Opinión

ANC: el cierre de un ciclo infértil

Nacida -y ahora sentenciada- por la voluntad de Nicolás Maduro, la Asamblea Nacional Constituyente cesará sus funciones en diciembre próximo. En este escrito, el analista político Andrés Cañizález sostiene que su intespectivo final e improductiva actuación ponen al desnudo que entre sus objetivos jamás estuvo darle forma a una nueva Constitución

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En fecha reciente, Nicolás Maduro anunció que la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) llegará a su fin este mes de diciembre. Se cerrará un ciclo para esta instancia que el propio chavismo calificó de “supraconstitucional”. Y es casi un hecho de que el país no tendrá una nueva Constitución para sustituir a la carta magna vigente desde 1999.

No luce posible algo que ha sido comentado por algunos periodistas y analistas, respecto de sacar a la carrera el texto de una nueva Constitución y que este se someta a votación el venidero 6 de diciembre. El 6D habría, según este pronóstico, una votación para los diputados de la Asamblea Nacional y una consulta sobre si se aprueba o no un nuevo constitucional.

Inviabilidad

Sabemos que el chavismo es capaz de cualquier cabriola y que, a fin de cuentas, en la Venezuela actual las instituciones se manejan como plastilina. Empero, no parece ser que ese termine siendo el cierre del particular ciclo constituyente.

Lanzar la iniciativa de una nueva Asamblea Nacional Constituyente (ANC), si volvemos la vista tres años atrás, fue en realidad una respuesta política al marco de conflictividad y represión que se vivía en abril-julio de 2017. Nunca fue su finalidad aprobar una nueva Constitución.

Por un lado, la convocatoria de la ANC le permitía al mismo régimen que ejercía una cruenta represión de la protesta, dar una señal de que abría una puerta de entendimiento político. “La Constituyente de la paz”, fue el bautismo que le dio el discurso oficial.

Ni el país, ni en el seno del propio oficialismo, se planteaba reclamo alguno por una nueva carta magna. Incluso, para muchos chavistas de base el gran desafío era -y sigue siendo- que se aplique al pie de la letra la Constitución de 1999.

Moldeable y adaptable

Para el gobierno, entretanto, ha quedado en claro que la palabra constitucional se puede moldear, adaptar o incluso obviar, si se tiene el control del resto de las instituciones del Estado.

La experiencia de estos últimos años ha dejado en evidencia que si se dispone de un Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) afín, en realidad no es necesaria una nueva Constitución. Ello, debido a que la actual se puede interpretar para generar decisiones que terminen favoreciendo (como ocurre siempre desde hace años) al Poder Ejecutivo.

No es una necesidad clara que el chavismo en el poder requiera de una nueva Constitución. La actual no representa, ciertamente, una camisa de fuerza.

La voluntad de Maduro

La actual ANC nace y cesa por decisión de Maduro. Esto es importante no perderlo de vista. Es, a fin de cuentas, la iniciativa del presidente y allí, como integrantes de ese cuerpo, están personas que le son afines, en su gran mayoría.

Fue Maduro quien invocó una ANC, en abril de 2017. Y es él mismo quien, en agosto de 2020, le participa al país y al presidente de ese cuerpo, Diosdado Cabello, que cesarán sus funciones en diciembre de este año.

Todo apunta a que el chavismo tendrá una nueva Asamblea Nacional hecha a su medida a partir del 6 de diciembre. Se combinarán varios factores. Los principales: un nuevo Consejo Nacional Electoral aliado, una oposición leal y un nuevo esquema de contar con partidos “opositores” o “chavistas” recientemente descabezados por el TSJ. El tarjetón será plural en términos de colores y símbolos, pero hegemónico en su resultado previsible.

La pieza faltante

El Parlamento es la pieza que le hace falta al chavismo para lograr el control total de las instituciones. La ANC o el TSJ blindaron decisiones del Poder Ejecutivo. Este se ha saltado continuamente la aprobación legislativa, pero eso ya no sería necesario luego de las votaciones parlamentarias del 6D.

Teniendo dominio, desde la Asamblea Nacional, de la emisión de leyes, contratación de deuda y designación de otros poderes públicos, entre otros atributos, no será necesario contar con una ANC que, si bien no avanzó en aprobar artículos de una nueva Constitución, en la práctica funcionó como un poder de facto.

“Legislar” en el vacío

Salvo en las primeras semanas de su funcionamiento, cuando algunas sesiones fueron transmitidas por la televisión oficial, en 2017, en los últimos tres años no hemos tenido ninguna noticia de que se haya aprobado algún artículo o conjunto de artículos constitucionales.

No parece factible pensar que sí se tenga un nuevo texto constitucional y que a estas alturas sea totalmente secreto. El cierre de este ciclo de funcionamiento de la ANC, sin que concluya con una nueva Constitución, desnudará en realidad lo que fue su origen y razón de ser: nunca se buscó impulsar una nueva carta magna.

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