Opinión

Abril y el nuevo juego de Washington

No se ven señales de que esté en marcha una intervención o acción militar de Estados Unidos sobre Venezuela. La operación naval antidrogas en el Caribe no ha venido a desalojar a Maduro del poder. Esa es la verdad

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Abril y el juego de Washington

El último día de marzo, el gobierno de Estados Unidos puso sobre la mesa una salida política a la crisis venezolana. Este mes de abril ha sido un tiempo de incubación de dicha propuesta, a mi modo de ver, entre los diferentes actores nacionales y foráneos.

Presentado por el secretario de Estado, Mike Pompeo, como un plan para la transición en Venezuela, este documento oficializa el viraje de la política de Washington en relación con el régimen de Nicolás Maduro.

Estados Unidos ha apostado, definitivamente, a una salida política. E incluso hace gala de su fuerza militar en aras de alcanzar dicha salida, usándola como factor de disuasión. No se ven señales de que esté en marcha una intervención o acción militar de Estados Unidos sobre Venezuela.

La operación naval antidrogas en el Caribe no busca desalojar a Maduro del poder. Esa es la verdad.

El plan anunciado por Pompeo, del cual es arquitecto Elliot Abrams, representante especial de Washington para la crisis venezolana, debe entenderse como el punto neurálgico de la nueva política. Sí es significativo este hecho: Estados Unidos dejó en claro que, en medio de la crisis del coronavirus, insistirá en la transición venezolana.

Washington busca el desplazamiento de Maduro del poder por fuerzas internas del propio chavismo. Estados Unidos juega a la variable militar, en el sentido de que uniformados venezolanos fuercen la renuncia de Maduro y se abra paso, finalmente, a una transición.

No se contempla una negociación con Maduro ni con su entorno más cercano; sí con otros factores que puedan desalojarlo del poder.

Abril ha sido clave para calibrar el impacto de esta estrategia, más allá de que sea temprano para verla fructificada o desechada del todo. Se ha inoculado una línea de acción, pero no es una estrategia inmediatista.

La rápida respuesta de apoyo de los países americanos del Grupo de Lima (con Canadá, Perú, Brasil y Colombia teniendo roles principales), así como el respaldo vigoroso de varios países europeos clave, dejan en claro que Estados Unidos no sacó este plan de una chistera.

Sin apoyar directamente a Washington, en abril, el gobierno de Argentina, un aliado del chavismo, decantó su posición: en Venezuela deben realizarse nuevas elecciones presidenciales como vía para superar la crisis.

Fue algo preparado con antelación, y posiblemente la gira de Guaidó de enero-febrero haya contribuido a generar una sinergia entre América y Europa. Hasta ahora, los dos continentes no estaban alineados en cuanto a cómo propiciar el cambio democrático en Venezuela.

Para cerrar, comento tres elementos significativos. En primer término, es muy importante la propia existencia de un plan, detallado, con respuestas no solo políticas, sino también con apuntes sobre iniciativas para la reconstrucción de Venezuela en el marco de una gran coalición internacional, liderada por Estados Unidos de la mano de entes como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo.

Así las cosas, esto se conecta con el segundo aspecto significativo de este plan. Las sanciones dejaron de ser un fin en sí mismas para convertirse en factor disuasivo que pueda obligar al chavismo a tomar decisiones en torno a Maduro. Washington ya anunció su disposición a levantar todas las sanciones, si se acoge el plan para la transición.

Una tercera y última arista significativa. Este plan, indican conocedores del proceso, recoge lo que negociaron chavismo y oposición -con mediación de Noruega y respaldo de toda Europa Occidental- el año pasado. De esta manera, el plan de Washington no es un meteorito que recién cae sobre Venezuela. Sencillamente, pone sobre el papel lo que ya era objeto de conversaciones y negociaciones políticas desde 2019.

La gran diferencia es que el año pasado Washington no estaba en sintonía con un acuerdo de este tipo. Ahora, sin duda, el juego es otro.

Andrés Cañizalez

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