Espectáculos

10 años después de histórico concierto, los Rolling Stones vuelven a Río

El 18 de febrero de 2006, ante un público estimado en millón y medio de almas descarriadas, los Stones convulsionaron a la “Ciudad Maravillosa” con el show más representativo de su gira mundial “A Bigger Bang”. Este sábado 20, exactamente diez años y dos días después de aquel aquelarre, la banda de rock más longeva de la historia volverá a sacudir la urbe del Cristo Redentor, esta vez frente una audiencia mucho más modesta que colmará el aforo del mítico estadio Maracaná.

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Por Luis Alvis. Foto: EFE

Río vivía un carnaval anticipado. La mañana del jueves 16 de febrero de 2006, en la fila de inmigración del aeropuerto Tom Jobim, casi el único tema de conversación era el acontecimiento que viviría la ciudad dos días después. No suponía mayor dificultad adivinar quiénes, entre los que pasaporte en mano esperaban su turno migratorio, llegaban a la ciudad expresamente para presenciar un espectáculo que prometía ser histórico. La banda más longeva –y para muchos la más emblemática de la música rock– ofrecería, en el marco de su gira mundial “A Bigger Bang”, el concierto más multitudinario en sus –para entonces– cuatro y media décadas de vida.

El escenario escogido: la playa de Copacabana, una prolongada y ancha franja costera situada en la zona sur de la ciudad. Mi acompañante y yo, luego de un par de horas (y varias cervezas) en la casa en que generosamente nos recibía un pana histórico junto a su esposa e hija, quisimos ver –jueves al mediodía– cómo iban los preparativos. En realidad, ya se sabía por informaciones de prensa que desde hacía semanas un ejército de obreros y técnicos armaba la imponente tarima de 22 metros de altura, 60 de largo y 30 metros de profundidad que enmarcaría la fiesta.

Fotos de rigor al pie del entarimado, caminata hasta el hotel Copacabana Palace –donde ya se alojaban los miembros del grupo–, algún cruce de palabras con la legión de fotógrafos que con sus teleobjetivos apuntaban a las hileras de balcones, y proseguir la ruta hasta la playa de Ipanema, unos cientos de metros más adelante, donde nos atrapó el atardecer de esa primera jornada en Río de Janeiro.

Al día siguiente, el inicial recorrido por la ciudad nos llevó a conocer –y a experimentar a plenitud– el jolgorio de «los blocos», como se llaman en portugués las comparsas que inundan calles y plazas y que realizan sus pruebas y ensayos finales durante la semana previa al inicio de la mayor fiesta de Brasil. Y es que ese año, la cita con los Rolling en Copacabana fue, literalmente, una octavita de carnaval, pero al revés.

“Eu estive là”

Media tarde del sábado. Llegar a la avenida Atlántica y pisar la playa de Copacabana era el objetivo de una multitudinaria peregrinación. Desde la víspera, se prohibió estacionar en esa zona y desde la 7 de la mañana del día del concierto se interrumpió por completo el tránsito de vehículos no autorizados. Quienes previeron llegar hasta las inmediaciones en el Metro tuvieron que comprar el pasaje con días de anticipación, ya que el servicio fue restringido.

Hicimos el recorrido en taxi desde Laranjeiras, verde sector residencial a unos 20 minutos de distancia. El conductor probó varios atajos, pero lo más cerca que pudo arrimarnos fue a unas ocho manzanas del área del concierto. Nos unimos, pues, al peregrinaje.

Al filo del ocaso, una corriente sonora inunda el lugar. Dj Marcelo calienta el ambiente con una performance bien recibida por la inusual muchedumbre. Antecede a la actuación de Titás, banda insignia del rock brasileño desde la década de los 80, que hace que la marea humana comience a agitarse. Conforme avanza el espectáculo no sólo se abulta la aglomeración de gente a lo largo y ancho de la costa, sino también en las calles y accesos aledaños. Balcones y azoteas de los condominios y hoteles lucen también abarrotados. En el mar, varios cientos de barcos y yates se alinean lo más estratégicamente posible a la tarima: privilegiados palcos flotantes para la ocasión.

Incalculable la efusión de cerveza de esa tarde-noche. Como en una infinita serie de Warhol, dondequiera que se mire está la icónica lengua que identifica a los Rolling Stones. Cuesta trabajo conseguir a alguien que no esté ataviado con esa imagen. Como justa medida de que se trata de un concierto para la historia, la franela más vendida y más solicitada exhibe la lengua en la parte delantera y un rótulo en la espalda: “Eu fui” (Yo fui).

Veinte lamidas

El inicio, con “Jumping Jack Flash”, anunciaba la intensidad de una presentación especial en la trayectoria de la banda. Se trataba, realmente, de una fiesta para un millón y medio de invitados. Veinte canciones dieron forma al repertorio de esa noche, que si bien incluyó algunos temas del disco que daba título a la gira, concedió primacía a la cosecha clásica stoniana. “It’s Only Rock n’ Roll (but I like it)”, “Wild Horses”, “Midnigth Rambler”, fueron pasajes memorables en ese primer tramo de la velada.

El entusiasmo de la multitud sacude la costa. Las 16 torres de sonido distribuidas a lo largo de la playa esparcen la fuerza sonora del grupo a lo largo de dos kilómetros. Ingenios de luces, con predominio de rojos y azules, bañan el imponente escenario. Pantallas gigantes proyectan, en ambos costados la tarima y a cada tantos metros entre el público, lo que acontece en escena.

Sobre la tarima y en los primeros cientos de metros al frente de ésta se percibe un movimiento frenético de cámaras y equipos de filmación. Meses después se sabrá que National Geographic rodaba un documental sobre los preparativos y algunos momentos de la presentación, lo que se sumó al registro íntegro del show que tiempo después sería comercializado en formato de video digital.

Cuatro temas fueron tocados sobre un escenario móvil, que se desplazó unos cien metros entre el público y nos permitió a muchos ver un poco más de cerca a los músicos. En esa tanda interpretaron “Miss You”, “Rough of Justice”, “Get Off Of My Cloud” y “Honky Tonk Women”. Desmadre total. De nuevo en la tarima principal, arrancaron inmisericordemente con “Sympathy for the Devil”, para proseguir el festejo con “Start Me Up”, “Brown Sugar” y “You Can’t Always Get What You Want”.

El cierre del concierto con la mayor audiencia en la carrera de las satánicas majestades –y uno de los cinco más concurridos en toda la historia del rock– lo marcó, por supuesto, “Satisfaction”, que esta vez no tuvo la espectacularidad de otras presentaciones a cielo abierto, ya que el alcalde de la ciudad no autorizó el show final de fuegos artificiales argumentado razones de seguridad.

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