Venezuela

La iglesia otra de las víctimas del chavismo en Venezuela

Canciones de salsa y diatribas resonaron por bocinas durante días enfrente de una iglesia colonial en uno de los barrios más difíciles de Venezuela. La meta era acallar a monseñor Héctor Lunar, sacerdote que no tiene pelos en la lengua al momento de criticar al presidente Nicolás Maduro, ni siquiera desde el púlpito. Una noche la fachada rosada del templo fue vandalizada con unas letras oscuras: "HECTOR LUNAR _ PEDÓFILO _ TERRORISTA".

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Fotografía: AP

Si bien está cansado de escuchar insultos, Lunar dijo que no siente necesidad de defenderse. Sus feligreses le muestran apoyo, dice, al seguir asistiendo a la Iglesia, al saber que los ataques basados en los escándalos de abuso sexual que sacuden a la Iglesia católica provienen de militantes leales a Maduro que quieren desacreditarlo.

«No tienen de donde agarrarse», dijo Lunar.

«Seguimos aquí firmes y adelante con esta lucha porque este país tiene que cambiar».

El conflicto que ocurre en Petare, uno de los barrios más grandes de Latinoamérica, resalta el papel crucial que ha jugado la Iglesia católica conforme la crisis política en Venezuela se ha ido desarrollando. También destaca las divisiones entre el clero local y el Vaticano sobre la mejor manera de confrontar a Maduro.

Mientras que los obispos venezolanos han estado encabezando los pedidos de renuncia de Maduro, instando a boicotear lo que consideran la elección presidencial ilegítima del año pasado y denunciando los abusos de derechos humanos del gobierno, el Vaticano ha tenido una postura más suave. El papa Francisco sorprendió a muchos al enviar un emisario a la toma de poder del socialista, ceremonia a la que fueron muy pocos países.

Esto ocurre mientras el colapso político y económico en Venezuela está llegando a un punto crítico.

El líder de la oposición Juan Guaidó, como presidente de la Asamblea Nacional, y posteriormente juramentado presidente encargado, salió a relucir en enero al lanzar la primera postulación viable en años para cambiar el curso de Venezuela tras dos décadas de debacle socialista.

Desde entonces, Guaidó ha logrado el respaldo de Estados Unidos y 55 países que exigen que Maduro abandone el poder.

Una de las tantas batallas políticas se libra en la iglesia de Lunar, Dulce Nombre de Jesús, en la periferia de Petare, donde viven unas 400.000 personas atiborradas en miles de casas de ladrillos pintadas con colores brillantes que cubren las laderas de Caracas y se extienden hasta donde alcanza la vista.

Se trata de un asentamiento humano conocido por su pobreza y alto índice de crimen donde el agua potable escasea y los apagones son frecuentes. Lunar, de 39 años de edad, dijo que durante sus visitas al interior de Petaré ha visto niños con hambre y residentes que se mueren en casa porque no tienen dinero para comprar medicamentos. Muchos de sus feligreses jóvenes han resultado heridos tras enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. «La misa es misa, pero ha habido momentos en los que, sí, he tenido que hablar sobre el asunto social del país. Es imposible no hacerlo», dijo Lunar sobre sus sermones. «El asunto es una persona que se llama Nicolás Maduro.»

Maduro se rehúsa a dejar el poder y acusa a la Casa Blanca de montar un golpe en su contra para beneficiarse del petróleo del país, que tiene las reservas más grandes del mundo.

El dirigente ha pedido la intervención del papa Francisco ahora que su gobierno esta peligrando desde adentro, así como por una creciente coalición de gobiernos extranjeros.

Nicolás Maduro recibió con los brazos abiertos al emisario del Vaticano, el monseñor polaco George Koovakod, cuando llegó a su ceremonia de toma de mando el 10 de enero, que marcó el inicio de su segundo período – el cual ha sido calificado de ilegítimo tras una elección en la que se prohibió la participación de todos los rivales y partidos políticos más populares.

Muchos vieron el envío del representante del Vaticano a la toma de posesión de Maduro como un gesto de buena voluntad con el fin de mantener una puerta abierta con el gobierno – en caso de que la Iglesia llegara a jugar un papel de mediador de la crisis.

Sin embargo, el papa argentino desde entonces ha rechazado el pedido de Maduro de ayudarle a reiniciar las negociaciones con la oposición, diciendo que el Vaticano solo actuaría si ambos lados le piden que intervenga y sirva de mediador.

El Vaticano derrochó su prestigio institucional en el 2016, cuando trató de mediar un diálogo que, según el papa, «terminó en nada». El Vaticano responsabilizó a Maduro por este fiasco.

Entre tanto, la Iglesia católica en Venezuela ha tomado una postura dura en los últimos años, como crítico abierto de las políticas de Maduro.

La Conferencia de Obispos Episcopales del país ha pedido que Maduro libere a los prisioneros políticos y ha rechazado sus políticas para consolidar el poder formando una asamblea constituyente que efectivamente ha socavado Asamblea Nacional controlada por la oposición.

Y al inicio de las protestas callejeras, que eventualmente dejaron más de 120 muertos en el 2017, la Iglesia exigió al gobierno de Maduro que dejara de disparar de inmediato a los manifestantes con gases lacrimógenos, perdigones y balas – pedido que Maduro no acató. «La Conferencia Episcopal ha sido y sigue siendo muy crítica del gobierno de Maduro. Ellos responsabilizan totalmente al gobierno, y son muy consecuentes en esto», dijo Hugo Pérez Hernaiz, ex profesor de sociología de la Universidad Central en Caracas.

La Iglesia católica en Venezuela históricamente ha sido una de las instituciones más respetadas del país, dijo y destacó que el clero jugó un papel importante la tarea para poner fin a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en 1958, cuando cortó lazos con el gobierno – a través de una carta – meses de su destitución.

En la crisis actual, otras iglesias en Venezuela también se han convertido en blancos de violencia.

Un grupo de simpatizantes de Guaidó que realizaba una manifestación en la ciudad de Maracaibo fue atacado por 40 hombres que entraron al santuario con porras, vandalizaron el altar y dejaron 15 heridos, algunos con heridas en la cabeza, reportaron medios locales.

En Petare, los simpatizantes de Maduro se reunieron en la plaza durante 19 días consecutivos, desde fines de enero hasta principios de febrero. Colocaron una plataforma con bocinas a solo pasos del frente de la iglesia, tocando música a todo volumen y dando discursos de tintes políticos dirigidos a Lunar. «Usa la excusa de ser sacerdote y con una sotana está por allí en las calles promoviendo guarimbas, promoviendo terrorismo, pidiendo la intervención militar, carajo», gritó Abraham Aparicio, concejal local y simpatizante de Maduro, enfrente del micrófono.

El furibundo chavista agregó que las bombas estadounidenses no solo matarían a simpatizantes del gobierno. «Les van a caer a todo el mundo – ni dios lo quiera».

El grafiti peyorativo contra Lunar fue pintado enfrente y al costado de la iglesia.

Varios feligreses se reunieron al día siguiente para pintar de nuevo las paredes. Lunar fue el primero en agarrar una brocha, empaparla de pintura y cubrir las letras de color rojo oscuro.

«Dios es grande», dijo con voz potente mientras pasaba las brochas a feligreses que luego tomaron turnos para pintar. Hizo falta varias capas para cubrir las letras.

Uno de los voluntarios, José Terán, de 64 años de edad, dijo que la iglesia es sagrada y no debería de ser profanada. Afirmó que Lunar era un buen sacerdote, que crea un ambiente en el que los feligreses pueden llegar a refugiarse en estos tiempos difíciles. Terán agregó que no cree que los militantes leales a Maduro se van a rendir rápidamente, sino prevé que van a regresar con zapatillas y más pintura roja.

«Si ellos vienen a pintar de nuevo. Nosotros lo volvemos a tapar», dijo Terán.

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