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Adiós al guardián del Cementerio de los Libros Olvidados

A los 55 años, ha muerto el escritor Carlos Ruiz Zafón, autor de la tetralogía El Cementerio de los libros olvidados, que no sólo se convirtió en varios de los libros de habla castellana más vendidos del mundo literario de las últimas décadas, sino también en un universo extraordinario, que jamás dejó de hacerse más rico y cautivador para sus fanáticos

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ruiz safón
Archivo

El escritor Carlos Ruiz Zafón, el guardián del Cementerio de los Libros Olvidados, murió hoy 19 de junio a los 55 años, víctima de un cáncer de colon contra el cual luchó durante los últimos dos años.

Ruiz Zafón había decidido recibir tratamiento en la ciudad de Los Ángeles, en la que residía, luego de conocer el diagnóstico, hace dos años. Se trató de una batalla que llevó a cabo en silencio y cuyo final ha consternado a sus fanáticos a lo largo y ancho del mundo. Atrás quedan no sólo una exitosa carrera literaria sino un universo asombroso que convirtió al escritor en uno de los más queridos y respetados del mundo.

“Hoy es un día muy triste para todo el equipo de Planeta que le conoció y trabajó con él durante 20 años, en los que se ha forjado una amistad que trasciende lo profesional”, declaró la editorial para anunciar el duelo por la muerte del autor, no sólo un símbolo de un nuevo tipo de fantasía gótica melancólica, sino de una celebración al amor por los libros. Con su muerte, añadió Planeta, “uno de los mejores novelistas contemporáneos”.

Nacido en Barcelona, España, en 1964, el escritor confesó, en más de una ocasión, que su infancia en la ciudad marcaría de manera indeleble su visión del mundo y, en especial, su manera de narrar. Sus libros, de una macabra y dolorosa belleza, están llenos de un aire mitológico que pone a la ciudad como principal escenario y en especial, como reflejo de la obsesión de Ruiz Zafón por el misterio y la mitología, algo que no sólo explota en su literatura para adultos, sino que ya era evidente desde sus comienzos en la juvenil.

En 1993, el escritor publicó lo que sería su primer gran éxito “El príncipe de la niebla”, que mereció el Premio Edebé de Literatura Juvenil. Ya en esta primer acercamiento a escenarios inquietantes y conmovedores, en los que combinó con habilidad elementos del gótico tradicional con una visión exquisita sobre los misterios y elementos del género de suspenso, era evidente que Ruiz Zafón tenía una especial habilidad para narrar historias complejas, dolorosas y siniestras con una asombrosa elegancia.

Para cuando escribió “La Sombra del Viento”, era obvio que el escritor ya intentaba reflexionar sobre un universo más amplio, que incorporaría todo tipo de percepciones novedosas sobre el miedo, la esperanza, el dolor y el amor.

la sombra del viento cementerio de los libros olvidados

La obra fue finalista en el premio Fernando Lara y, poco después, editorial Planeta publicó la novela gracias a la insistencia del escritor Terenci Moix. Lo demás fue un vértigo de éxito que aun resulta sorprendente: la obra se convirtió en un bestseller a ambos lados del Atlántico y en un referente inmediato de un nuevo tipo de ficción, en la que lo macabro, lo hermoso, lo romántico y cierto aire folletinesco, se combinan a partes iguales.

En el 2007, un grupo de 81 escritores y críticos la escogió como una de las grandes obras de lengua española de los últimos 25 años.

Un exquisito universo en penumbras

“Todavía recuerdo aquel amanecer en que mi padre me llevó por primera vez a visitar el Cementerio de los Libros Olvidados”. La primera frase del libro La Sombra del Viento de Ruiz Zafón asombró y conmovió a millones de lectores alrededor del mundo y convirtió a la obra (y a las que siguieron), en un fenómeno no sólo comercial, sino también emocional.

El libro, publicado en 2001, se convirtió en objeto de culto para lectores de todo el mundo y tuvo el poco frecuente privilegio, de convertirse en un mundo literario capaz de despertar el interés por la lectura, una virtud que le hizo el primer bestseller español de los primeros años del nuevo milenio, además de un tipo de ficción de extraño acento coloquial, basada en el fatalismo, la desesperación y la fantasía, todo mezclado en un universo rico y de asombrosa vastedad.

Ruiz Zafón, que jamás quiso vender los derechos de sus novelas al cine — insistió en cada oportunidad posible que La Sombra del Viento era del dominio exclusivo de la imaginación de los lectores — , dedicó un especial interés a recuperar en cada una de las historias de su tetralogía, los elementos melodramáticos del folletín, con aires de novela negra que al final adquirió un regusto evidente de puro suspenso.

Desde el misterio de un libro condenado al anonimato hasta ese gran enigma en las entrañas de Barcelona como lo es el Cementerio de los libros olvidados, la obra de Ruiz Zafón supone un paso adelante en la forma de comprender la fantasía en lengua castellana como un símbolo de cierta sensibilidad nostálgica y poderosa, una característica que convertía a cada una de sus historias en una aventura apasionante por todo tipo de registros emocionales.

Con sus referencias a una Barcelona lóbrega e inquietante, el mundo siniestro de Juan Eduardo Cirlot y Carmen Laforet, el escritor creó desde los cimientos una mirada a un recorrido por una ciudad en sombras, reverso misterioso de la real.

Si en «La Sombra del Viento», la ciudad es un personaje más, en la última obra de la serie «El laberinto de los Espíritus» (2016), lo es todo y abarca no sólo desde las desventuras de sus personajes sino hasta el centro mismo de la resolución de la trama, que la mayoría de sus lectores esperaron más de una década para conocer. Analizadas como obras hermanas, la tetralogía es en realidad un recorrido apasionante por las diferentes dimensiones de una narración cada más rica, cultivada y brillante, que remite a un trayecto a través de décadas, generaciones de personajes y al final, la nostalgia de la muerte.

Carlos Ruiz ZafónPorque Carlos Ruiz Zafón creó un universo que se sostiene sobre la percepción de la oscuridad como parte de algo más hermoso: Desde sus primeras historias, el autor brinda a su mitología una vigorosa cualidad que se hace más acentuada a medida que los escenarios se hacen más ambiciosos y sus personajes, más entrañables. Desde los escenarios misteriosos de las casas góticas, parpadeando en la negrura de la noche, hasta las calles melancólicas de la Barcelona de Posguerra, las historias de Zafón palpitan de pura belleza.

Entrañables, construidas con un pulso tan preciso como poderoso, se elevan en lo cotidiano para hablarnos de lo irreal. Para susurrar misterios entre las sombras de las calles olvidadas de la memoria, de esas narraciones a fragmentos que parecen recorrer las esperanzas, los sueños e incluso el temor. Quizás por ese motivo, para entender el mundo íntimo construido por el escritor, hay que observar con detenimiento su propia paradoja personal: Un lector de clásicos, pero también de cómics de baratillo. Un escritor de formación, enamorado de esa dulzura de lo espontáneo, de ese juego de luces y sombras de quien escribe por amor.

Más allá de lo que pueda criticarse de su obra — el costumbrismo excesivo, lo barroco que abruma —Ruiz  Zafón crea historias donde el lector añora perderse, que desea descubrir, que convierte en propias. Avanza, con un instinto infalible, entre los inevitables baches de ritmo y forma, para encontrar esa esencia que hace que el lector desee paladear sus palabras, disfrutarlas a la periferia misma de los enormes castillos de pesadilla y los villanos de folletín que pululan entre sus páginas. Y es que el lector termina identificándose, entregándose sin reservas, a sus historias, a esa particular visión del mundo de los que aman los libros, de los que están convencidos que un párrafo puede contener el universo.

Muy probablemente, es esa virtud de Ruiz Zafón para sorprender, incluso en lo simple, para enamorar, aún en lo común, lo que hace inolvidables esas grandes épicas de lo común que este guardián del Cementerio de los Libros Olvidados plasma en cada uno de sus libros. Misterios diminutos que brillan con luz propia.

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