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Vinotinto: el complejo de creerte mejor que el resto

La derrota contra Ecuador era lógica, sin embargo, el fanático sigue esperando un milagro. Es hora de aceptar la realidad de la selección venezolana: no hay manera de igualar a los que trabajan mejor

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Vinotinto

La Federación Venezolana de Fútbol debe mucho dinero al técnico que contrató para llevarla al Mundial: José Peseiro. La Vinotinto tiene un técnico interino: Leonardo González. La selección no puede contar con dos elementos esenciales para su propuesta: Yeferson Soteldo (indisciplina) y Salomón Rondón (prefirió seguir su evolución en el Everton). A pesar de todas estas condiciones, el fanático le exige que le gane a Ecuador, un equipo que antes del partido marchaba detrás de Brasil y Argentina.

Se vive en negación. El fanático actúa como un adicto al juego: cree fervientemente que con solo el deseo, con cerrar los ojos e imaginar el número, saldrá el dígito esperado. En esa lógica, el resultado no es consecuencia del trabajo, de la planificación. Para él, basta con quererlo. «Querer es poder», repite. Cuando la bola cae en un lugar no deseado, entonces busca un culpable. No se trata de expectativas erradas. Según esa dinámica: es el técnico, el esquema (los «5 defensas») o el «periodista complaciente».

No es casual. Es una extensión de una filosofía de vida. Se repite sin mayor reflexión que Venezuela es «el mejor país del mundo», «el más rico del mundo», «el más hermoso del mundo». «El problema con la mayoría de la gente es que piensa con sus esperanzas o miedos o deseos en lugar de con sus mentes», decía Will Durant, el filósofo estadounidense, autor de  The Story of Civilization (Historia de la Civilización).

Venezuela, como representante de una federación que lo ha hecho todo mal, debía haber perdido por goleada en Quito, pero tuvo una presentación digna al perder 1-0. Con sus armas, complicó a una selección que tiene un pie y medio en Catar 2022. Enfrentó a un rival que en 19 minutos le había hecho tres goles a Bolivia en Guayaquil. Porque Ecuador es eso: un equipo que en casa, por las condiciones climáticas, se crece (apostando por la altura o la costa).

La Vinotinto, sin embargo, es todo lo contrario. Ni en su mejor momento ha estado cerca de depender de ella para clasificar a un Mundial. Tampoco los equipos que la federación cobija han logrado disputar una final de un torneo suramericano (Copa Libertadores, Suramericana). Esos equipos, que deberían proveer jugadores a la selección, están sumidos en deudas y por lo tanto no se concentran en el desarrollo del talento sino en la búsqueda de plata y el cambio de formato (el hexagonal no convenció a nadie) para sobrevivir.

De hecho, que antes del partido contra Ecuador se hablase de heridos y muertos luego del clásico más importante del fútbol nacional, Caracas-Táchira, da una idea de lo cavernícola que es fútbol venezolano. Sin embargo, esto rápidamente se esconde bajo la alfombra cuando se hace el análisis macro del balompié nacional, un análisis que se hace necesario para entender por qué la selección está en el último lugar en las eliminatorias.

Podemos seguir haciéndonos preguntas: ¿quién es el gran referente hoy de la selección? ¿Soteldo? ¿Josef Martínez? Qué nos dice que el mejor contra Ecuador fue Tomás Rincón, un volante de primera línea de 33 años. Es todo tan discutible y endeble que una revisión deja al combinado nacional desnudo.

Para Venezuela, es imposible arroparse la cabeza sin descuidar a los pies. Aún así, el fanático en Twitter cree que la culpa es de un planteamiento puntual, de un cambio, de un técnico o de una convocatoria. Son palos de ciego, conclusiones que provienen de la rabia y la impotencia. La realidad es que la Vinotinto está en el lugar que merece por la desorganización que existe en la FVF. Solo aceptando esa realidad se puede empezar a buscar soluciones.

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