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"50 kilos después": Julio Ramón era un obeso y sabe cómo dejarse de eso

Con la experiencia que dan más de 20 años lidiando con la obesidad y el foco puesto en tratar de entender las múltiples razones por las que nos convertimos en una sociedad de gordos, Julio Ramón Pérez, comediante y experto en mercadeo, presenta el interesante resultado de sus indagaciones y reflexiones sobre el tema en un libro escrito desde su nueva condición física y mental, literalmente, "50 kilos después"

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Julio Ramón Pérez renunció a lo que más tiempo ha ejercido: a ser obeso. O lo está intentando. Porque esto no es asunto de sentirse victorioso y descuidarse. Hay que estar alerta en más de un sentido. Soltar culpas, prejuicios, malos entendidos, percepciones erradas, hábitos. Y en ese tránsito, claro, perder unos cuantos kilos.

Durante más de 20 años vivió con sobrepeso. Hubo un tiempo en el que llegó a pesar más de 140 kilos y -como tantos otros- tuvo que aprender a cargar con eso, con las burlas y los chistes a costa de su masa corporal. Y aprendió a reírse de sí mismo. Como muchos, cada 1 de enero decía, «ahora sí». Hasta que se decidió, reflexionó sobre la situación, investigó, se documentó y pasó a la práctica: ahora, con 50 kilos menos, viene a contarnos sobre su experiencia y sobre todo lo que aprendió con la intención de darnos algunas pistas más allá de los manuales para rebajar y las dietas que van y vienen con las modas.

“50 kilos después”, su libro disponible en Amazon Kindle, es ambicioso: «Este proyecto busca explorar las razones históricas, antropológicas y sociológicas de cómo llegamos a ser los protagonistas de la pandemia más grande en la historia de la humanidad, pero también busca explicar las tres bases que todos necesitamos tener presentes para vivir una vida más saludable: el conocimiento emocional, la buena alimentación y la actividad física». Es el libro de alguien que encontró una manera. No es un gurú. Pero lo vivió, y lo vive a diario. Esto es «La obesidad explicada por un experto: un ex obeso».

-No eres nutricionista, ni médico. Te defines como profesional en Relaciones Internacionales, comediante, además de improvisador, payaso de hospital y experto en mercadeo. ¿Esta nueva faceta dónde te ubica? ¿Eres una especie de «gordólogo»?

-Jajajajajajaja… si nos vamos al concepto prefiero que me llamen «obesólogo». El detalle está en que durante mis años como estudiante de relaciones internacionales, comediante, payaso de hospital y experto en mercadeo, siempre estuve obeso. Es decir, si hay algo en lo que he tenido experiencia es viviendo con sobrepeso, desde los pocos kilos que tenía cuando era un pre adolescente, hasta los casi 150 kilos que llegué a pesar cerca de 2016.

Vivir como una persona obesa en nuestra sociedad actual es bastante retador, al menos para mí lo ha sido. Primero, porque de tantos nutricionistas y libros para rebajar aprendes muchísimo de nutrición pero poco acerca de cómo aplicarla en tu cuerpo. Una cosa importante a destacar es que mis años de mercadeo han sido en la industria farmacéutica, y aunque estoy extremadamente lejos de ser un profesional de la salud, eso me ha dado una base científica para entender cómo funciona el organismo, entender cómo digerir la literatura médica y explicarlo de una forma sencilla, como hubiese querido que me lo explicaran a mí.

Este libro lo escribo porque durante años me he dado cuenta (y así lo ratifica la historia) que cuando se habla de obesidad solo nos enfocamos en lo visible, es decir, en la barriga, en las piernas con celulitis y en el exceso de grasa, pero poco hacemos para entender a profundidad este problema. Y por no hacerlo terminamos repitiendo las mismas frases ridículas con las que nos hemos formado como “eres lo que comes” o “eres gordo porque quieres” porque primero “somos” y luego comemos y porque nadie en su sano juicio que sepa que solo por tener obesidad quizá tenga 10 años menos de esperanza de vida va a querer ser gordo.

-Por tu experiencia como comediante uno espera que quizás «50 kilos después» transite todo el tiempo por la senda del humor, pero no es así: es un libro serio. La pregunta suena como la del Guasón: ¿por qué tan serio?

-Sí creo que este libro transita la senda del humor, pero es mucho más serio de lo que se puede esperar, de hecho, lo conversé mucho con Rolando Díaz, comediante venezolano quien me ayudó a darle forma, a hacer un libro tan serio con sutilezas de humor. Creo que mi libro era mucho más serio, pero gracias al apoyo de Rolando y de Willy McKey, quien es el asesor editorial, la lectura resulta mucho más digerible. Además de que, por ejemplo, la introducción de los capítulos 5 y 8 son chistes de mis amigas Nadia María y Alejandra Otero, que me ayudan a ilustrar los temas de la gordura con más alegría. Finalmente, no puedo dejar de mencionar a Miliber Mancilla, quien no solo es lingüista y realizó la corrección del libro, sino que también me ayudó mucho a incluir esas sutilezas del humor y aunque no explica los chistes como lo hace en twitter, sí le da unos toques hermosos.

Ahora bien, el tema de la obesidad es supremamente serio y siento que nuestra sociedad actual se enfoca en no darle esa seriedad. Por ejemplo, cuando uno ve un reportaje acerca de la obesidad en medios o redes la gran mayoría lo hace con la misma estructura: comienzan hablando de cifras de cómo la obesidad va en aumento y cómo todos vamos a terminar obesos como los de la película de Disney «WALL E», en sillas comiendo hamburguesas y tomando refrescos; pero no hablamos del impacto de la industria de alimentos y de cómo la falta de regulaciones en ella afecta a la población. O no nos tomamos el tiempo de entender que los Homo Sapiens pasaron tanta hambre que nuestro cuerpo está más preparado para acumular grasas que para liberarlas. Es decir, que nuestro cuerpo no necesariamente está preparado para hacer dietas y que esos regímenes estrictos son la base de muchos problemas emocionales que vivimos, como la anorexia y la bulimia. O de cómo está bien visto que una persona viva obsesionada con los ejercicios solo porque “es mejor que esté obsesionado por hacer ejercicios que por ser gordo”, cuando ninguna obsesión es buena.

Lo que busco es levantar la voz y hacer entender que la obesidad no es completamente nuestra culpa, ni la solución es que salgamos corriendo a hacer ejercicios y dietas a lo loco. Sin duda alguna, tenemos responsabilidad en ser más saludables, pero eso no significa que un six pack es salud ni que comer hamburguesas es malo.

-¿Cómo se siente ser un exgordo? ¿Cuáles han sido los mayores cambios que has experimentado, además de perder toda la ropa?

-Si nos ponemos estrictos con el tema, yo sigo siendo gordo. Ya no soy obeso, pero mis cambios más importantes son que ya no sufro de hipertensión, ya no tengo problemas de azúcar en la sangre y ya no tengo problemas con mis rodillas. Además, me siento mucho más activo para moverme, especialmente con mi hijo de 5 años que cada vez demanda más de mí.

Hago esta distinción de que aun soy gordo porque de acuerdo a ciertos estándares debería bajar 12 kilos para que mi Índice de Masa Corporal sea de 25. Actualmente estoy en 28 pero no lo necesito y no quiero bajarlos porque, como te dije anteriormente, estoy súper saludable y jamás pensé llegar a este peso en mi vida. Así que si bajo más peso maravilloso, si me mantengo también y si subo me organizo para bajarlo de nuevo.

Ahora bien, si me preguntas cómo me siento emocionalmente creo que bastante parecido a como cuando tenia 50 kilos más; es decir, sí me siento contento de haber bajado todo ese peso, pero mi felicidad no está determinada por un peso en particular. Esto lo refuerzo porque la industria del adelgazamiento y la sociedad nos vende que ser flaco es igual a ser feliz y muchas personas creemos que si bajamos de peso ahora sí vamos a ser verdaderamente plenos. Bueno, yo sigo teniendo problemas, me molesto, me deprimo, lloro igual a como lo hacía obeso, la única diferencia es que si llega un ladrón a robarme voy a poder correr mucho más rápido y eso sí que me genera alegría… o al menos seguridad.

-La publicación del libro es reciente, ¿ya has tenido algún feedback que te haga pensar que has ayudado a cambiar la vida de alguien?

-Lo publiqué en enero de este año y he recibo al menos 10 comentarios de personas que se han sentido impactados positivamente acerca de lo que escribí. Te voy a transcribir un mensaje que me hicieron llegar que resume lo que creo yo que el libro puede generar: “Acabo de leer tu libro ¡INCREIBLE! Lloré, reí, me inspiré y lo más importante, aprendí. ¡Gracias!”. Que me escriban esto lo vale todo, porque lo que busco es no solo que seamos más saludables, sino también romper con el estigma de la obesidad.

-¿Cómo fue que nos convertimos en gordos? ¿Somos víctimas de la industria de los alimentos o más bien de nuestros hábitos y decisiones personales?

-Nos convertimos en gordos porque desde hace millones de años, desde la existencia de nuestro ancestro más cercano, el australophitecus; lo único que hemos hecho es pasar hambre y nuestra biología está preparada para acumular grasas para cuando vuelva la hambruna. El tema es que en la sociedad en la que actualmente vivimos difícilmente pasamos hambre. Es más, a algunos se les olvida desayunar y se ponen de mal humor, les duele la cabeza porque lo que nos sobra comida. Si a eso le sumamos que cada vez nos movemos menos gracias a la tecnología y a una industria de alimentos que tienen como principal negocio que comamos más, te podrás imaginar los resultados de esa ecuación.

Por años viví flagelándome pensando que yo era el único culpable de mi sobrepeso, pero el problema es mucho más complejo porque por un lado tenemos a la industria de alimentos que durante años nos vendió productos “sin grasa” para cuidarnos, pero nos llenó de azúcar; y por otro lado estamos nosotros los consumidores que nos quejamos de esta industria pero seguimos llenando las cadenas de comida rápida y comiendo todo tipo de comida chatarra.

Esta es una responsabilidad compartida y así debe ser asumida. Primero, para quitarle todo el peso (valga la redundancia) a los gordos como los únicos culpables y también a la industria de alimentos que también tiene su parte de responsabilidad y aunque algunos de sus actores no quieran asumirla es la realidad y así es como se debe asumir. Yo no busco estigmatizar ni cancelar a nadie, solo mostrar los hechos como son.

-Ahora que sabemos cómo fue, ¿qué sigue?

-Lo que sigue, a mi juicio, es primero que como consumidores tenemos que informarnos más que nunca, no podemos depender de las redes sociales y los medios para entender cómo debemos alimentarnos, porque a diferencia de cualquier otro problema en el mundo, todos los seres humanos tenemos en común que comemos para vivir y debemos informarnos acerca de lo que comemos. Con tanta información disponible debemos no solo formarnos, sino atacar las cosas que no sean saludables para nosotros.

Por ejemplo, gracias a ese conocimiento es que ya no se consume casi margarina, porque sabemos que es súper dañina, pero hace más de 50 años las sociedades médicas cardiovasculares del mundo recomendaban su consumo por encima de la mantequilla por ser “baja en grasas”.

Lo otro que tenemos que comenzar a tener es conciencia con nuestros gobernantes: todo líder que quiera tener un puesto de relevancia tiene que tener un plan para cambiar las condiciones en las que vivimos. Por ejemplo, el estado de Oaxaca en México que es líder en obesidad infantil, acaba de prohibir la venta de comida chatarra a menores de edad. Aunque el debate es intenso y hay quienes apoyan la medida y sus detractores tienen argumentos válidos, tenemos que proteger a nuestros hijos: que un adolescente de 14 años pueda tener acceso a tomar Coca Cola todos los días y comer combos en Mac Donald’s no es nada saludable. Creo que hasta cierto punto hay comidas chatarra que deben estar al mismo nivel del alcohol o el tabaco, porque si no atacamos el problema desde niños cuando seamos adultos será mucho más difícil. Este es un ejemplo de políticas que nos pueden ayudar.

Ahora bien, ¿qué sigue para mí? Pues seguir cuidándome y entender que mientras más diversa sea mi comida podré disfrutar de comer lechuga y espinacas y también una arepa de chicharrón con queso de mano sin ningún problema. En el equilibrio y la diversidad está el éxito.

-En una parte del libro explicas que tratas de responder a la pregunta de ¿por qué todas las mujeres piensan que están gordas? ¿De verdad encontraste esa respuesta?

-Jajajajaja, no pude responderla. De hecho, ese capítulo es completamente diferente al resto del libro porque lo que hice fue escribir un cuento corto acerca de la experiencia de varias amigas y cómo afrontaban el tema del sobrepeso en la sociedad.

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Por muchas razones la mujer ha liderado esta lucha contra la obesidad. Primero, porque las mujeres siempre se han cuidado más que los hombres en su salud en general. Segundo, porque en el siglo 20 comenzó la revolución femenina que hizo que cada vez más la mujer se empoderara en muchos aspectos de la sociedad, entre los que estaba el ideal de que la mujer solo existía para ser madre sin atender a las repercusiones en el peso y el cuerpo de ellas. Yo creo que muchas mujeres viven obsesionadas con el tema del peso, y por razones que están justificadas o no, quería hacer un homenaje a la mujer y mostrarles el punto de vista masculino en un tema tan femenino como es el cuidado del cuerpo, pero que al final, si lo vemos de cerca, el estigma que vivimos los hombres con las mujeres quizá no es tan diferente como se cree.

-¿Entre los objetivos del libro está hacer que uno esté en paz con su condición de gordo o que, por el contrario, se anime a pasar al bando de los flacos?

-Diste con la palabra clave: es estar en paz con tu condición, pero entendiendo que lo ideal es estar saludable. El estigma contra la obesidad y el sobrepeso es tan fuerte que ya los gordos no se sienten bien con su cuerpo y tampoco los flacos. ¡Cuántos flacos no he visto yo sintiéndose mal por los 4 kilos que tienen de más y sufrían y se mataban por tener ese “cuerpo perfecto” y yo al lado diciéndoles “pero estás bien, estás saludable y no necesitas bajar más de peso” y alguno de ellos me dijo “claro, a ti no te preocupa porque ya con esa obesidad te tiraste al abandono”! Lo triste es que esto sigue pasando y si no tomamos cartas en el asunto, vamos a crecer con una sociedad enferma por el cuerpo pero sin salud emocional y mucho menos física, porque ser delgado no es sinónimo de salud.

-En Venezuela abunda gente con la fea costumbre de señalarte siempre si estás más gordo, casi como si sintieran placer al hacerlo. ¿Cómo se le debe responder a esa gente?

-En mi cuenta de Instagram he creado un personaje llamado “Juanito Querendón”, que apenas te ve ni siquiera te saluda, solo te dice que estás gordo y que te ves pesadísimo. Y cuando uno le recrimina Juanito se escuda diciéndote “es que yo te lo digo porque te quiero”.

Esa costumbre la he visto no solo en Venezuela, sino en Centroamérica donde trabajé varios años, en México donde actualmente vivo y en Estados Unidos donde vive mi hermano; es decir, esto es algo que no es solo de los venezolanos. Yo creo que el silencio es la mejor respuesta a esos comentarios porque no vienen con ninguna buena intención, pero sobretodo cargan con una falta de empatía tremenda y siento que nadie debe desgastarse explicándole a ese tipo de personas lo que pasa con nuestro cuerpo y nuestra salud

-Planteas que vivimos en una sociedad que nos empuja y hace muy fácil que acumulemos sobrepeso, pero que al mismo tiempo discrimina y estigmatiza al obeso. ¿Vivimos en una trampa entonces? ¿Cómo resolvemos eso?

-Exactamente, vivimos en una trampa y creo que la única forma de resolverla es con educación. Pero no educación que hable de las mismas cifras diciendo que debemos comer lechuga con pollo y mover el cuerpo. Es que podamos entender ese dilema, que conozcamos de dónde vienen nuestros orígenes históricos, antropológicos, sociológicos, pero sobretodo, que entendamos las bases científicas de nuestra condición porque así no nos vamos a dejar de llevar por cualquier conclusión rápida.

El otro día vi un video donde una adolescente decía “si tú decidiste ser gordo…” Pero, quién en su sano juicio se levanta todas las mañanas diciendo “hoy amanecí queriendo aumentar dos kilos y por eso voy a comer como nunca”. A menos de que sufras de desnutrición o estés muy flaco, nadie quiere hacer eso.

Creo que las frases que resumen este dilema son dos. La primera viene del libro “Principios de Medicina Interna”, de Harrison, que dice sobre las causas de la obesidad que “actualmente se desconocen”, no porque no se sepa de dónde viene sino porque sus causas son tan complejas que es difícil sacar una conclusión sencilla. La segunda, la dice el doctor Luis Jiménez en su libro “El cerebro obeso”: no existe evidencia científica contundente que afirme que la obesidad es consecuencia de la falta de disciplina del paciente. Actualmente muchísima gente piensa que los gordos seguimos siéndolo por falta de disciplina. Todo esto solo se combate con educación y con el libro busco aportar mi grano de arena a la educación y espero que así todos aporten su grano de arena también. O su gramo de grasa perdida.

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