Venezuela

Al límite: El "break point" al que ha llegado Venezuela

En Venezuela estamos en “punto de quiebre”. Es decir en una situación de ruptura, de interrupción de nuestro desenvolvimiento interno y externo como país: de desmoronamiento total.

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Por Luis García Mora, analista político. Foto Andrés Gerlotti/El Estímulo

Excesivamente endeudados, como nos encontramos; con nuestras reservas en moneda extranjera agotadas; 85% menos de importaciones que en 2012 —$75 mil millones— es decir, prácticamente muriéndonos de hambre, como reconoce todo el mundo; con una escalofriante contracción del PIB que según el ministro de Hacienda del primer gobierno de Bachelet “deja enanos a las de la Gran Depresión y la Guerra Civil española”. Y hasta la griega. Con 85% de la población sumida en una galopante pobreza o huyendo ante esta hiperinflacion y escasez desconcertante. Estos y otros indicadores palpables desnudan ante el mundo un fracaso absoluto.

Y que según nos dicen obligan al Alto Mando Militar a responder al presidente cuando se les pregunta lo cierto y lógico:

“Estamos en punto de quiebre”. De ruptura. Ese breakpoint al que hace un tiempo el secretario general de la OEA se refería en su análisis como disparador de cualquier acción interna o externa para detener el tsunami hemisférico.

Porque el desmoronamiento se palpa.

De manera que la pregunta es qué hacer, y se la formulan hoy no solo los venezolanos de a pie envilecidos por la crisis, sino todas las cancillerías latinoamericanas. ¿Qué hacer?

¿Qué hacer con Venezuela ante esta crisis humanitaria en ciernes y en evolución de imprevistas consecuencias? Y lo primero que no se entiende ante un panorama de calamidad generalizada es la terquedad —¿ideológica, humana?— del presidente Maduro a abrir una espita de negociación.

¿Qué espera?

¿Que “después de mí el diluvio”, como el absolutista monarca francés Luis XV? Pues el diluvio llegó. Y aunque algunos de los suyos lo crean, no queda mucho tiempo para decidir. Su único punto de apoyo: el sector de las FAN con él —y algunos restos de su régimen— está ahí porque la exclusiva institucionalidad legal, constitucional, que lo soporta es la de la Presidencia de la República: fue electo con dudas, pero democráticamente, pero ese soporte se acaba en enero de 2019. Cuando finalice el actual periodo de su mandato.

Pese a los subterfugios esgrimidos después de levantar arbitrariamente ese dispositivo de poder supraconstitucional, la Constituyente, para Venezuela y el mundo todos sus actos posteriores, carecen de legitimidad.

El otro poder legítimo -que aunque vapuleado resiste sobre el espíritu de la ley-, es la Asamblea Nacional, electa en 2015. Es también el único baluarte o fortaleza fáctica de una oposición deshilachada por la tormenta.

Dos únicas instituciones, dos piedras de toque o islotes de legalidad en medio del caos, que pueden determinar lo que viene.

Y que la Fuerza Armada —fortín del pragmatismo mas pétreo— observan. Con cautela. Con tino. Intuyen que aunque parecería establecido y quieto, el caos venezolano, sí mueve. Hacia adentro, anunciando una desgracia. Afuera, cerrando todos los resquicios al régimen. Presionando una salida negociada, los más; los menos, una franca intervención internacional.

“Maduro  tiene hasta el 10 de enero la legitimidad de unas elecciones que nosotros reconocemos, pero el 10 de enero se le acaba ese mandato, y empieza uno en base a unas elecciones que no reconocemos”, acaba de decir el canciller español Josep Borrell.

Al tiempo que los cancilleres de la Unión Europea debatieron este lunes sobre la iniciativa española de tratar de reactivar un diálogo político en Venezuela y la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, anunció: “Exploraremos la posibilidad de crear un grupo de contacto para ver si se dan las condiciones para facilitar un proceso político”, sin suavizar la postura comunitaria ni renunciar a la política de sanciones ni derogar las ya existentes. Una vía para contactar con todas las partes (Gobierno, las diferentes ramas de la oposición y también algunos actores regionales e internacionales), y explorar las condiciones para iniciar un proceso político”.

Y se espera que en su próxima visita en noviembre a Cuba, el presidente del gobierno español Pedro Sánchez, se verá con su colega cubano Díaz-Canel -que reemplazó a Raul Castro-, y busque negociar una salida para Venezuela.

Los tiempos corren, avanzando hacia un comprometedor y dificultoso desenlace, que nos obligan a sopesar las únicas soluciones existentes sobre la mesa.

1- Una intervención hemisférica (o de Estados Unidos y Colombia) que, para bien o para mal, cobra cada vez más forma. Asumiendo sus poderes legítimos, la Asamblea Nacional depondría al presidente Maduro, por lo que surgiría un nuevo gobierno que solicitaría apoyo internacional para asumir el poder.

Este escenario pareciera no inquietar a quienes juegan con esta salida. Aunque genera un fuerte rechazo en los gobiernos de la región. Pues, entre otros peligros, nos colocaría en un escenario de guerra civil que desestabilizaría a Venezuela y al continente , dicen. Además tendría un elevado costo material y humano. Y en donde no se tomaría en cuenta algo decisivo: la supervivencia del chavismo. Amén de las dificultades —según los expertos— de montar una operación militar a tenor del potencial bélico venezolano.

Tanto que ya inquieta enormemente a sectores colombianos democráticos que no entienden la jugada belicista. Ya que a medida que transcurren los días, las semanas, en algunos la desesperación se acentúa.

El embajador de Colombia en Washington Francisco Santos Calderón expresó hace poco: “nosotros no tenemos misiles antiaéreos, aquí viene un Sukhoi y nos destruye la planta de Reficar, o la planta de Ecopetrol en Barranca, o la base de Palanquero y no tendremos como defendernos». Solicitaba así un presupuesto de millones de dólares para la construcción de un escudo antiaéreo. Ya que según algunos guerristas colombianos, como Julio Londoño Paredes, Maduro atiza el enfrentamiento armado. Y entonces…

Al tiempo que otros opinares mas sensatos advierten que la falta de rechazo específico y categórico a una posible intervención en Venezuela es quizás la causa de las siguientes preguntas que la lúcida periodista Maria Isabel Rueda, en el reciente reportaje “La guerra con Venezuela” en El Tiempo: “¿A qué horas llegamos a semejante imbecilidad de ponernos al frente de la tesis de que una guerra con Venezuela es factible y posible?”. “¿A qué horas Colombia se esta quedando del lado y hasta liderando a los que la consideran una opción viable”.

2- La otra opción, la interna, de salida desde la oposición.

No cuenta.De la manera mas absurda los venezolanos afrontamos esta situación con una dirigencia opositora que —por razones que no vienen a cuento en esas notas— entre otras cosas, carece de músculo operacional, de calado popular y liderazgo. Y que constituye —para sorpresa del mundo— el handicap mas negativo de la ecuación venezolana a la hora de un posible apoyo y ayuda externa.

Como lo hicieron ver hace poco los presidentes latinoamericanos entrevistados por el periodista Andrés Oppenheimer, impresionados por la parálisis de la oposición. “Hacen falta más presiones diplomáticas internacionales contra la dictadura de Venezuela, no serán efectivas si no están acompañadas de protestas callejeras y una oposición democrática cada vez más fuerte y unida”, le decía el presidente Piñera de Chile. .

Para ellos, “la oposición ha desaparecido de la escena publica”. Desde que Maduro se proclamó presidente en mayo en aquel espectáculo falaz, según algunos, la oposición ha permanecido en estado de shock. Yo diría que mas bien desapareció y se hundió en el silencio hace un año, cuando convocaron forzados por las circunstancias a las protestas contra la Constituyente de junio y luego apagaron enigmáticamente las protestas uno o dos días antes de las elecciones y ciao.

Un verdadero estropicio político. Que obliga a algunos a voltear e intentar otear la salida desde el lado del chavismo. Vivimos un escenario en el que el chavismo debe decidir si sigue la actual deriva de africanización con petróleo, —que ante los cambios tan violentos del globo en torno a los combustibles fósiles, tiene una ventana de oportunidad muy corta—. O da un giro, es decir que desde este mismo panorama un llamémoslo “grupo de influencia” los haga digerir un cambio a lo China o Vietnam.

Pero para esto, como dicen, el deseo no debe dominar el análisis. Existen hoy unas dinámicas instaladas en que con un capitalismo de estado con petróleo, en una situación como la venezolana se pueda dar el salto adelante. Sin embargo, aquí se encuentra con importantes inconvenientes. Como la inexistencia de una imprescindible burocracia informada y formada y con experiencia. Y de un capital humano capacitado. Pero sobre todo de un Programa de Ajuste Económico Estructural, del que el chavismo carece. En fin, un proceso en el que, de producirse, la oposición seria únicamente espectadora.

Más la suma de otros elementos que confluirían y que también se contabilizan en una visión pragmática del momento.

Veamos. Si tomamos en cuenta la palabra de Giordani y Hector Navarro, al menos un tercio de casi 1 billón de dólares de los ingresos petroleros que ingresaron al país en los últimos 10 años contados a partir de 2016, no tienen respaldo suficiente. Y sospechan que fueron malversados a través de importaciones ficticias y sobreprecios. U otra cifra, la de la Asamblea Nacional, que en una investigación sobre el destino de 230 mil millones de dólares asignados a la importación de alimentos entre 2008 y 2010 en el marco del control de cambios. Eso es platica. Más otra cifra de Giordani: 20-30 mil millones de dólares que según él tienen unos tercios en sus manos producto del saqueo de CADIVI.

Pregunta: ¿Cuánta plata tendría el chavismo y sus aliados —llamémoslos “empresariales”— económicos? Sin meter el narcotráfico.

Son muchos bloques económicos-financieros, claro. Ante otra interrogante: Quién controla eso, y cuánto es eso: 30-300 mil millones de dólares? Si se tiene eso o la mitad (es el análisis) y son venezolanos chavistas del primer, segundo o tercer anillo, quién tendría el mayor capital e interés en el mundo para sacar Venezuela adelante? Ellos mismos. Entonces: quiénes tienen que crear las condiciones, los caminos, para que ese botín cleptocrático regrese al país e invertirlo?

Ah, pero —si esto es cierto— para acometer una operación como esta de alto calado económico financiero sin capacidad y aun menos recursos humanos capacitados y con experiencia que le den viabilidad y sostenibilidad a cualquier proyecto de este altísimo nivel con fabricas, capaces de ponerlas a producir, etc.. Por los que aquí también se tranca el juego.

O se destranca.

Se trata de presión y mas presión.

Esperemos.

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