Venezuela

Apagón en el HCU: “Sí hubo muertes”

Lo que comenzó como un corte de electricidad el jueves 7 de marzo se convirtió en una falla eléctrica sin precedentes en Venezuela. Por más de 80 horas, zonas del país se mantuvieron a oscuras, con comida en la nevera a riesgo y con precios en monedas extranjeras en los establecimientos. Hubo entierros a luz de las velas y noches de insomnio, pero para los pacientes en hospitales la oscuridad trajo consigo la incertidumbre de la vida y la muerte

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Daniel Hernández

Las condiciones sanitarias en Venezuela no han sido óptimas durante los últimos años y los profesionales de la salud han tenido que atender a sus pacientes con lo que tienen. En noviembre de 2017, la Asamblea Nacional de Venezuela declaró la emergencia sanitaria en el país después de un debate sobre la situación de la salud tras la reaparición, luego de 10 años de erradicación, de enfermedades como la malaria, difteria, sarna y paludismo. Un año después, la Encuesta Nacional de Hospitales demostró que 88% de 104 centros de salud presentaron fallas en medicamentos e insumos.

Pero los números no se quedaron solo con eso: 100% de los laboratorios clínicos presentaron fallas o prestaron un servicio intermitente a los pacientes, 96% de los servicios de nutrición hospitalaria no estaban activos, 66% de los servicios pediátricos no contaban con fórmulas para recién nacidos, 59% de las camas de los hospitales no estaban operativas, 53% de los pabellones de los centros de salud públicos del país no funcionaban, 79% de ellos no tenían servicio de agua y 51% de los hospitales no contaban con los recursos para atender emergencias.

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Ese escenario no mejoró y en la oscuridad que trajo consigo el apagón nacional, menos. El Hospital Clínico Universitario de Caracas fue referencia mundial en atención al paciente y especialización médica en el pasado y si antes era un ejemplo de salud pública, ahora quienes se atienden en el recinto pasan por un camino que más que curarlos puede empeorar la condición por la que asisten.  Sin electricidad, los médicos que laboran en el centro tuvieron que armar un plan de contingencia sin ninguna directriz de la dirección del hospital o del ministro de Salud, Carlos Alvarado.

La organización Médicos por la Salud se encargó, junto al diputado a la Asamblea Nacional, José Manuel Olivares, de contabilizar los fallecidos durante el apagón que vivió el país y que se extendió por más de dos días. Para el 13 de marzo ya la cuenta se situaba en 26 muertes y de un monitoreo in situ sobre 40 hospitales, 31% de ellos contaba con una planta eléctrica y 50% tenía suministro de agua.

María Eugenia Landaeta es la jefa del servicio de infectología del Hospital Clínico Universitario y Martín Carballo es un infectólogo del mismo hospital. Ganan menos de sueldo mínimo, cifran su salario cerca de los 15.000 bolívares soberanos.

“Nadie puede vivir de eso, nosotros vivimos de la práctica privada que también está muy detenida hoy en día. Aquí es imposible sobrevivir con la práctica pública”, dice ella.

Antes de iniciar la entrevista contaban la cantidad de camas operativas en el hospital de las 1.200 que tiene: únicamente 300 están en uso.

¿Cómo se mantuvo el hospital durante el apagón?

María Eugenia Landaeta: La planta eléctrica del HCU arrancó a las tres de la madrugada del día siguiente al apagón. Es decir que desde las 5 de la tarde que empezó hasta las 3 de la madrugada no tuvimos electricidad en el hospital. Los pacientes de terapia intensiva y los que estaban en condiciones críticas tuvieron que ser bajados a la emergencia, se hizo un plan de contingencia en donde todos los médicos que estaban de guardia estaban ahí y ayudaron con los pacientes más críticos.

Hubo fallas en la ventilación mecánica, en los temas de los aparatos electrónicos y hubo fallecimientos de pacientes. No puedo decir la cifra exacta pero en el servicio nuestro tuvimos una paciente que sufrió una complicación y mientras se logró bajar a emergencia para atenderla, falleció. Sí hubo muertes pero no tenemos cifra exacta porque es difícil de saber.

Luego de eso se estabilizaron las cosas con la planta eléctrica del hospital que funcionó más o menos bien, pese a que hubo intermitencias. Se hicieron planes para los días subsiguientes en los que se reforzaron las guardias, se dieron de alta al mayor número posible de pacientes para solamente quedarnos con los que verdaderamente ameritaban la hospitalización. Luego las cosas comenzaron a “normalizarse” al estado en donde no tenemos medicamentos, los insumos los traen los pacientes, el laboratorio está restringido y solo hace algunas pruebas en algunos momentos, la mitad de los días no hay agua.

Martín Carballo: Es decir, poco a poco llegamos al estado horrible en el que estábamos antes del apagón.

¿Ahora tienen agua?

M.E.L: Desde el 14 de marzo tenemos poco.  No tenemos bombeo de agua sino que entra por difusión pasiva y solo los pisos bajos tienen ese chorrito, los demás probablemente están sin agua. Nosotros tenemos un racionamiento que ocurre los días domingo, lunes y martes. De hecho solo tenemos agua por tuberías desde el miércoles hasta el sábado y eso en el mejor de los casos, porque hay veces que falta por más tiempo y los tanques del hospital no tienen capacidad suficiente porque fueron construidos en una época en la que no faltaba el agua.

M.C: También ten en cuenta que nosotros estamos en el primer piso y a veces tenemos agua cuando el hospital no tiene.

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Comenta que durante y después del apagón se organizaron por guardias, ¿cuántos médicos había por turno?

M.E.L: Lo que pasa es que depende del servicio porque algunos tienen un solo residente de guardia como nosotros pero se reforzaban durante el día con una o dos personas más. Los servicios que tienen guardia de tres o cuatro médicos, me imagino que esos fueron los que trabajaron.

M.C: En este país hay una crisis de recursos humanos. Antes había muchísimos médicos, se hacían concursos para entrar en una especialidad y había que concursar y quedaban solo un porcentaje, en cambio ahora no se llegan a cubrir los cupos. Hay menos médicos de los que necesitamos, casi  todos los que se gradúan se van del país. Nuestro servicio es una excepción porque en ese sentido tenemos una cantidad importante de médicos, pero la mayoría de los servicios sufre porque no tienen material humano.

¿Pero el gobierno o la dirección del hospital dieron alguna directriz para ese plan de contingencia?

M.E.L: No. Cada servicio hizo su plan. Ya nosotros lo habíamos conversado en los departamentos para ver cómo iba a ser. El departamento de medicina había elaborado unas listas de guardia por el departamento porque hay servicios que están fallando en el número de médicos de guardia. Hubo una cosas que ellos llamaron “sala situacional” en donde se comunicaron con nosotros y nos preguntaron cómo nos habíamos organizado, eso fue todo. No nos dieron pautas ni directrices, no trajeron insumos, eso no ocurrió.

Durante el apagón hubo pacientes que estuvieron en la morgue más tiempo del debido porque también hay que pensar cómo hace un familiar para trasladar a un paciente fallecido cuando no hay luz y necesitas conseguir permisos de alcaldía y de defunción cuando las oficinas del gobierno están cerradas por órdenes del mismo gobierno. Eso se retrasó pero las fallas en el funcionamiento no lo conocemos.

M.C: No hubo ninguna demostración de preocupación por las cosas que pasan. Hasta noviembre del año pasado más o menos pasamos casi dos años que en este hospital, según uno de los más importantes del país, no había ni hematología. No funciona el laboratorio y ni el ministerio ni la dirección del hospital se preocupan activamente por eso. Si das recorrido por el hospital hay salas cerradas sin ningún paciente.

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¿La planta duró hasta que la luz se estableció?

M.E.L: Esas plantas son de gasoil y para conseguirlo a veces es difícil. Hubo momentos en que se apagaba, pero más o menos se cubrieron las necesidades, la planta está diseñada para dar electricidad a ciertas partes del hospital: terapia intensiva,  quirófanos y emergencias y algunos servicios prioritarios pero no para todo porque es un hospital muy grande. Además esas plantas son muy viejas.

M.C: Antes de que se fuera la luz, no teníamos ningún ascensor. Los pacientes suben por las rampas hasta el piso 10 u 11, el que sea necesario. Afortunadamente nosotros estamos en los primeros pisos y no nos afecta tanto pero imagínate pacientes embarazadas en trabajo de parto que tienen que llegar hasta el piso 10.

De hecho en la contingencia la sala de parto se bajó a la emergencia y ahí se atendieron los partos. Los pacientes de diálisis tienen que subir al piso 11 y por supuesto en estos días no se ha dado diálisis en el hospital.

Organizaciones como Médicos por la Salud habló de 26 muertes para el viernes 15 de marzo, pero desde los primeros días del apagón el ministro de Salud, Carlos Alvarado las negó y dijo que son falsas…

M.E.L: Yo creo que sí son falsas, creo que es una subestimación porque creo que hubo más fallecimientos de los reportados por el hecho de que es difícil la comunicación entre los médicos.

M.C: Pero es tan difícil decir que una persona se murió por el apagón… aquí se nos murió una paciente que tenía SIDA, desnutrida y no se pudo atender, pero yo no puedo garantizarte que si no se hubiese ido la luz no habría muerto. Yo no sé. Me parece que es irrelevante contar la cantidad de muertos porque es que es inconcebible que un hospital no tenga luz o agua. No se puede decir “bueno tienen agua, no se murieron”, no.

La crisis de salud es muy antigua, desde hace años. No es que todo estaba bien, vino el apagón y ahora estamos mal no. El laboratorio estuvo dos años sin funcionar, por ejemplo. Hace meses que la comida que se les da a nuestros pacientes es una cosa horrible, lentejas con arroz y no tienen ningún tipo de requerimiento nutricional. No tenemos dotación de alimentos para pacientes de este hospital. Nosotros hemos visto desde hace años cómo los pacientes que entraban aquí bajaban de peso en lugar de aumentar.

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M.E.L: Y es un problema estructural y va más allá del apagón. Aquí han pasado directores y juntas directivas y el hospital sigue en las mismas, yo creo que ellos no pueden resolver el problema del HCU, no tienen capacidad de resolución en ninguna circunstancia. Entonces seguimos igual que como estábamos antes del apagón, sin insumos, sin medicamentos, con personal incompleto, la gente no tiene como pagar el transporte. Y ni hablar de las consideraciones especiales… pacientes diabéticos, pacientes renales que tienen dietas especiales, eso no existe aquí. Más bien los nutricionistas se han ido, desesperados porque no pueden hacer nada. Pasamos de 40 personas a 8-9 nutricionistas en dos años que tenemos en esta gravedad.

Yo creo que los que estamos todavía aquí es por terquedad, estoy convencida de eso. De no dejarles a ellos los espacios que nosotros hemos conquistado con tanto sacrificio. En la universidad tenemos la carrera de medicina y los profesores de la universidad también estamos por la formación.

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¿Y sí hay esperanza en la generación de relevo?

M.E.L: Yo creo que sí porque  más que todo uno les a buscar la información. Entonces puedes buscarla en las peores condiciones posibles, la destreza manual ha afectado postgrados como cirugía o traumatología porque necesitan operar y operan poco.

Pero nuestros médicos que son clínicos sí se forman bien. Son indestructibles, trabajan sin nada, pasan días sin comer, sin agua e igual hacen el trabajo. La parte clínica es mucho mejor que la quirúrgica en el sentido de que tú ves el paciente, discutes el caso, intentas hacer el mejor diagnostico posible, discutes los esquemas de tratamiento que deberían ser y también aplicas medicina de guerra: ¿qué hacemos con lo que tenemos para mejorar a este paciente?

Insistimos en dar clases, en estudiar, en actualizarnos. Nosotros necesitamos que nuestros residentes tengan una buena formación y en cualquier sitio en donde se desempeñen lo hagan bien. Y así ha sucedido, los infectólogos que se han ido a trabajar fuera han sido bien apreciados por su buena formación.

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