Sin Categoría

¡Abran paso al colectivo de Larcamón!

Más allá de la trascendencia de devolver al Anzoátegui a la palestra del fútbol criollo, el trabajo de Larcamón ha ido dejando tempranamente un sello distintivo.

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El fútbol argentino no es solamente una notable cantera de buenos jugadores para el mundo. Con más de seis millones de personas vinculadas a la actividad, en su vientre se forman hasta 900 entrenadores cada año en más de cuarenta escuelas autorizadas por la ATFA (Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino). Ex jugadores, futbolistas que se quedaron en el camino de sus carreras, abogados, periodistas y algunos curiosos indómitos, deben cumplir 1.400 horas de estudio (presencial tres días a la semana) a lo largo de 24 meses para tener en su poder el título de entrenador.

Entre ese nutrido grupo de técnicos que luchan incansablemente por obtener una oportunidad para dirigir en un balompié altamente competitivo, se licenció Nicolás Larcamón (Lomas de Zamora, 31 años), un joven que cumplió todas las categorías inferiores en Nueva Chicago y que tragó el pedazo amargo del fútbol (las lesiones) cuando firmó contrato profesional con el club Los Andes, hasta el punto de tener que dejar las canchas y los tacos.

Pupilo íntegro de Juan Carlos Merlo, director de una de las escuelas de técnicos del continente más afamada, la Nicolás Avellaneda, Larcamón adquirió sus conocimientos en el mismo centro que lo hicieran Luis Zubeldía y Oscar Craviotto, donde también fungió labores académicas como profesor de Táctica y Estrategia. Con estudios en Europa y al lado de Juan Carlos “Nene” Díaz, conocido entrenador de categorías menores se fue abriendo paso en los banquillos hasta alcanzar la asistencia técnica en Mataderos con Nueva Chicago.

La necesidad de labrarse un nombre propio y la dura competencia en Argentina para lograrlo, aventuró al DT a venirse a Venezuela. Su cercanía con César Farías lo aproximó al Zulia FC, pero Anzoátegui pescó en río revuelto y ante la demora por encontrarle un lugar en el organigrama técnico del equipo petrolero, los porteños confiaron en él para dirigir a un temible plantel que recuperaba a los monstruos Carlos Javier López, Edwin Aguilar y Rolando Escobar.

Con una maquinaria aceitada y con muchos jugadores de experiencia, el entrenador fue trabajando y el equipo fue dando resultados hasta que los eternos problemas de pagos a los jugadores extranjeros volvieron a afectar al cuadro oriental. Sin embargo, en medio del cisma que arrastró a López a la renuncia y la negativa de jugar de los panameños hasta tanto se cancelen sus emolumentos, el estratega argentino echó mano de los chicos con menos experiencia y le dio resultado. Anzoátegui es finalista del Torneo Apertura.

Más allá de la trascendencia de devolver al Anzoátegui a la palestra del fútbol criollo, el trabajo de Larcamón ha ido dejando tempranamente un sello distintivo. Se las supo ingeniar para sacar el máximo rendimiento de los suyos sin los “caballos” y pelear con un grupo de jugadores que mezclan la experiencia de Juan Fuenmayor, Renny Vega y Charlis Ortíz, con el desparpajo de jóvenes como David Centeno o Néstor Canelón y el hambre de los canteranos Johan Cumana, Luis Mago, Manuel Medori y Luis Castillo. Con ellos, dice que no negocia un patrón de juego: les exige movilidad, agresividad e intensidad.

El 6-0 infligido a Aragua en la vuelta de las semifinales del Apertura es la pieza mejor ejecutada de las ideas que martillan la cabeza del mozo entrenador argentino. Un equipo que había encarrilado la serie apenas a los diez minutos no se agotó de acribillar a su rival hasta el último minuto de partido. No bajó nunca las revoluciones y mantuvo el tipo los noventa minutos. La presión en la salida rival, el ataque directo y en una manada armada en pocos segundos, conjugado con una alta responsabilidad de todos en labores defensivas y ofensivas, ha permitido que los nombres sean opacados por el colectivo.

Sus dirigidos demuestran en el verso la intensidad que se vive en el camerino: “No vamos a regalar nada”, “Vamos a jugarnos la vida”, dicen todos a los medios, al más puro estilo de la garra que impregna cada día una de las nuevas escuelas filosóficas del fútbol, la de Diego Simeone, de quien admite ser admirador Nicolás Larcamón. Pasión y carácter, es lo que pide el argentino a sus jugadores, quienes agradecen la oportunidad que les ha brindado el técnico para mostrar sus cualidades.

Los equipos económicamente poderosos del campeonato ya han tocado el timbre de su casa para preguntar por él. Los cantos de sirena también obedecen al manejo que ha dado al conflicto interno que tuvieron algunos miembros del plantel por impagos, que no ha afectado en lo más mínimo el desempeño de un flamante finalista del Apertura.

Con un cupo internacional asegurado, el Deportivo Anzoátegui revive los mejores tiempos con un equipo más modesto, pero también más aguerrido y voluntarioso, signos de que la idea del estratega ha sido bien digerida por todos. Independientemente del resultado de la final, ya hay mucha ganancia en lo logrado. Resta disfrutar, por lo menos dos partidos más, del paso del colectivo de Larcamón.

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