Cultura

Arianna Arteaga Quintero, la terquedad del arraigo

La periodista, viajera y fotógrafa venezolana, mostrará su trabajo en Miami este fin de semana en un encuentro en el que estarán a la venta sus piezas en nuevos materiales.

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Fotografías: Cortesía Arianna Arteaga Quintero

finales del año pasado, Arianna recibió un mensaje inusual pero preciso: una empresa extranjera quería representarla. Art Alive, con sede en Miami, la contactó para proponerle una alianza que le permitiría llevar a otro nivel las impresiones de sus fotos.

Le enviaron pruebas hasta Caracas, en las que experimentaban con diferentes texturas y materiales que emocionaron a la pequeña comeflor, autora de Guachipira, el libro de cuento para niños. Así nació este encuentro, exposición y venta en el Desing District, este sábado 27 y domingo 28 de enero.

“Van a encontrarse conmigo mostrando mi trabajo, casi como si lo estuviera mostrando en mi casa” dice Quintero sobre el evento, y está segura de eso porque deja la puerta abierta de su hogar a sus seguidores en las redes sociales.

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Arianna toma café en taza de peltre, recién molido y con agua caliente sin hervir. Es su ritual mañanero, bien temprano, viendo al Ávila desde el balcón descubierto de su casa, mientras Gabo, el responsable de que sus relatos siempre sean en plural, sigue durmiendo, y Catalina y Clotilde, su perra y su gata, respectivamente, la acompañan en la contemplación de la montaña más constante de su vida.

Aunque es una ceremonia íntima, no siempre la guarda para su privacidad, al contrario, cualquiera que la sigue en Instagram se sabe sus mañas -porque las dice-, la ha visto sin maquillaje -como suele andar sobre sus patas calientes-, y le conocen la pijama y la bata de baño.

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Su espontaneidad sin filtro ni pena es, no solo el sello de su imagen pública, sino de su impronta como artista, pedacitos de su alma, como afirma, que van “a los nostálgicos, a los que buscan la luz”.

Esa cosa luminosa ha estado con ella desde los 14 años, pero recién hace seis, cuando empezó como profesora de la Escuela Foto Arte, tomó conciencia de su visión y técnica como fotógrafa, más allá del oficio en el que comenzó a hacer fotos porque las necesitaban para los artículos que escribía para diversas publicaciones cuando comenzó su carrera profesional.

Es la única hija de Valentina Quintero, la periodista con la que los venezolanos han recorrido el país desde Bitácora, su guía de viajes, sus programas de radio y Dos de viaje, la serie documental en la que ambas comparten protagonismo y que está rodando su segunda temporada. 

A esto de ser hija única, Arianna le atribuye la intimidad que transmiten sus fotos: “yo me paro a las 5 de la mañana a buscar desde dónde quiero hacer la foto o me instalo en una piedrita a hacerle fotos al mar, todos esos son momentos muy solitarios, muy míos, que como soy hija única viajaba mucho sola para hacerlos”.

De viajar, lo que esta caraqueña nacida en Boston ha hecho su forma de vida, tiene mucha “curiosidad ‘insaciable’ -recita de memoria haciendo especial énfasis en cada una de las sílabas-, como dice mi abuelita Ana Carlota”.

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Ante la pregunta ¿qué estás buscando en tu empeño por recorrer caminos? responde entre carcajadas cómplices “lo que no se me ha perdido”, y un segundo después retoma la seriedad pertinente para afirmar que nada tiene que ver con la trascendencia, sino con conectar, “busco a través de lo que no es igual a mí y de lo que sí lo es, cuál es mi posición dentro de todo eso”.

“Eso” puede ser desde la majestuosidad de la naturaleza que le recuerda lo pequeña que es, hasta lo imponente de los paisajes remotos de Nueva Zelanda o Vietnam. Pero también, tener una postura crítica ante el gobierno venezolano.

Participó activamente en las protestas del 2017 y, aunque sintió mucho temor, está convencida de que “las cosas que realmente valen la pena en la vida, producen mucho miedo y hay que hacerlas. Hay que seguirlos criticando frontalmente, de la misma manera en que siento como obligación y deber hablar de lo más hermoso de mi país, también es menester dar a conocer las atrocidades de esta gente”.

Son funciones adquiridas por ser una especie de embajadora sentimental de Venezuela, rol que asume “con mucho cariño y me honra profundamente, es mi país, la geografía que me dio todo, el gentilicio que me hace sonreír, que me mueve la fibra más profunda”.

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En honor a eso, Arianna, con las puntas rosadas de su cabello rulo, los animales tatuados que le recorren el cuerpo y sus ojos rasgados que se esconden para no robarle protagonismo a su sonrisa, siente la responsabilidad de compartir con otros la luz mágica que ella ve, “nosotros necesitamos levantarnos el autoestima, saber que no somos solamente el desastre, la debacle, también somos gente hermosa, trabajadora, también tenemos luz, y es importante que conectemos con eso”, dice convencida de que si a través de su trabajo puede lograr que otros conecten con esa idea, es lo mejor que puede hacer.

Con amapuches gratis, es parte de la invitación al evento de este fin de semana, en la que Arianna sostiene una de sus obras, vestida con una franela de rayas, con sus lentes de montura naranja y posa en el jardín de su edificio, una foto sencilla cargada de cariño y muchísimo trabajo, dedicación incansable por mostrar lo que muchos hacen  y pocos ven, pero que tanto bien le hace a un país que sigue con pulso, aunque lo asfixien, por la constancia de quienes como Arianna Arteaga Quintero confían en que no hay otra manera de afrontar la crisis sino con la terquedad del arraigo, con “la fiel y absoluta creencia de que el arraigo nos va a levantar”.

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