Sexo para leer

#SexoParaLeer: Mi mecánico de confianza

Un desafortunado incidente con el carro, se convirtió en un apetitoso polvo envuelto de grasa y herramientas. El sexo casual vuelve hacer de las suyas en esta ocasión

Fotografía: Alberto Hernández
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Me disponía a salir por la mañana para hacer unas fotos de los monumentos de la ciudad. De repente mi carro empezó a presentar fallas, algo le sucedía al motor. Recordé que tenía el número del mecánico de la zona donde vivo y lo llamé.

Su nombre era Carlos, se le veía trabajar desde afuera de su taller con los pantalones caídos mostrando la raja de sus nalgas. Siempre me llamaba la atención ver ese espectáculo todas las mañanas. Era una distracción y diversión para mí.

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Aunque el hombre no era tan llamativo, me parecía atractivo el solo imaginarnos envueltos en la suciedad de uno de aquellos carros. Además, me llamaba la atención su cuerpo escultural producto de pura fuerza y trabajo. Ahorita mismo, se me hace agua la boca pensar en su cuerpo.

Me auxilió y me llevó hasta su taller. Como apenas eran las 6.00 am, todo estaba cerrado por la zona y me sentí un poco intimidada al estar a solas con él. Cada tanto me miraba de reojo, quizás notó mi intranquilidad y me preguntó que si tenía pareja. Le respondí que sí, pero que estábamos peleados. Al oírme decir eso, no me quitaba la vista de encima: “tranquila yo seré tu héroe este día, no tienes que acudir a ningún novio”, inmediatamente me sonrojé y sonreí.

“Pues sí. Aquí me tienes a mí, estoy libre para lo que gustes”, volvió a insistir. Se veía fuerte, atractivo, trabajando duro y ensuciándose a esa hora solo para ayudarme. Empecé a alimentar el morbo de sentirme por un rato una chica mala e infiel y terminar por seducirlo. Estábamos solos y pensé: “¿por qué no?»

Deseaba el calor de un hombre que me acariciase, mientras me dejaba llevar por el instinto. Tendría que seguir sus pasos, estaba muy caliente y necesitaba desahogar las ganas que había desencadenado en mí. Puse mis manos en sus glúteos para acercar su sexo al mío y comencé a besarlo suavemente. No pudo contenerse, así que fuimos tomando confianza y nos besamos más.

Fue quitando mi ropa despacio, mientras besaba mi abdomen y chupaba cada parte de mi cuerpo. Comencé a sentir los espasmos y mis gemidos eran imparables. –“Eres hermosa”– me decía.

Mis pezones estaban tiesos y el solo roce por su mano tan gruesa electrificaba mi cuerpo. Me recostó en el asiento del carro buscando mi punto de máximo placer. Con los tacones aún puestos tomé fuerzas para pararme e invertir posiciones, gozamos un rico 69. Estaba alucinada con su forma, con su textura, con su sabor.

Me sacó del carro sutilmente acariciando mi cosita. Di la vuelta y puse mis manos sobre el capot, abrí mis piernas con la intención de que me penetrara. Fue tan delicado al comenzar y para que no sintiera dolor metió su cara en mis nalgas, lamiendo, chupando como más pudo. Explotaba de placer, mientras lubricaba como nunca antes.

Me penetró de una forma rustica y machista, sentí un poco de dolor, pero fue tan fugaz porque el placer me hizo volar. Así mismo me acariciaba la espalda y besaba mi cuello con ternura. Terminamos con un delicioso orgasmo que me dejo sin respiración y sedienta, dejando rodar su última gota espesa de semen por mis nalgas.

Ya tenía el carro listo y sin costo alguno, fue un dos por uno. Al salir de casa, mi objetivo era visitar los monumentos de la ciudad, y ni se me había pasado por la mente los “monumentos” que iba a conocer. La verdad, no era ni parecido a lo que experimenté con el mecánico de la cuadra.

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