Opinión

“A este país se lo llevó el diablo”

¿Qué se le puede decir a alguien que toma la decisión de irse de un país en el que todo es cuesta arriba, amenazante y precario? No hay argumento posible. Lo que queda es desearle éxito

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Ilustración: Daniel Hernández
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Una querida amiga, excelente profesional y mejor ser humano, hace un mes decidió que “ya no se la calaba más”. Su empresa, otrora próspera, que daba empleo a una cantidad importante de trabajadores, cerró sus puertas, como tantas otras en Venezuela. No es la pandemia. No son las sanciones. Es el régimen de Nicolás Maduro, que como Pol Pot hizo en Camboya, no quiere dejar piedra sobre piedra.

Para su fortuna, ella tiene pasaporte de la comunidad europea. Ya antes de irse, tiene trabajo. Conversando el día que nos despedimos, me comentaba que le resultaba imposible quedarse aquí. Apartando a su familia cercana y los amigos, que desde hace más de un año los ve –por lo general- a través de una pantalla de Zoom, no encuentra nada que la ate al país. Porque todo en lo creía se le fue muriendo.

Hija de inmigrantes, su padre fue un trabajador incansable e insigne. Todo lo que alcanzó a tener, que fue bastante, lo logró por su tesón, responsabilidad, compromiso, honradez, orden y trabajo, trabajo y más trabajo. Ese tesoro de valores se los transmitió a sus hijos. Traté de convencerla de que no se fuera, que necesitábamos a gente como ella. “Yo tiré la toalla… no creas que me voy feliz, pero para mí es imposible quedarme aquí”. Alguien le dijo que por qué no emprendía en algo totalmente distinto a lo que venía haciendo y de ahí en adelante su razonamiento fue un rosario de situaciones espantosas, que todos conocemos y que muchas veces obviamos porque queremos quedarnos aquí:

“¿Cómo voy a emprender algo nuevo si registrar una empresa es misión imposible hacerlo por las vías normales?”, me preguntó. “Me niego a ‘bajarme de la mula’ ante el registrador y todos los pasos anteriores y posteriores a él, porque desde el portero cobra, aparte de que estamos en el país que más pasos burocráticos tiene en toda América Latina”, me comentó. “Y estoy segura de que es así para lograr que la gente desesperada, termine pagando”.

“Luego de que logras tener la empresa registrada, te caen encima todos los organismos ‘de control’. Y aunque tengas todo en orden, siempre van a encontrar algo, o inventar algo, que haga que nuevamente ‘negocies’. ¡Yo no quiero ‘negociar’! Si yo tengo todo en regla y pago impuestos, ¿por qué debo pagar extras, que cada día son más? ¡Hasta los bomberos, que era un cuerpo que durante casi toda mi vida consideré digno de admiración por su mística y porque los creía impolutos, cayeron en la rosca del chantaje!”.

“Me voy de aquí porque tanto si quiero importar, como si quiero exportar, me veo obligada a pagarle a uno o a varios militares… y los militares perdieron mi respeto hace rato. Son las prostitutas del régimen. Han llegado a pedirme tanto dinero, que una vez pensé que era mejor entregarles el negocio. Por eso lo cerré. Yo no gano, me tengo que ir de Venezuela, pero por mí, ni un centavo más para esos sinvergüenzas”.

“A este país se lo llevó el diablo, Carolina… Hace un par de meses, estacionada en una calle donde no había raya amarilla, me remolcaron el carro. Cuando fui a buscarlo y reclamé que había sido remolcado sin razón, la respuesta fue ‘que la raya amarilla se había borrado’. ¿Y es que acaso yo soy adivina?…”.

“Me voy de Venezuela porque aquí no hay vacunas ni esperanza de que lleguen. Al menos para el grueso de la población. Me voy porque me mata del dolor ver a personas que trabajaron toda su vida para que ahora de ancianos tengan esa burla de pensión. Me voy porque veo tantas personas que se matan trabajando para cobrar el sueldo mínimo más bajo del mundo y encima las obligan a estar ‘agradecidas a la revolución’ cuando les dan esas cajas inmundas, con productos de ínfima categoría, como son las cajas CLAP”.

“Me voy de Venezuela porque aquí el trabajo perdió su valor. El argumento de que ‘somos un país rico y el Estado está en la obligación de darte todo’ lo compró un gentío que sigue esperando que las cosas cambien para que ‘regalado’ regrese. No sé si es esperanza o estupidez, pero no me voy a quedar para averiguarlo”.

“Me voy de Venezuela, porque como tú misma dijiste en un artículo hace poco, aquí la educación murió. Yo no voy a ver la reconstrucción”.

“Me voy de Venezuela porque no soporto ya ver a los políticos cuyos intereses son meramente personales y no piensan en el país. Y a los que de verdad tienen garra, preparación y ganas de hacer bien las cosas, los hunden a punta de críticas, burlas y cayapas”.

Guardé silencio. No podía decir nada… todo lo que había dicho era cierto. Me tragué las lágrimas y le deseé buen viaje, buena suerte, buena vida. “La suerte la van a necesitar ustedes”, me respondió.

Lo escribí hace años, y lo repito hoy aquí: con cada venezolano de bien que se va, hay un pedazo de patria que se muere.

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