Venezuela

Al Límite: Resquebrajamiento de Maduro impulsa salida desde el chavismo

Se siente. Se palpa cada vez más. A medida que se acerca el 10 de enero de 2019, ese jueves enigmático que pareciera que ya está aquí, cuando vence para Venezuela y para el mundo el legitimo período presidencial de Maduro, se encienden las mas desesperadas alertas dentro del país, pero sobre todo dentro del chavismo sensato.

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Por Luis García Mora

El tiempo se acelera. Lo indica tanto la velocidad de la aceleración de la hiperinflación hacia los 30 millones por ciento, que aniquila cualquier posibilidad existencial; como el movimiento de las placas tectónicas que sostienen a Maduro. Sobre todo la plataforma militar, cuyo alto mando está más que atento al punto de quiebre que ello significa para tomar la mas importante decisión de su historia contemporánea: apoyarlo o no en una prolongación ilegitima del poder, ante Venezuela y el mundo.

Y llámese chavismo crítico u originario, acicateado por las graves circunstancias, el estamento chavista estaba obligado a reaccionar. Ya, en los últimos años —y a medida que avizoraba este vencimiento, aplastado como todo el país por la ola de odio social que lo polariza, trancando cualquier juego e impidiendo cualquier salida al conflicto— desde vastos sectores del chavismo advertían que en el sector de la oposición no se había querido encontrar una salida a la crisis, “poseídos como estaban por una sed de venganza”.

Lo que intimidaba al sector chavista a cuestionar al madurismo.

Pero ahora, sumados como todo el país ante la inaguantable incapacidad de gestión de Maduro, y la amenaza de una evidente catástrofe humanitaria, como un todo los chavistas se han terminado englobando en un único objetivo que parece sacudir los cimientos del régimen.

Dado que ha entrado en las seseras mas recalcitrantes —y con más fuerza, ante la disolución como un antiácido de la coalición de partidos opositores—, el peligro de una disolución total obliga a la búsqueda consensuada y urgente de cualquier solución que permita al chavismo existente sobrevivir.

Y para algunos, de forma inesperada, para otros no tanto, acaba de aparecer un potencialmente poderoso movimiento intrachavista que se manifiesta abiertamente ante la opinión publica, y que rechaza el “pastiche ideológico disfrazado de socialismo” que ostentan desde el poder quienes “intentan negar y minimizar una crisis que trastoca todos los ámbitos de la vida nacional”.

Representantes de ese movimiento chavista antimaduro además han entregado una carta a la OEA en la que se propone a Luis Almagro que actué como mediador y observador de un proceso de negociación amplio, con acompañamiento de organismos internacionales equilibrados e imparciales en el que estén incorporados oposición y militares, pueblo chavista y todos los sectores de la sociedad que han sido “invisibilizados”, con el fin de lograr un cambio pacifico y concertado de gobierno.

Y dar inicio a una transición.

El impacto para Maduro ha sido tremendo. Y ha reaccionado descalificándolos e intentando criminalizarlos moralmente. Sin embargo, es interesante para el análisis político que el otro factor —o número dos— del poder, Diosdado Cabello, no ha reaccionado igual. Y hasta ha sido ponderado por una de las cabezas mas importantes del movimiento, Juan Barreto, al recoger las palabras proferidas por el numero dos en el sentido de de que “es necesaria la conversación y el dialogo con aquellos que piensan distinto para reencontrarse y recuperar el debate de ideas”.

Son los hechos.

Con cara de perro desafían el momento político, obligan a pensar que es la hora de la realpolitik. Es decir de la política como la pensaba el pétreo estadista Von Bismarck, basada en los intereses más pragmáticos y las acciones más concretas para salvarnos.

Por supuesto, la respuesta de Almagro —otro bragado político práctico— ha sido que reconoce al pueblo chavista “más allá de los horrores de la dictadura”, y anuncia que recibirá en su despacho de la OEA, en fecha a ser acordada, al movimiento chavista para discutir la crisis de Venezuela.

LA DISIDENCIA FUNDAMENTAL

Para muchos, esta acumulación de energía y su explosión (o implosión) se veía venir.

Pisa el descontento con el gobierno de Maduro. Se trata de voces propias de su mundo. Y ejemplifican una energía más poderosa la necesidad de salir de él. So ex altos funcionarios y acompañantes del Chávez del 92, como Hector Navarro; algunos que fueron ministros y viceministros con vínculos orgánicos; perseguidos o presos como Nicmer Evans, que decidió separarse de “Marea Socialista” y ha expresado su voluntad de pasar a realizar acciones de articulación en otros espacios.

Evans es hoy parte de la subcomisión de conflictos del Frente Amplio, que estudia la exacerbación de la conflictividad social in crescendo. O Eulogio del Pino (que al parecer fue enchiquerado). O Víctor Alvarez, exministro de Industrias Básicas. O Felipe Pérez Martí, exministro de Planificación de Chávez.

O, como decía alguien, se trata de un conjunto de personas con entidad e influencia que procuran sacudir el orden establecido. Como Francisco Armada, ex ministro de Sanidad, máster en epidemiología y con doctorado en la Universidad John Hopkins.

El chavismo disidente. Que podríamos agrupar en varias lineas de pensamiento.

La corriente marxista que habla de un marxismo mal aplicado, como el “giordanismo” y el “navarrismo” con confrontamientos intelectuales y técnicos con Maduro ,“que atan cosas” dentro del subsuelo chavista originario y crítico.

O el que habla del “fracaso de la IV y la V República” y de que ahora deberíamos crear la “VI”. Se trata del llamado “Movimiento Amplio Desafío de Todos”, que lidera el mayor  general Miguel Rodriguez Torres, que se está pudriendo en alguna ergástula (prisión) oscura, de representación nacional con documento programático, pequeño, pero lo tiene.

Hay una pléyade de subgrupos que consideran que Maduro ha desvirtuado a Chávez. Como el otro mayor general del Ejercito, Clíver Alcalá Cordones, de peso, que ha pedido a Maduro que respete el orden legal vigente, y ha creado un grupo para protestar por la expoliación de la riqueza minera del país —Arco Minero en Guayana—. Según él, hay negocios del grupo guerrillero colombiano ELN y de mafias militares que explotan el oro, los diamantes y el coltán.

Y, según el Departamento del Tesoro estadounidense “sin control medioambiental ni de contabilidad”.

Estos grupos tiene años cocinándose, tienen expresión dentro del propio gobierno y si se fortalecen el gobierno se debilita. Su denominador común es cobrar venganza contra los que “traicionaron” a Chávez.

Como Rafael Ramírez, que él solo ya es un grupo, ya que dirigió la mayor empresa del país, PDVSA, durante 10 años, y ejecutó personalmente las políticas de Chávez, fracasadas pero que encarnó sus ideas de acercar la industria petrolera al pueblo y repartirla.

“Pagar la deuda social” es su discurso “chávezdependiente”. Esa es otra escisión, otra idea. Quiere reivindicar su gestión en relación al pueblo, al margen de la corrupción. Y “que mantuvo —como dicen– durante ese tiempo al ala militar fuera de PDVSA hasta que llegó Maduro”.

Ramírez tendría “la llave del testamento de Chávez”, sea eso lo que fuere —para muchos es “un pozo de informaciones internas mas grueso que el Sebin” (la policía política). Pero que no puede reivindicarlo para sí mismo porque la gestión fue fallida. Y hay “demasiada corrupción como lo evidencian tantos procesos penales abiertos en todo el mundo”.

Y eso no puede quitárselo de encima Rafael Ramírez. Actuó primero como precandidato presidencial del PSUV en mayo de 2018, coincidiendo con la orden de una alerta roja de Interpol interpuesta por Maduro, y en Italia le dan actualmente protección. Es el más activo con los secretos del poder. Es marxista, de familia marxista, primo del terrorista venezolano Ilich Ramirez Sánchez, conocido como “El Chacal”. Es de los que piensan que entre otras cosas hay que impedir que «el imperio se coja el país», y de los dispuestos a pegarle fuego a los pozos para impedirlo y a terminar con lo que queda.

Todos son grupos, personalidades, posturas que la grave crisis aquilata y le da tendencia ante un futuro inmediato y oscuro en el que el país y todos los que están dentro se lo juegan todo.

Y más aun cuando aumenta inclementemente la presión de la comunidad internacional que aconseja no dejar pasar a Maduro de su fecha tope.

Estas presiones apuntan a que en algún posible cambio o transición, de acuerdo con la experiencia mundial, es necesario establecer una “justicia de transición’ o “transicional” temporal que permita a la sociedad curar sus heridas. Esta práctica permitiría a las nuevas autoridades contar con el piso suficiente para lograr el avance y desarrollo del país.

Esa justicia transicional tendría que incluir una “amnistía penal» que garantice la gobernabilidad, aunque ello mortifique a algunos opositores más radicales y haga necesaria una política comunicacional eficaz, efectiva, acorde con esos momentos extraordinarios. En este sentido el chavismo sensato, llamémoslo “originario” o “de transición”, acaba de dar un paso adelante inconmensurable.

Decía Felipe González respecto a Colombia que a raíz de la firma del tratado de paz hace pocos meses que “si para conseguir la paz hay que aplazar a la justicia, será una paz relativa, pero si para conseguir la justicia tienen que seguir muriendo colombianos no se habrá hecho justicia”.

Son palabras que retumban en el momento venezolano.

En que el resultado final de este reencuentro y reconocimiento de la sociedad en torno a una salida consensuada, de acuerdo al chavismo crítico, debe ser un marco de reconciliación con acuerdos mínimos para dar apertura a un gobierno de concertación y unidad nacional.

Lo que demanda deponer viejas rencillas y diferencias.

Que es lo que piden todos. Porque quizás, de alguna manera en mancomunidad, aquí y ahora, todos somos presos políticos.

Y será la justicia y no la venganza el bálsamo sanador.

Esperamos.

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