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El 16 de julio y la resolución de varios dilemas opositores

Los expertos en temas electorales, como Vicente Díaz o Félix Seijas hijo, han dado suficientes explicaciones sobre el carácter no comparativo que tuvo el acto de desobediencia ciudadana de este 16 de julio. No se le puede comparar con ninguna elección previa y debe vérsele en su justa dimensión. A mi juicio, el 16J será un parte aguas en la lucha democrática venezolana del siglo XXI.

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Foto: Antonio Hernández

Lo ocurrido este domingo 16 de julio debe vérsele en todos sus sentidos y no sólo contabilizando el número de votantes, que por cierto fue altísimo. La alternativa democrática recibió el más claro mensaje de la sociedad venezolana. Y debe actuar en consecuencia. Desde mi punto de vista creo que lo ocurrido este 16 de julio le ayuda a la dirigencia de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) a resolver algunos de los dilemas que anidan en su interior.
Salida pacífica versus golpe de Estado. Es tal vez el más claro mensaje dado por los millones de venezolanos que salieron a la calle a manifestarse en la consulta popular. Se quiere una salida pacífica, democrática y (muy importante) electoral a la crisis. El golpe de Estado no es una salida, eso lo digo yo. En realidad una salida no constitucional a la crisis sería un catalizador para profundizar la crisis. Esa opinión pública, que tantas veces es difícil de asir y que muchos políticos creen poder interpretar, fue clara en su manifiesto democrático y pacífico.
Constitución de 1999 versus constituyente de Maduro. La alternativa democrática compuesta por un variopinto liderazgo político, pero especialmente los poderes que hoy actúan apegados a la letra constitucional, Asamblea Nacional y Fiscalía General, tienen un mandato ciudadano inequívoco. Deben actuar apegados a lo que dice la Constitución y desde la letra constitucional actuar contra la dictadura que ha desconocido la Carta Magna.
Por más salidas mágicas que algunos quieren ver en la violencia, la resolución de esta crisis –insisto- no pasa por la violencia, al menos desde el lado demócrata. El 16 de julio, asimismo, dejó en evidencia una vez más que los violentos son una notable minoría. La constitución de 1999 contempla varias acciones para hacer frente a un gobierno ilegitimo, es deber de la dirigencia política darle praxis y orientar acciones que conduzcan al fin de la dictadura.
Anarquía versus conducción política. Este 16 de julio hubo una notablemente masiva participación y protagonismo ciudadano. Por primera vez, y eso es ahora parte de nuestra historia democrática, la ciudadanía sin tutela del CNE o de las FAN llevó adelante de forma exitosa una consulta electoral. A mi juicio, eso ocurrió porque detrás hubo una conducción política y un aprendizaje de procesos anteriores. Con mucha frecuencia se le quiere descalificar a la MUD señalando que sólo saben organizar procesos electorales. Pues que importante es que lo sepan hacer.
La imagen de este domingo, de millones de ciudadanos cívicamente diciendo con su presencia que quieren un cambio, es muchísimo más poderosa que un grupete de jóvenes con el rostro cubierto cerrando una vía para dejar aislados a sus propios vecinos.
Foquismo versus masas. El dilema de la lucha guerrillera impulsada por Cuba y que claramente resalta en los escritos del Che Guevara, quien hasta el momento de muerte pensaba que un foco guerrillero podría incendiar la pradera para un levantamiento popular. Creo que hoy la lucha democrática en Venezuela debe zafarse de ese dilema guevarista. Los jóvenes de la llamada Resistencia encarnan la idea del foco. El cambio con métodos no violentos lo protagonizan las masas.
Finalmente un anatema: la negociación. Recientemente el académico estadounidense David Smilde lo expresó con suma claridad, el tiempo para un diálogo en Venezuela se acabó, sólo queda la negociación. Si algo deja en claro este 16 de julio es el poder ciudadano que hoy simboliza la dirigencia democrática. La negociación, que luce inevitable, debe ser para organizar de forma pacífica la transición. Para ello debe tener dos o tres objetivos claros y precisos.
Si el gobierno y el radicalismo infantil opositor se niegan a la negociación, lo que nos queda es la violencia como modo de (ir)resolución de esta crisis. El 16 de julio una gran mayoría de ciudadanos dijo que no, que no es esa la vía.]]>

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