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Abierto de Australia, la máquina del tiempo

Melbourne nos devolvió un espectáculo que las próximas generaciones tardarán en igualar

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Fotografía: AP

Como primera parada importante del universo tenis en 2017, Australia acogió a las principales raquetas del planeta en un Grand Slam cuyo desarrollo puso un listón muy alto al resto de los Majors que adornarán el calendario.

En Melbourne vimos lo imposible; los número uno del mundo se vinieron a menos en la primera semana y otros que lucían como favoritos se apagaron en Oceanía.

Las salidas de Angelique Kerber y Andy Murray dieron inicio a murmullos que se hicieron más fuertes en la recta final del evento y que apuntaba a finales históricas.

Primero, las damas. Serena Williams nunca estará fuera de radar; sin embargo, cuando fue desplazada del trono de la WTA por Kerber en septiembre de 2016, fue fácil especular sobre si su rendimiento se vendría a menos y el éxito de la estadounidense no sería ese compañero habitual de tour.

Más complicado fue pensar que rivalizaría por el título ante su hermana, Venus. La mayor de las Williams parece destinada a ser esa viajera entre los primeros 20 lugares de la clasificación que se encargará de tumbar a altas preclasificadas, pero cuyo andar en los torneos más importantes tiene fecha de caducidad en instancias previas a la final.

Su regreso a la definición de un Grand Slam (primera vez desde Wimbledon 2009) solo fue el inicio de un fin de semana especial.

Por los caballeros, lo impensado.

Tal vez, el último baile entre dos de los mejores de la historia. Suponer que Roger Federer y Rafael Nadal jugarían por el título era tan poco probable como señalar a Denis Istomin y Mischa Zverev como los verdugos de Novak Djokovic y Murray, respectivamente.

Pero el tenis nos tenía una sorpresa de esas que agradeceremos por años.

El suizo jugó con pies ligeros en un lado del cuadro donde eliminó a tres top 10, eliminando a dos de ellos en cinco sets.

Mientras, el español volvió a dar batalla como en su mejor época, siendo aquel incansable tenista que nunca da por perdido un punto y que suele acabar con la paciencia de sus contrarios, quienes terminan sumando y sumando errores no forzados.

Saber que esas serían las finales en cada rama nos hacía pensar en la pasada década y en la juventud de aquellas raquetas. Australia fue por un fin de semana una máquina del tiempo que nos devolvió un espectáculo que las próximas generaciones tardarán en igualar.

Las Williams no sirven de autoayuda. Admitámoslo. Son seres superiores que estarán por encima del resto cada vez que lo deseen.

Sobre Federer y Nadal y su ausencia en la segunda parte de 2016 solo queda asegurar que no se fueron para planificar la actual temporada, sino para actualizar su software.

Algo sí nos queda claro, lo vivido sábado y domingo debería no volver a verse. De hecho, no sería noticia si eso no sucede, la noticia está en que se dé. Venus tiene 36 años de edad y Serena 35. Federer suma 35 calendarios, mientras que Nadal tiene 30.

Es descabellado hacerlos favoritos (salvo Serena) para lo que se juegue de ahora en adelante, o no al menos para volver a cruzarse en finales de Grand Slams.

Si este fue el último episodio, nos toca agradecer y recodar a Melbourne Park como el lugar que nos trajo al presente lo mejor del pasado.

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