Cultura

"El acto de matar", el documental que el chavismo y la oposición deben ver

Si la violencia del venezolano era un gen no descubierto no es una discusión de este post. Pero la actuación de algunos ciudadanos (opositores y progobierno) y sobre todo el abuso criminal de las fuerzas del Estado, nos obliga a escribir sobre “The Act of killing”. El original documental que firma Joshua Oppenheimer recrea los asesinatos en masa de ciudadanos en Indonesia. 

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Doce meses necesitaron unos cuantos militares y una poderosa red de gánsteres –devenidos en paramilitares- para acabar con la vida de un millón de personas acusadas de comunistas (algunos sectores más conservadores dicen que fueron 500 mil). Sucedió entre 1965 y 1966, en Indonesia. Anwar Congo fue uno de los ejecutores más sanguinarios de esa masacre. Por petición de los directores del documental y muy orgulloso de su labor, el asesino acepta recrear las muertes de sus víctimas.
El espectador asiste entonces a una macabra fiesta, en la que Congo con su inseparable “Sancho”, el gordo Herman Koto, detalla con natural sadismo el exterminio de cualquier individuo que representase un peligro para el sistema o que simplemente se negase a formar parte del círculo de vacunas que los paramilitares impusieron.
41 años después, todos lo que participaron en esa siniestra operación no solo detentan el poder sino que están más fortalecidos, protegidos por una hermandad llamada “Juventud Pancasilia”, una fuerza al margen de la ley, que se encarga de cuidar el status quo y a sus dirigentes.

Una película dentro de una película dentro de una película

En “The Act of killing” participamos de un original ejercicio fílmico. Congo y compañía creen que están protagonizando una obra que servirá de “inspiración a las nuevas generaciones” y que, de alguna manera, justificará sus acciones pasadas. Al mismo tiempo, Oppenhaimer, con su “behind the scenes”, consigue testimonios que en cualquier lugar del mundo serían utilizados como confesiones de crímenes de guerra.
Entrevistador: Imagino que ustedes mataron a cientos de personas. Naturalmente, me gustaría saber su opinión sobre la película de propaganda. 
Anwar Congo: Para mí, esa película es lo único que me hace sentir inocente. Miro la película y me siento tranquilo.
Adi Zulkadry: ¿Eso sientes? Yo no. Pienso que es una mentira. Hasta una tortuga puede trepar en un árbol caído. Es fácil poner como malos a los comunistas después de matarlos. Esa película está diseñada para que parezcan malvados.  (…)
Anwar Congo: Pero no deberíamos hablar de eso, Adi. No deberíamos hablar mal de la película con desconocidos.
Obviamente, tales abusos no habrían sido posibles sin la complicidad de otros factores de la sociedad.
Entrevistador: Cuándo entrevistaba comunistas en su oficina, ¿qué preguntas hacía?
Ibrahim Sinik: De lo que preguntábamos, cambiábamos sus respuestas, para hacer que parecieran malos. Como editor de un periódico, mi trabajo era hacer que el público los odiara.
En 1982, Mel Gibson interpretó a un periodista que viajó a Yakarta, la capital de Indonesia, para cubrir el derrocamiento del presidente Sukarno. El largometraje se llamó “The Year of Living Dangerously” y contó con una muy hermosa Sigouney Weaver. Pero la cinta del australiano Peter Weir, que sirve como antecedente de este documental, realmente cobra vida con Linda Hunt (de hecho ganó el Óscar por esa actuación).
Hunt (esa eterna actriz secundaria, que sirvió como patrón para la diseñadora de uniformes de “Los Increíbles”) interpreta a Billy Kwan, un hombre -sí un hombre- comprometido con ciertos ideales que, a medida que pasa la película, cambia, muta o evoluciona, según como se vea. Ese cambio le sucede también a Congo y es allí cuando “The Act of killing” se convierte, de repente, en un drama; el de un hombre que al verse reflejado en la pantalla, parece sentir por primera vez las consecuencias de sus acciones.
Revelador resulta el diálogo entre el entrevistador y el “protagonista”, al revisar lo registrado durante la jornada. En la escena, Congo –que por deseo propio hace varios personajes- interpreta a un comunista a punto de morir. Desencajado, pregunta:
– ¿Crees que así sentían las personas que yo mataba?
– No, usted está ahí y sabe que esto es una película, ellos sabían que iban a morir.
No se trata de una redención. Nada más alejado de la realidad, no obstante en este particular documental el viaje al infierno de quien se creía un héroe de la revolución es tan pronunciado que, por rebote, afecta el espectador. Por extraño que suene -al menos esa fue mi experiencia-, uno también vive su travesía hasta el punto de sentir cierta angustia por el deterioro emocional de Congo.

Sin embargo, cuando uno se sacude toda la carga acumulada durante las casi dos horas de cinta y razona que está mal empatizar con los personajes, concluyes que hay algo peor de fondo: la complicidad de las autoridades locales, de los países extranjeros (en su mayoría capitalistas), que sacan beneficios de los tratos comerciales con Indonesia, el miedo de quienes sobrevivieron y esa amoralidad idéntica a la que hoy vivimos en Venezuela.
Anwar CongoMatar es el peor crimen que puedes cometer. La clave es encontrar la forma de no sentirte culpable. Se trata de encontrar la excusa correcta. Por ejemplo, si me piden que mate a alguien… Si la compensación es buena, por supuesto, lo haré, y desde mi perspectiva no está mal. Es la perspectiva que debemos creer. Porque la moral es relativa.
*Este post apareció primero en Elpulgarin.tumblr.com]]>

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