Cultura

"Ahora que cae la niebla" desentraña vida y obra del Schindler ecuatoriano

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Entre la ficción histórica y la crónica, la novela «Ahora que cae la niebla» del autor ecuatoriano Oscar Vela desentraña la vida y obra del cuencano Manuel Antonio Muñoz Borrero, un hombre reservado y humanista que salvó a cientos de judíos de una muerte segura a manos de los nazis.«Manuel Antonio Muñoz Borrero fue un hombre muy reservado, discreto y la verdad es que nadie supo que existía, ni de la entrega de pasaportes, ni de su vida íntima en Estocolmo durante 36 años», explicó el autor, que presenta en Quito un título que le ha publicado la editorial Alfaguara.

Ganador en dos ocasiones del Premio Joaquín Gallegos Lara de Novela, en 2011 y 2015, en su octava publicación Vela ha buscado plasmar el período de la Segunda Guerra Mundial en una Suecia ambigua, visto desde el punto de vista de un diplomático y exdiplomático, a los que suma una historia romántica y mucha música.

Nacido en la ciudad ecuatoriana de Cuenca en 1891, Muñoz Borrero fue cónsul de su país en Estocolmo a partir de 1931, y diez años después envió 80 pasaportes a Estambul para ayudar a salvar a judíos de origen polaco.

Como resultado de su actuación, el cónsul ecuatoriano fue cesado en sus funciones en 1942, pero debido a que su gobierno no envió un sustituto ni las autoridades suecas le retiraron los sellos y documentación oficial -tal y como le había pedido Quito-, siguió expidiendo documentación, se calcula que más de 1.500, dijo Vela.

La historia novelada sobre el diplomático concluye un proceso de investigación y escritura de más de tres años, que le ha llevado a visitar en Suecia el mercado donde (Muñoz Borrero) se reunía con gente, su casa y la del rabino.

Y a indagar en los archivos históricos de la Cancillería ecuatoriana y los secretos de la Policía sueca, que fueron desclasificados tras su reconocimiento como personaje de la guerra.

Uno de los principales retos que reconoce el autor a la hora de enfrentarse a una personalidad como la de Muñoz Borrero, fue precisamente el de completar esos huecos de su historia y que no podíamos llenar porque los protagonistas habían muerto y hubo que recrear con ficción.

Para ello se basó en datos, cartas y testimonios a fin de poder desenmarañar lo que fue su vida y la forma en que se produjeron los hechos.

El escritor descubrió que el cónsul mantuvo una estrecha relación con el rabino de Estocolmo, Israel Jacobson, que era la persona que le proporcionaba los nombres de aquellos judíos que se acercaban a la sede comunitaria y deseaban huir del nazismo, un secreto que ambos guardaron hasta la muerte.

«El comenzó a emitir los pasaportes en 1939 y siguió haciéndolo aún cuando había sido destituido y es probable que los pasaportes iniciales que eran ilegales hayan servido» a las familias judías, comentó el escritor.

La novela presenta además una lista original de 137 nombres, «que son, al parecer, los últimos que salieron con pasaportes del campo de Bergen Belsen y recalaron en Estados Unidos».

Sobre qué le habría motivado al diplomático ecuatoriano a realizar una acción de semejante envergadura para salvar a judíos, similar a la de otro héroe que Steven Spielberg retrata en su cinta «La Lista de Schindler», Vela indica que no hay nada concluyente sino indicios.

«Lo que sí se puede inferir de su personalidad es que era un hombre muy creyente y religioso, de gran bondad, era caridad natural, pero además mantenía una relación muy estrecha con el rabino Jacobson», afirmó Vela.

Casi ninguno de los nuevos receptores de pasaportes sobrevivió porque la policía secreta sueca torpedeó la iniciativa pero, algunos que sí lo hicieron, prestaron testimonio al museo y memorial del Holocausto Yad Vashem, en Jerusalén.

Precisamente esta institución le concedió en 2011 el título de «Justo de las Naciones», el más alto reconocimiento que se entrega en Israel a personas no judías que, de forma altruista y a pesar del riesgo que corrían, contribuyeron a salvar vidas de manos de los nazis.

En esa misma línea aunque años después, en noviembre de 2018, fue la Cancillería de Ecuador la que reinstauró de manera simbólica el cargo de cónsul honorario en Estocolmo a Muñoz Borrero, en reconocimiento a sus acciones durante el Holocausto.

La novela también recoge otro secreto guardado por este hombre de gran hermetismo, como fue su relación de 26 años que mantuvo con una amante en Suecia, y con la que tuvo un hijo que siempre «observó de lejos», como «una suerte de fantasma en su vida». 

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