí adentro en tu cabeza seguro está una de sus melodías: busca bien.

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Diseccionar «Rocketman» bajo los parámetros de un crítico de cine, abordarla como una mera pieza cinematográfica, es como tener algo muerto en el alma. No cuenten con eso aquí: ni siquiera tengo esas herramientas.

¿Sabes lo que es entrar emocionado a una sala de cine? Claro que conoces esa sensación: así viste «Endgame», así viste «Bohemian Rhapsody». Con la ilusión del fan, con las ganas de que nada te decepcione. Y la primera secuencia te habla claro: vas a conocer parte de la vida de uno de los grandes, él quiere que lo entiendas, quiere transmitirte algo de lo que se siente dejar de ser el pendejo que estaba destinado a ser y convertirse en el hombre que alcanzó la gloria, que vivió el infierno en la cumbre y que salió de allí aferrado a la música y al amor y todavía vive para asegurarse de que su historia sea bien contada y –quién sabe- ojalá sirva de ejemplo para otros que por ahí se acerquen tímidamente a un piano, a una guitarra.

Como ya debes saber, Elton es uno de los productores de la película, igual que su esposo David Furnish. Y le dio libertad a los realizadores para mostrar lo bello y lo feo: “Mi vida ha sido una locura, las bajas fueron muy bajas, y las altas, muy altas. Por desgracia no hubo mucho equilibrio en medio”.

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No solo quiere que lo entiendas tú, espectador. Elton quiere que lo entiendan sus hijos. Y a propósito de eso, escribió en un texto publicado por The Guardian: “Nunca he estado muy interesado en recordar mi carrera. Sucedió, estoy muy agradecido, pero estoy más interesado en lo que voy a hacer a continuación que en lo que hice hace 40 años. Pero eso comenzó a cambiar un poco a medida que envejecía, y empecé a enfocar las cosas de una manera diferente cuando tuve hijos. Tenía 63 años cuando nació nuestro primer hijo, Zachary, 65 cuando vino Elijah, y comencé a pensar en ellos dentro de 40 años, pudiendo ver o leer mí versión de mi vida. Me volví menos consciente de guardarlo todo para mí. Me gustó la idea de que tuvieran una película y una autobiografía, donde yo era honesto”.

Así «Rocketman» –escrita por Lee Hall- puede que no respete algunos detalles de tiempo y hechos, pero eso no importa. Como dice Elton: no todo es cierto, pero todo es verdad. Lo importante es que logra algo trascendente y emotivo: conectarte a través de la fantasía, de sus momentos como musical, de su ritmo narrativo y de sus variantes de psicoterapia con las emociones positivas y destructivas de un tipo que vivió su ascenso al estrellato como algo irreal, quizás como un sueño que le ocurría al personaje que se inventó para dejar de ser Reginald y convertirse en Elton.

Y algo muy potente: te asoma a la intimidad del proceso creativo, al lugar de donde surgen las cosas, al momento en el que se gestan las ideas y las melodías, a la extraña e improbable química de Elton y el compositor Bernie Taupin, cuyas letras incluso cobran nuevo sentido en la narración de «Rocketman».

Esta es una película que quieres recomendar con un abrazo: anda a verla, es maravillosa. Es Elton. Y después de verla, lee lo que él escribió en The Guardian. Y vuelve a darle play a sus canciones: ahora serán mejores.

Y no olvides abrazar a tus hijos: no seas como el papá de Reggie.

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