Sangre y hip-hop en Venezuela

A propósito del crimen que sacudió al país esta semana el periodista Oscar Medina indaga sobre la violencia en la escena rap de Venezuela. Olvídate de Tupac Shakur y Notorius Big porque las líricas se vuelven realidad en la región más sangrienta del continente

Joel Hernandez
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Fue Mariela Celis la primera en hablarme sobre el documental Venezuela Subterránea de Juan Carlos Echeandía. Al final de una entrevista que le hice en su casa para Zona, el desaparecido suplemento dominical de El Universal, Mariela me obsequió una copia en VHS y, por supuesto, encontré que allí había una historia más que interesante. Contacté a Echeandía y arrancamos el trabajo. La idea era compartir con los raperos en su ambiente y por eso fuimos a Cotiza, a las alturas de Gramovén subiendo cerro desde la Caracas-La Guaira; fuimos también a Caricuao y a Catia La Mar y el relato sobre el colectivo fue el tema principal de una edición de Zona, ilustrada con unas muy buenas fotos hechas por Cheo Pacheco.
Todo el mundo parecía haber quedado contento. Pero ni tanto. La imagen de tapa del suplemento fue la de Vagos y Maleantes, el dúo del Budú y el Nigga, encaramados en un jeep allá en Cotiza. A algunos de sus colegas no les gustó la cosa. Celos. Vainas de esas. No había que ser muy entendido en esto del hip hop para saber que Vagos y Maleantes era la promesa más firme de ese combo al que Echeandía –publicista y realizador- había asumido como manager.  Poco tiempo después, de los cuatro se quedó con dos: los de Cotiza y Guerrilla Seca, el otro dueto, el de Rekesón y Colombia, quien luego se hizo llamar El Prieto.
El fotógrafo Fran Beaufrand también se interesó en el tema y concibió una fabulosa sesión fotográfica con los cuatro –más DJ Trece- posando ataviados en trajes de alta costura. Esa también la publicamos en Zona, esta vez con Rekesón luciéndose en la portada.
Para el primer trabajo la entrevista con Rekesón y Colombia se hizo en la casa que Rekesón compartía con su vieja en Gramovén. Un lugar muy humilde, claro está. Los dos muchachos eran como hermanos, unidos por el sueño de lograr algo con las rimas y los beats. Hicieron discos, se presentaron ante el público, ganaron seguidores. El asunto iba bien. Pero en algún momento surgieron rivalidades y se abrieron paso, con lo que Echeandía se quedó solamente manejando la carrera de Vagos y Maleantes quienes unidos ahora con Trece se autobautizaron Los 3 Dueños. Y desde hace ya algún tiempo, fue Echeandía quien salió de escena para dedicarse a otras cosas.
El hip hop de Guerrilla Seca siempre me pareció un tanto duro de asimilar. Cosas de mi diferencia de edad con ellos, supongo. Pero esos encuentros me sirvieron para aprender a respetarlos. Desde la distancia más o menos seguí sus carreras y hasta los volví a entrevistar alguna vez para El Universal. Luego vi que andaba cada uno por su lado. Y más tarde les perdí el rastro.
Ahora veo con tremenda sorpresa el punto al que han llegado. El video de El Prieto colgado en Youtube el 28 de agosto es espeluznante. Según él, ahí le deja “todo claro” a “la gallina negra”, su otrora hermano Rekesón. La toma inicial arranca con los zapatos de El Prieto y sube para mostrar el pistolón en la cintura. El joven está en la escalera de algún barrio de lo que se supone es Petare y sin dejar de chatear incesantemente a través de su celular va soltando una larga y repetitiva descarga contra Rekesón en la que advierte que ya esto no tiene nada que ver con música, que esto ya es un problema que se resolverá en la calle.
En videos previos ambos se han dicho de todo. En canciones se han acusado de cobardes, de falsos, de traidores, de “brujas”, de estar relacionados con la policía y han contado historias disímiles sobre las dos o tres veces en las que se han ido a las manos. Cada uno, en su letra, se ensalza como el mejor y más genuino del género. Es la clásica fanfarronada de la terrible costumbre de los raperos venezolanos de andar “tirándose”, gastando el poco o mucho talento que tienen en la vacuidad de insultar y menospreciar al otro en lugar de expandir su universo lírico y aprovechar ese tremendo vehículo de expresión que representa el rap para los habitantes del barrio.
“Esto es hasta la muerte”, dice El Prieto mientras la cámara abre para enseñarnos la pistola al cinto. Rekesón también ha amenazado al Prieto en alguna canción. Los dos hablan de pistolas, de “taladrar” al rival, de abalear a familia y amigos. Pero ya el “beta” entre los dos –alimentado obviamente por chismes de otros “locos”- alcanzó otro nivel. ¿Estamos a punto de presenciar el primer crimen de sangre entre raperos de Caracas? Lamentablemente, parece que sí. Lamentablemente.]]>

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