Opinión

Aterrizaje forzoso

“Si la Virgen fuera andina y San José de los llanos”, Jesucristo, el redentor, Dios, sería venezolano. El caso es que la Virgen nunca fue andina ni San José nació en Zaraza ni en las Galeras del Cinaruco.

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Nos hemos pasado la vida mirando el horizonte por encima de los barrios marginales, la inseguridad y los crímenes, observándonos en las elevadas cumbres de la grandiosidad heroica. No sólo tenemos “el mejor país del mundo” sino que cualquiera de nuestros actos, por más común que en otras latitudes sea, lo hemos visto como un logro excepcional, heredero de los magníficos hechos que elevaron a los Libertadores a la cima del Olimpo. Basta escuchar el discurso oficial o revisar la dimensión de los aportes que soportan el penoso culto a Chávez para detectar el complejo de grandiosidad que empapa nuestra imaginación revolucionaria. No sabemos si es un mecanismo compensatorio, pero así como la ruta de la empanada o los cultivos verticales representaron la genialidad económica del comandante eterno, nuestros políticos no cesan de alabar los logros y las virtudes de nuestro pueblo. La realidad, no obstante, indica que hemos de aprender a mirarnos con otros ojos. La geopolítica petrolera dice que en el 2015 tendremos que pisar tierra. Estamos obligados al aterrizaje forzoso.

La grandiosidad forma parte de un estilo de comportamiento que ha marcado los más variados aspectos de nuestra vida colectiva. Por ello, nunca hemos tenido problemas para conseguir candidatos para proclamar la radical transformación de la tierra pero sí para conseguir asistentes a una junta de condominio común y corriente o para solucionar un asunto cotidiano de la comunidad de vecinos. El petróleo, que nos ha dado tantos bienes como males, ha sido, en gran medida, el responsable de nuestra indisposición con lo pequeño. La Gran Venezuela del “ta barato, dame dos” no fue, solamente, un proyecto de país o el producto cultural de un momento histórico puntual, sino una forma de consciencia penetrante que nos caló hasta los huesos. Es un sello mental que iguala a Hugo Chávez con Carlos Andrés Pérez y a los adecos con los chavistas. Ahora, por causa de la producción de petróleo y gas de lutitas, por cambios en la geopolítica petrolera mundial que escapa de nuestras manos, habremos de ceñir nuestro titanismo. Serán tiempos para la vida normal en la que los venezolanos tendremos que aprender a vivir de nuestro esfuerzo y quehacer personal y no del Estado.

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