Sexo para leer

#SexoParaLeer: Embotados

Dicen que el sexo es bueno para la salud, tal vez sea cierto. Sin embargo, algo que sí es totalmente cierto es que desestresa y despeja la mente... por eso estos dos universitarios inconsciente o conscientemente recurrieron a él

Texto: Oriana Montilla
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Augusto y Macarena eran buenos amigos, estudiaban juntos en la universidad y pasaban la mayoría del tiempo juntos. Compartían desde guías de estudio hasta tragos. Esta vez se encontraban preparándose para un examen de estadística. Llegó la noche y sin parar de estudiar Augusto aún no entendía muy bien algunos problemas. Macarena cansada y sin haberse hecho un cariñito en todo el día decidió darse un baño para refrescarse y evitar dormirse, porque les esperaba una larga noche.

Entró a la ducha, y se quedó debajo del agua caliente un buen rato, se sentó y decidió dejar llenar un poco la bañera, no tenía mucho tiempo pero los ojos se le cerraban solos y prefirió descansar 10 minutos para poder seguir estudiando. Desde el baño le escribió a su amigo un mensaje de texto que decía: “Augu se me cierran los ojos, sino vuelvo en 10 minutos ‘reviéntame’ el cel porque me estoy quedando dormida… jajaja”. No pasaron 10 sino 15, Augusto tras minutos de reventarle el teléfono, tal como ella lo había pedido, caminó hacia el baño y le tocó la puerta, pero nada. Asustado entró, y allí estaba, plácidamente dormida, sin nada de ropa, dentro de la bañera.

Asombrado, tomó una toalla y se acercó a ella. Macarena apenada despertó, Augusto la miró bien y sintiendo un poco de pena, junto a una erección que no se explicaba por su amiga de toda la vida, le dijo “te quedaste dormida, me asusté y tuve que entrar, disculpa…”. Ella intentó taparse rápidamente pero los nervios la invadieron y la toalla se le cayó dentro la bañera dejándola expuesta.

Él, se inclinó a recoger la toalla para pasársela, pero al verla allí parada mojada y tibia se le acercó, la ayudó a salir de la bañera, tomó el paño y la envolvió. Macarena con más que los cachetes rojos bajó la cabeza y se dejó arropar. El ambiente se tornó tenso y la química, después de tanto tiempo comenzó a aparecer. Él, que no podía contener más su erección le dijo: “mejor me voy…”, pero ella le respondió “no hace falta… estamos embotados, es normal la torpeza”.

Él  apenado le respondió, señalando la erección que había generado la situación: “esto es más que torpeza”. Macarena soltó una risita, subió los hombros y le dijo “eso es estrés…”. Augusto no aguantó y la besó. Ella dejó caer la toalla y se dejó llevar. Él pasó sus manos por su cintura subiéndolas por su espalda, mientras besaba su cuello ella lo tomaba por los brazos enterrando sus uñas de expectación.

Sin esperar más la cargó y la llevó a la cama. La acostó y la miró cautivado, ella se sentó y comenzó a desnudarlo. Le quitó la franela, luego de rodillas desabrochó el pantalón y sacó su miembro lo miró y sin quitar la vista de su cara de asombro abrió su boca. Lo besó, masturbó y chupó mirándolo a los ojos. Lo rodeó con sus brazos y agarrándose fuerte de su espalda empujaba y sacaba el miembro de su boca. Con su lengua lo rodeó, lo puso entre sus senos y a lo ruso pegaba la quijada de su cuello para alcanzarlo con los labios mientras lo apretaba bien y se pellizcaba ella misma los pezones.

Augusto la lanzó en la cama, quedando los dos en diferentes direcciones, él tendría acceso a su vulva y ella a su pene. Practicaron un delicioso 69. Mientras él le pasaba la lengua y metía dedo por dedo dentro de ella viendo cómo estos salían empapados, ella le chupaba solo la puntica haciéndolo sufrir. Macarena se lo hacía fácil, moviendo su pelvis él solo sacaba la lengua y abarcaba todo el espacio de sus labios vaginales. Augusto por su lado comenzó a follar su garganta sin dejar espacio libre.

Desesperados por sentirse verdaderamente uno dentro del otro, se pararon y se acomodaron cual misioneros. Él tocaba sus senos desde atrás y ella, sacando su trasero se retorcía. Con su concha mojada dejó entrar a su amigo, este se deslizó fácilmente al tiempo que con sus labios por detrás de la oreja la mordisqueaba y lamía. Ella se movía hacia delante y hacia atrás buscando sentirlo cada vez más adentro. Él la tomó por la cintura y la embistió, metiéndolo y sacándolo saboreaba lo mojadita y calientica que estaba ella.

Macarena cerrando los ojos se entregó, se aferró a la almohada y gimiendo de placer dejó que él acabara dentro de ella y ella liberó sus fluidos sobre él. Acabando juntos quedaron tendidos desnudos sobre la cama dejando las guías y los libros de estadística a un lado por una noche y dándose permiso para dormir entre tanto número.

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