Sexo para leer

#SexoParaLeer: Bajo las constelaciones

Susana ama caminar al aire libre con Salvador, su mejor amigo. Ella elige siempre el mismo lugar y los días en que el sol brilla. Cada vez que se encuentran en el Parque del Este, Salvador intenta seducirla para que pierda su virginidad con él. Cansada de dar largas al asunto, Susana ve a su mejor amigo como la pareja indicada para acabar con su condición inmaculada

Fotografía: Diana Mayor
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En los tiempos que corren, perder la virginidad a temprana edad es completamente normal, pero yo tengo 18 años y soy virgen de cuerpo y alma. Esto me hace introvertida. Ya hasta Salvador, mi amigo más cercano, había perdido las esperanzas de ser el primero que me hiciera ver las estrellas.

Me gusta escucharlo cuando caminamos por el Parque Del Este, siempre calentándome la oreja. Mi deseo era que pasará cuanto antes ese gran momento, pero mi vergüenza de no saber qué hacer me frenaba de golpe.

Los días de semana por la tarde venían pocas personas al parque, por lo que Salvador aprovechaba para besarme por todos lados. Esto era lo único que yo permitía. Comprábamos unos helados y nos sentamos en la laguna. Mis besos eran dulces con sabor a fresa, los de él eran con sabor a tamarindo.

Aprendí a besar imaginando que le chupaba su endurecido miembro, esto me excitaba en silencio. Un día elegimos un barquito y navegamos uno en frente del otro. Dejaba ver mis pantaletas transparentes mientras el remaba con el pantalón a punto de reventar.  Me miraba sin parar. Paseamos un rato y nos devolvimos al muelle.

Compramos algodón de azúcar y lo compartimos a besos. Al subir al barco de Colón, Salvador me besaba frenéticamente rozando sus jeans contra mi corta falda. Por primera vez me dejé tocar las nalgas. Sus manos acariciaron el borde de esa pantaletica transparente que cargaba. Salvador era insistente y yo estaba decidida a entregarme completamente esa tarde. Quería sentirme poseída y él era el elegido. Bajamos del barco y seguimos nuestro recorrido.

Compramos las únicas entradas que ese día vendieron en el planetario, aquella atracción en la que recrean como el sol se oculta dando paso a la noche y luego al amanecer. El operador activó la proyección dejándonos solos, las estrellas aparecieron lentamente con la canción de Coldplay «A sky full of stars» de fondo. Me emocioné tanto que decidí besarlo y por primera vez tocar su abultado pantalón. Era duro, pero no podía saber qué tan grande era. Percibía que no sabría qué hacer con él.

Tocaba mis partes íntimas sin quitarme las pantaletas y aparecían más estrellas. Luego se arrodilló subiendo mi falda, y quitándome mis diminutas pantis con sus dientes, me dijo que respirara profundo y me chupó delicadamente. Mientras, yo solo contemplaba el cielo cubierto de estrellas fugaces.

Continuó tocando con un solo dedo la entrada de mi trasero que latía de placer, hasta que sentí que lo metió. De rodillas me chupo el culo y me dijo que perder la virginidad era entregarse por completo, que lo anterior era solo para romper el hielo. Asustada le dije: «Esta noche soy tuya completamente». Y la vía láctea apareció como un río estrellado.

Luego lo metió suavemente mientras yo lo mordía. El dolor nunca superó el placer y le permití penetrarme con rudeza hasta que tuve mi primer orgasmo. Sentí el segundo orgasmo, más largo y más rico que el primero, mientras amanecía lentamente en el planetario y él se vertía todo dentro de mí.

Nos tranquilizamos por unos segundos besándonos tiernamente. Estaba por terminar el espectáculo cuando miré a un lado y vi como el operador del telescopio se masturbaba. Asustados nos quedamos inmóviles por unos segundos y luego salimos corriendo como dos estrellas fugaces. Terminamos el recorrido trotando, el sin franela y yo sin pantaletas.

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