El Estímulo

Tras Luis Enrique, ¿qué y quién?

Con la confirmación del adiós de su entrenador, el FC Barcelona suma un nuevo problema a su accidentada actualidad, y es que más allá de pelear por la Liga, disputar la final de la Copa del Rey y soñar con una remontada ante el PSG, la institución catalana vive un caos en el que solamente Joan Gaspart se sentiría identificado.

Publicidad
(optasports.com)

El anuncio del míster blaugrana sorprendió a pocos –otra cosa es que se hagan pasar por sorprendidos, pero eso, como diría Carlos Salvador Bilardo, no es más que poner cara de circunstancia y hacerse el sueco. Quienes seguíamos las ruedas de prensa del entrenador podíamos coincidir en que a «Lucho» se le notaba cansado, extenuado, fundido. La prensa, con su ego multiplicado a niveles indescriptibles, ha vendido el pescado podrido que ellos agotaron al entrenador. Se equivocan. A Luis Enrique Martínez lo venció el tiempo y su propia intensidad. Vivir el oficio con tanta dedicación acaba con cualquiera, sin importar que se haya ganado tanto. Pregúntenle a Pep…

Pero más que ahondar en las razones del entrenador, pongamos la mira en el futuro inmediato de la institución que preside(?) Josep María Bartomeu.

Lionel Messi termina su contrato en julio de 2018, y por los momentos no hay confirmación oficial de que se avance en esa renovación. Andoni Zubizarreta hizo famoso aquello de que las negociaciones no se retransmiten, pero siendo Messi el activo más importante del primer equipo, el silencio de la directiva es cuando menos sospechoso. No sería de extrañar que tras el adiós del entrenador apresuren los tiempos y se firme, en cosa de un mes, la extensión del vínculo contractual con el 10.

Debo aclarar lo siguiente: la continuidad del argentino no está sujeta exclusivamente a valores económicos. Cuando Pep Guardiola, tras la obtención de la cuarta Liga de Campeones en la historia del club, aconsejó a la directiva que rodeara a Messi con los actores capaces de garantizar la estabilidad y mejoría del equipo, no lo hizo en vano. Al segundo capitán blaugrana se le conoce como un animal competitivo, y más que dinero, le atrae la posibilidad de seguir peleando por todos los títulos. Quiere y merece un sueldo acorde a su estatus, pero también desea que no se repitan episodios como que la plantilla no posea un lateral derecho ni un recambio para Sergio Busquets.

Hay que considerar otro ítem de suma importancia: la edad de la columna vertebral. Andrés Iniesta está por cumplir 33 años; Gerard Piqué acaba de llegar a los 30, meta a la que arribará Messi en un par de meses. Este mismo año, Busquets cumplirá 29 y Jordi Alba 28. No es una plantilla joven, y el rejuvenecimiento iniciado en el verano de 2016 con la llegada de Samuel Umtiti, Lucas Digne, Denis Suárez y André Gomes no ha cuajado como se planificó. De ellos, el central y Suárez son los que más rendimiento han ofrecido.

El adiós de Luis Enrique obliga a que, además de la necesaria negociación por renovar a su mejor futbolista, el club catalán deba encontrar un entrenador que promueva una nueva vuelta de tuerca al estilo, ese que se vio condicionado con la conformación del tridente Messi-Suárez-Neymar, y que, gracias a las gestiones de esta directiva, no se ha sostenido en las categorías inferiores.

Son muchos los candidatos y pocos los conocedores que pueden guiar a Bartomeu en la elección de la mejor opción. Probablemente, el entrenador que más cumple con los requisitos para ocupar ese banquillo sea Jorge Sampaoli. Su devoción por el juego posicional, así como la calidad de su staff técnico, comandado por Juan Manuel Lillo, invitan a creer en un acercamiento con el argentino, pero, contrario a la lógica, da la impresión de que esos contactos serían únicamente un saludo a la bandera: ese cuerpo técnico huele a “Guardiolismo” y eso, a Bartomeu, a su directiva y a quienes lo sostienen les produce indignación. La llegada de Sampaoli sería obra de una grandeza pocas veces vista en los más de cien años de la institución.

Es por ello que el mejor ubicado es Ernesto Valverde, actual entrenador del Athletic Club de Bilbao. Su carácter y su aparente conocimiento de la institución juegan a su favor. Valverde también es un enorme entrenador, el mismo que impidió al Barça de Luis Enrique ganar los seis torneos en un año calendario (2015) luego de batir a los catalanes en la Supercopa de España.

Ahora bien, sea Sampaoli, Valverde o cualquiera de los casi cien candidatos que promocionarán los medios, el que asuma el puesto de entrenador de la primera plantilla estará obligado a producir nuevas respuestas tácticas, con tal de impulsar así la competitividad de un grupo que ha ganado todo y que, aparentemente, no se cansa de seguir intentándolo. Y llegados a este punto es cuando la directiva catalana debe pensar muy bien qué Barcelona quieren para el futuro inmediato.

Los blaugranas, tras la llegada de Joan Laporta a la presidencia en 2003, experimentaron un retorno a las fuentes. El juego posicional que instauró Johan Cruyff encontró su éxtasis de la mano de Frank Rijkaard y Guardiola. Pero del mismo poco queda, y abajo, en las categorías formativas, por ahora no hay mucho que resaltar más que el empeño del grupo de Sandro Rosell por destruir todo lo que oliera a Cruyff y a Pep. Sin la colaboración de La Masía, el Barcelona se convierte en un equipo común, uno con los recursos económicos suficientes para comprar y comprar futbolistas, sin mayor plan que no tener plan.

Pero si por alguna de esas razones que la razón no entiende Bartomeu y sus colaboradores decidieran retornar a la identidad futbolística del club, la contratación del entrenador sumaría un nuevo requisito: debe ser alguien que conozca el juego posicional y, al mismo tiempo, promueva a los jóvenes valores de la institución. Ese panorama no parece ser más que un anhelo de los guardianes de la esencia blaugrana, aquellos señalados como “viudas de Cruyff” por el poder de siempre.

La búsqueda de un preparador es una labor harto complicada, más aún en una institución como la catalana. Un veterano periodista, cuestionado sobre las diferencias entre el Real Madrid y el Barcelona, inmortalizó aquello de que el Madrid es un equipo de jugadores y el Barça de entrenadores. En el caso blaugrana, cualquier espectador podría pensar que lo primero que se tendría en cuenta en el casting para encontrar el nuevo inquilino del banquillo es su metodología de trabajo, pero mire usted si la realidad supera a la ficción: el equipo filial dejó de lado esa máxima, hace un tiempo atrás, para servir de escaparate a los negocios de ciertos entendidos que siempre han sabido vivir de la institución.

Desde ayer, el Barcelona se está jugando el partido más importante de los últimos años: seguir siendo el equipo referencia en cuanto a juego, o ser el club de Bartomeu, Rosell, Núñez y los demás integrantes del reducido pero poderoso grupo que sienten al Barça como algo más que un club, su club.

Lo inmediato es renovar a Messi, pero, al mismo tiempo, la masa social que todavía siente como propio el club catalán debe impulsar a que su directiva, comandada Por Josep María Bartomeu defina qué tipo de club será el Barcelona de los próximos años. El primer paso será la elección del sucesor de Luis Enrique. El resto de las pistas parecen claras, pero siempre hay que dejar espacio para un golpe inesperado de timón.

Publicidad
Publicidad