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13 datos desconocidos de Leonardo da Vinci

En 2019 se cumplen quinientos años de la muerte de Leonardo da Vinci, uno de los mayores genios de la historia de la humanidad. Aquí recordamos algunas curiosidades no tan conocidas sobre su persona.

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Fotografía: Archivo

En la actualidad es imposible saberlo todo, por lo que la tendencia general de nuestro tiempo es la especialización. Pero hace cinco siglos, durante el esplendor del Renacimiento, una sola persona con la suficiente preparación y curiosidad era capaz de abarcar todo lo divino y lo humano. Leonardo da Vinci fue quizás el más insigne de estos prodigios universales. Su insaciable voracidad intelectual abrió nuevos horizontes en prácticamente todos los campos de las ciencias y las artes. El método científico, increíbles ingenios tecnológicos, descubrimientos anatómicos y algunas de las pinturas más famosas de la historia forman parte de su enorme legado.

En las próximas líneas explicaremos con detalle algunos aspectos poco conocidos de la vida y obra de este gran genio.

El genio en el diván

Leonardo nació el 15 de abril de 1452 en Vinci, a 25 kilómetros de Florencia. Era hijo ilegítimo del notario florentino ser Piero y de una campesina local llamada  Caterina. Décadas más tarde, el artista escribió que su recuerdo más temprano de infancia era un sueño en el que un ave de presa se posaba en su cuna, le abría la boca con la cola y lo golpeaba varias veces con ésta en los labios.

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Esta historia llamó la atención del padre del sicoanálisis, Sigmund Freud, quien incluso le dedicó un ensayo en 1910 en el que se guió por una mala traducción alemana que identificaba al ave del sueño como un buitre, cuando en realidad era un milano.

Obra terrorífica y perdida

Desde muy joven, Leonardo destacó por su gran destreza en la pintura e incluso se dice que superó a su primer maestro, Andrea del Verrochio. Su padre le consiguió uno de sus primeros encargos: un rostro de Medusa, el monstruo mitológico con serpientes en la cabeza y el poder de petrificar a quienes la miraban.

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El futuro genio reunió en su taller todos los reptiles y demás bichos muertos que pudo conseguir para que le sirvieran de inspiración y se enfrascó tanto en su trabajo que no se dio cuenta del hedor que despedían los cadáveres. Lamentablemente, esta obra no ha llegado hasta nuestros días.

Escritura no tan misteriosa

Es conocida la caligrafía de Leonardo,  pues solía escribir de derecha a izquierda de modo que solo podía leerse con un espejo. De allí que se la conozca como “escritura especular”.

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Aunque muchos creen que lo hacía para ocultar sus investigaciones de miradas indiscretas, lo cierto es que quizás se debía a que era zurdo (y también ambidiestro) y al escribir de este modo evitaba ensuciar la página. Tampoco era una práctica inusual en la época. El biógrafo Walter Isaacson explica que otros artistas zurdos la usaban e incluso había manuales que enseñaban como hacerlo.

Los más caros

Aunque Leonardo da Vinci realizó varias de las pinturas más emblemáticas del arte occidental, su obra en este terreno fue escasa. Según Luke Syson, conservador del MET de Nueva York, “solo se han conservado 15 pinturas que, de forma unánime, se consideran suyas del todo, de las que mínimo cuatro quedaron más o menos inacabadas”. Asimismo, es conocida su costumbre de empezar diversos proyectos y acabar pocos o ninguno, lo que los expertos atribuyen a su obsesión por abarcar demasiados campos a la vez o a algún trastorno por déficit de atención.

Leonardo no pintó mucho, pero si dibujó y escribió mucho.  Hoy se conservan 4 mil dibujos y más de 7 mil 200 páginas de anotaciones, pero se estima que quizás sean apenas una cuarta parte del total que escribió. En dichos papeles abarcó las más diversas disciplinas científicas y artísticas.

Tras la muerte del maestro, muchos de sus manuscritos se agruparon en códices. En la actualidad hay unos 25 en varias instituciones públicas de Europa y Estados Unidos. Solo uno está en manos privadas: El “Códice Leicester”, propiedad del fundador de Microsoft, Bill Gates, quien lo adquirió en 1994 por 30,8 millones de dólares, lo que lo convierte en el libro más caro del mundo.

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Y hablando de precios, también pertenece a nuestro artista la pintura más costosa jamás vendida: “Salvator Mundi”, realizada hacia 1500 y comprada por un millonario saudí en 2017 por 450,3 millones de dólares.  Actualmente se desconoce su paradero.

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Bati-renacimiento

Leonardo sintió gran fascinación por las máquinas e ideó varias a lo largo de su vida. En sus bocetos diseñó visionarios prototipos de  helicópteros, tanques, ametralladoras, paracaídas, escafandras de buceo, puentes, bicicletas y hasta ciudades. Pero prácticamente ninguna de sus creaciones salió del papel.

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Asimismo, el genio de Vinci se obsesionó por lograr poner al hombre en los cielos, estudió el vuelo de las aves y los murciélagos y diseñó el ornitóptero, un ingenio hecho de alas batientes, pedales y palancas.

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Aunque su máquina nunca llegó a volar (si bien una leyenda asegura que un criado de Leonardo lo intentó y se estrelló) tuvo una influencia importante en la cultura popular, pues el creador de “Batman”, Bob Kane, contó en cierta ocasión que usó tres referentes para crear a su célebre enmascarado: las películas “La marca del Zorro” (1920) y “The Bat Whispers” (1930)…y el ornitóptero de Leonardo da Vinci: “Vi ese dibujo cuando tenía 13 años y lo que observé parecía un hombre-murciélago», dijo Kane.

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Muy famoso y muy raro

Uno de los dibujos más famosos de Leonardo da Vinci reproduce las proporciones del ser humano perfecto. Se lo conoce como “Hombre de Vitruvio” en alusión a Marco Vitruvio Polión, un ingeniero romano del siglo I antes de Cristo y autor del único tratado de arquitectura escrito en aquella época que ha llegado hasta nosotros.

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El dibujo, fechado hacia 1490, muestra a una figura humana con las extremidades extendidas y enmarcada en un círculo (mundo espiritual) y un cuadrado (mundo físico). Es una de piezas artísticas más reproducidas de la historia, pero el original, custodiado en la Galería de la Academia de Venecia, solo se exhibe al público una vez cada 10 años por razones de conservación.

La cena

El genio de Vinci vivió durante casi dos décadas en Milán, donde desempeñó diversas tareas a las órdenes del gran duque Ludovico Sforza.  Entre sus encargos estuvo el de decorar el refectorio del convento dominico de Santa María delle Grazie con un soberbio mural de la última cena.

Leonardo trabajó en la obra entre 1495 y 1497. Pero su deseo de experimentar con técnicas novedosas (óleo y temple en lugar del tradicional fresco) no dio resultado, pues la obra empezó a deteriorarse pocas décadas después. Asimismo, diversos avatares históricos, incluyendo una bomba durante la Segunda Guerra Mundial, estuvieron a punto de destruirla. Aunque ha sido restaurado, se estima que apenas el 20% del mural original ha llegado hasta nosotros.

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Matteo Bandello, quien era un joven novicio de Santa María delle Grazie mientras se ejecutaba la obra, explicó el método de trabajo de Leonardo: “Llegaba bastante temprano, se subía al andamio y se ponía a trabajar. A veces permanecía sin soltar el pincel desde el alba hasta la caída de la tarde, pintando sin cesar y olvidándose de comer y beber. Otras veces no tocaba el pincel durante dos, tres o cuatro días, pero se pasaba varias horas delante de la obra, con los brazos cruzados, examinando y sopesando en silencio las figuras”.

Posteriormente, Bandello destacó como autor de novelas breves y una de ellas sirvió de inspiración a la famosa tragedia “Romeo y Julieta”, de William Shakespeare.

Un caballo de cinco siglos

Leonardo da Vinci no era especialmente aficionado a la escultura, pero cuando le tocó practicarla lo hizo a lo grande. Otro de los encargos que realizó en Milán fue diseñar una gigantesca estatua ecuestre en honor al padre de su protector, Ludovico Sforza.

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El genio renacentista invirtió una década en la labor. En 1491 presentó un modelo preliminar de terracota de más de siete metros de altura. Asimismo, Leonardo consiguió reunir 100 toneladas de bronce para el vaciado final. Pero los avatares políticos frustraron el proyecto, pues el bronce se fundió para fabricar cañones y cuando el rey francés Luis XII tomó Milán en 1499, sus soldados usaron el caballo de terracota para prácticas de tiro.

Tuvieron que pasar cinco siglos para que el sueño de Leonardo da Vinci se hiciera realidad. En 1999 se inauguró en Milán un caballo de bronce inspirado en el diseño de nuestro artista. La pieza, obra de la estadounidense de ascendencia japonesa Nina Akamu, mide cinco metros y es la escultura equina más alta del mundo.

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Disección centenaria

Leonardo sintió una gran fascinación por el cuerpo humano y realizó varias disecciones de cadáveres para estudiar sus secretos. El genio de Vinci efectuó diversos descubrimientos en el campo de la anatomía, en especial en relación al corazón y la circulación de la sangre. Pero la negativa del maestro a publicar y divulgar su trabajo hizo que sus hallazgos no se conocieran hasta varios siglos después de su muerte.

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Para muestra un botón: A finales de 1508, Leonardo conoció en un hospital florentino a un anciano de 100 años de edad que murió pocas horas más tarde. Tras analizar su cuerpo, el artista notó un endurecimiento y ensanchamiento de sus arterias debido a la acumulación de ciertas sustancias semejantes a placas. Había descrito por primera vez en la historia los síntomas de la arterioesclerosis.

La Gioconda al microscopio

Poco puede agregarse a todo lo que se ha dicho, teorizado y especulado sobre la que quizás sea la pintura más famosa del mundo: la Mona Lisa, también conocida como la Gioconda. Leonardo empezó a pintarla en 1503 y siguió retocándola hasta su muerte. Hoy es la estrella indiscutible del Museo del Louvre de París.

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La Mona Lisa es pequeña, pues mide apenas 77 x 53 centímetros. Pero entre sus infinitas reproducciones destaca la obra de arte más diminuta del planeta.  En 2013, científicos del Georgia Institute of Technology utilizaron un microscopio atómico y calor para fabricar la “Mini Lisa”, una réplica del cuadro de Leonardo de apenas 30 micras de ancho. Es decir, ¡la mitad de un cabello humano!

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Poderoso objeto del deseo

La idea que muchos tienen del aspecto físico de Leonardo da Vinci parte de un dibujo hecho con tiza roja conservado en la Biblioteca Real de Turín y que representa a un anciano de avanzada edad y barba blanca. Tradicionalmente se lo ha considerado un autorretrato de Leonardo, pero no hay ninguna prueba firme que lo acredite como tal. Asimismo, aunque por lo general se estima que fue hecho hacia 1512 (cuando el artista tenía 60 años), otros expertos lo datan en torno a 1490, fecha en la que Leonardo rondaba los cuarenta, lo que pondría en cuestión su condición de autorretrato .

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Sea o no un autorretrato, el poder de sugestión de la imagen es indiscutible. Incluso se dice que quienes lo observan obtienen una fuerza extraordinaria. Quizás fue por esto que el dibujo se trasladó de Turín a Roma durante la Segunda Guerra Mundial para evitar que el mismísimo Adolf Hitler, insigne buscador de objetos poderosos que lo ayudaran en su conquista del mundo, se apoderara de él.

Broma pesada

Además de artista, científico e inventor, Leonardo da Vinci también era un gran conversador y un ocurrente bromista. En 1513, mientras vivía en Roma, el maestro quedó fascinado con un lagarto que le mostró un viticultor e ideó una broma. Cuenta el biógrafo Giorgio Vasari que el artista “le pegó en el cuerpo (al lagarto) escamas de otros lagartos con una mezcla que contenía mercurio. Las escamas temblaban cuando el animal se movía. Después de ponerle ojos, cuernos y una barba, lo domesticó y lo encerró en una caja. Todos los amigos a quienes se lo mostraba echaban a correr aterrorizados”.

Muerte y misterio

Leonardo vivió la última etapa de su vida en Francia, donde contó con la protección del rey Francisco I, gran admirador de la cultura italiana y que consideraba al genio de Vinci como un padre.

Durante esos años, el maestro no dejó de investigar y crear. Se le atribuye incluso una escalera ubicada en el castillo de Chambord y diseñada como una doble espiral, de forma que dos personas que la usen simultáneamente para subir y bajar no lleguen a encontrarse.

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Poco antes de su muerte, Leonardo hizo su última anotación en una hoja conservada en la British Library de Londres. Al final de un texto sobre geometría, el maestro se detuvo repentinamente y escribió: “Perché la minestra si fredda”,  es decir, “porque la sopa se enfría”.

Leonardo da Vinci falleció en su habitación del castillo de Clos Lucé, cercano a la ciudad de Amboise, el 2 de mayo de 1519, a la edad de 67 años. Una famosa anécdota refiere que el genio expiró en los brazos del rey Francisco I.  Pero actualmente se sabe que esto no es más que una bella leyenda inspirada, quizás, en un epitafio escrito en latín por el biógrafo Giorgio Vasari y que refiere que Leonardo murió “sinu regio”, expresión que significa tanto “en el pecho de un rey” como “en el afecto de un rey”. Asimismo, está documentado que el monarca se hallaba en otro castillo cuando ocurrió el deceso.

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La tumba tradicional de Leonardo se encuentra en la capilla de San Hubert, en Amboise. Pero no es seguro que en efecto allí se conserven los restos del genio. La sepultura original se demolió en 1808 y todo lo que contenía se vendió, fundió o dispersó. Casi seis décadas más tarde, en 1863, excavaciones realizadas en el lugar sacaron a la luz un esqueleto y un cráneo que se creyeron pertenecientes a Leonardo y se inhumaron en San Hubert, donde siguen hasta la actualidad.

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