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10 razones por las que Punto de quiebra de 1991 es insuperable

Es mucho más fácil creerse que el difunto Patrick Swayze podía montarse en una tabla de surf que imaginarse a Edgar Ramírez pasando de Simón Bolívar a “poliatleta extremo”. Además la nueva versión nos restriega que Venezuela es un Estado forajido

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Sí, una larga escena culminante se desarrolla en el Auyantepui (nada de Salto Ángel ni de cerro Ávila, gringos), viva Venezuela, mi patria querida, pero la iluminación es mate, como de día lluvioso, y se nos machaca que somos un país en el que nacen terroristas y que no tiene relaciones diplomáticas con Estados Unidos, lo que no es verdad, pero se parece. No dio tiempo de meterlo en la película, pero todo está implícito: que la contraseña de Gmail de nuestra canciller es “injerenc1sta”, que seguiremos siendo famosos por la Torre de David aunque la desalojaron, que ni el ingreso salarial de un año alcanza para un pasaje a Miami, que ya ni cupo de Internet tenemos, que no le pararon ni media bola a las firmas contra el decreto Obama y que somos noticia por los sobrinos de Cilia. Up era menos depresiva.

No, no es por torpedear a Edgar Ramírez, que ya bastante leña ha llevado de la crítica internacional, y que a estas alturas se puede afirmar que ha llegado más lejos que María Conchita, no digamos que Patricia Velázquez. Pero estas son algunas razones por las que la nueva Point Break del director Ericson Core jamás hará olvidar a la original de 1991 de Kathryn Bigelow. Consulte a su dealer de DVD o Blu-Ray favorito y trate de verla, si nunca lo hizo:

1. Los ex presidentes. Es divertido que, en la primera película, los malhechores sean unos surfistas ladrones de bancos sin mayores pretensiones que se ponen máscaras de Ronald Reagan (el equivalente al Picure), Jimmy Carter, Richard Nixon y Lyndon Johnson, de la misma manera que hoy en Venezuela caería extremadamente simpática una banda de choros disfrazados de CAP, Caldera, Lusinchi y Luis Herrera, casi que los recibiríamos de brazos abiertos en nuestras casas. En la nueva Punto de quiebra han sido sustituidos por una especie de yihadistas-ecológicos-atletas-extremos que aspiran a los ocho retos de Osaki, una meta tan confusa como todas esas que anunció el Proyecto Cumbre cuando ya no tenía más nada que venderle a los patrocinantes luego de alcanzar el Everest.

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2. Si quieres ser universal, pinta tu aldea. La primera Point Break es esencialmente una película de California y sobre todo del mito californiano: las playas, el surf, el sol, la libertad, las drogas, el sexo. La nueva abarca demasiado: el villano principal es venezolano, su financista es de Qatar o algo por el estilo (no, no es la historia de Rafael Esquivel con tattoos) y hay una escena predominante como de rave europeo.

3. Patrick Swayze. Lo siento, Edgar, pero es la verdad y nada más que la verdad: el papel de Patrick, que Dios lo tenga en su gloria, es mucho más divertido y carismático que el tuyo. Resultaba mucho más fácil creerse que Swayze era un surfista que imaginarte a ti haciendo la transición de Carlos el Chacal o Simón Bolívar a “poliatleta extremo”. De hecho, aunque no era surfista profesional, Swayze, como era su costumbre, se fajó para filmar sin doble algunas de las escenas más arriesgadas en las olas. Lo que sí es cierto es que entre los dos nuevos protagonistas (Ramírez-Luke Bracey) fluye una posible y latente energía homoerótica que está mucho más a flor de piel que en el dúo original Swayze-Reeves.

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4. Keanu Reeves. Sí, Keanu Reeves. Lo siento, Luke Bracey, probablemente eres mejor actor y mejor deportista, y quizás tu personaje del policía encubierto Johnny Utah está mejor desarrollado que el original. Y Keanu Reeves no es buen actor, sino un tipo hierático, incluso más bien bolsa. Pero vamos a estar claros: Keanu es Keanu. Le basta poner su nombre hawaiano y sus preciosos pómulos para convertir una película en un acontecimiento refrescante, cool y exótico: puede ser un ex prospecto de quarterback de fútbol americano metido a surfista, el Mesías de la realidad virtual, un extraterrestre, Buda, lo que sea, no importa. Dicho así, frontalmente: Keanu Reeves es hermoso, y en Punto de quiebra tenía apenas 27 años de edad.

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5. Ángelo Pappas. En la versión de 2015, Ray Winstone hace lo mejor que puede como agente británico cínico y panzón (el tipo de acompañante con el que te daría pena llegar en lancha a una rumba de surfistas franceses y niñitas en hilo en medio del océano Atlántico, de pana), pero Gary Busey es totalmente insuperable en la original de 1991 en aquello que la voz de Víctor X definiría como: “el policía joven siempre molesta al policía mayor”. En una escena de antología, le parte la jeta a su superior inmamable (John McGinley). Eso sí, la nueva Point Break opta por “mejor jefe de policía” (el gran Delroy Lindo) y “jevita extrema que está más buena” (Teresa Palmer como Samsara), sin desmeritar a la original Lori Petty.

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6. La banda sonora. La primera Point Break coincidió con los últimos coletazos de la era más gloriosa del hairy metal o rock de melenas fijadas con secador y Final Net. En la banda sonora no están Bon Jovi, Motley Crue o Guns N’ Roses, pero sí Ratt, que acompaña los créditos finales con “Nobody Rides For Free”. Además en una de las escenas claves de surf suena una canción en la que mencionan a Charles Atlas, mítico Winston Vallenilla de la publicidad de los suplementos de Periquita y Lulú y sus Amigos (“I Will Not Fall” de Wire Train).

7. Spanglish. Aunque Edgar Ramírez es venezolano, solo suelta un par de lugares comunes aburridos en español durante la escalada a mano pelada en el Auyantepuy que pasan sin pena ni gloria (“vamos, tú puedes, estamos cerca”). Más representativo hubiera sido un “coño, nojoda”. Mientras que Patrick Swayze se despide de Point Break (1991) con un memorable “compadre”, al que Keanu Reeves responde machacando un casi ininteligible “vaya con Dios”. Además, en la versión original queda mucho más claro que el apodo Bodhi viene de Bodhisattva, concepto del budismo que hace referencia a una persona embarcada en el camino hacia la iluminación.

8. La tecnología primitiva. Cuando se estrena la primera película todavía no hay celulares y uno escucha frases tan divertidas como “I’ll beep you” (Pappas a Johnny Utah, para decirle que se mantendrán comunicados). Los surfistas fabrican móviles hechos con discos compactos, que entonces disfrutan su auge, y son mucho más auténticos porque no andan alardeando de sus proezas en Youtube. La policía aún no cuenta con pruebas de ADN y recurre a cosas tan engorrosas como el análisis de residuos químicos de playas prohibidas en los cabellos de los surfistas sospechosos. Patrick Swayze recurre a una especie de pesadísimo Betamax portátil para mostrarle a Keanu Reeves que tiene secuestrada a su jevita. Hoy bastaría un Smartphone.

9. Invitado coleado. Aunque no figura en los créditos al final, Tom Sizemore hace una divertidísima aparición especial como agente encubierto de la DEA en la primera película (minuto 58). Edgar Ramírez perfectamente pudo haber movido sus contactos para lograr un cameo de algún clásico del policial criollo como Pedro Lander, Daniel Alvarado o Miguelángel Landa.

10. La frase inolvidable. En la primera película, un surfista hace una afirmación inquietante acerca de agarrar una buena ola que a algunos adolescentes de aquella época jamás se nos olvidaría: “Nada se le acerca, ni siquiera el sexo”. La jevita de look extremo del filme original, Tyler (Lori Petty), lo pone en cuestión, lo que resultaba no menos impactante: “Quizás es porque no lo sabes hacer bien”.

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