Sexo para leer

#SexoParaLeer: Unos rones y un baño público

Texto: Juanchi Chero
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Lo primero que vi antes de que me la presentaran fueron sus tetas. El escote de su vestido azul dejaba ver dos perfectos y simétricos senos. Se llamaba Rebeca. Su cabellera rubia la hacían más sensual y provocativa. Y cada vez que desfilaba para buscar un trago, se aseguraba que el rebote coreografiado de sus nalgas fuera pronunciado.

No podía dejar de verla. La desnudaba con cada paso que daba. El pantalón se me hinchaba de imaginar colocar mi miembro entre su raja después de subirle el vestido. Con cada sorbo de ron ansiaba más verla gemir. Mi mirada debía delatarme pero no me importaba. Quería que se diera cuenta. Sus ojos pasaron de abajo hacia arriba por el relieve de mi entrepierna. Debía notarse mi erección. Viéndome a los ojos mojó sus labios y luego se llevó el trago a la boca. Unas gotas, sospecho que de manera intencional, fueron a parar a sus pechos.

Se levantó como si supiera la correcta dirección hacia lo desconocido. Sosteniendo su mirada con la mía, caminó hacia el baño que se encontraba en el pasillo. En el camino dejó entrever lo que parecía una sonrisa socarrona. ¿Lo habría logrado? ¿Habría llamado su atención? ¿Era una invitación? Mi pene pensó por mí y decidí lanzarme al vacío. Abrí la puerta y allí estaba. No me dio tiempo de pronunciar palabra. Colocó mi mano en su bajo mundo y sentí como si mis dedos entraran en una bañera caliente. Gimió mientras buscaba mi miembro. Lo sujetó como si lo conociera de siempre. Con un movimiento circular lo acarició solo en la punta hasta sentirlo lubricado. Se disponía a metérselo en la boca cuando contraataqué. Saqué sus tetas del vestido. Quería tener la vista de ellas tambaleándose mientras arremetía con mi miembro. Dejé primero que su inspiración guiara el ritmo, luego la tomé por su dorado cabello para imponer mi compás.

Tocaron la puerta y ella se levantó entre risas. ¡Ocupado! Dije, esperando no delatarnos. Aproveché la interrupción para ponerla de espaldas a mi pecho. Antes de penetrarla, tenía que besarle las piernas y el culo hasta llegar a su vagina. Sus gemidos se convirtieron en gritos que intenté callar con mi mano. A pesar de ser delgada, su cuquita era gordita y estrecha. No aguanté más; tampoco disponíamos de mucho tiempo. Aproveché su posición para introducir mi animal entre sus nalgas. Estaba tan empapada que sentí como bajaban sus líquidos por mi pierna. Que intentara acallar su voz la excitaba más. Mordió mis dedos y tuve que contener el dolor, luego comenzó a lamer mis dedos mientras afincaba sus nalgas sobre mí. Estaba al borde de la explosión. Ella advirtió que estaba por acabar y apuró su ritmo para estallar en un orgasmo que se manifestó en incontrolables espasmos.

«Acábame en la boca», me pidió. Esas cuatro palabras mágicas palabras me hirvieron la sangre. Saqué mi guevo rápidamente e inmediatamente se agachó para darle la bienvenida a la lechosa carga. «Qué rico»,repetía, mientras intentaba que ni una gota se escapara.

Flotaba en otra dimensión, extasiado e inconsciente, hasta que otro llamado a la puerta me hizo tocar tierra. Aún agitados, volvimos a la reunión con nuestros sexos aún palpitando, deseosos de un segundo round. Sin embargo, Rebeca se iba en una semana del país. Confesó que acababa de cumplir una de sus mayores fantasías. Le pregunté cuál era la siguiente. «En un baño de un avión», me dijo. Al otro día, estaba comprando un boleto.

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