Opinión

Baker versus El Sistema, round 2

De acuerdo a la columnista Carolina Jaimes Branger, hay una guerra contra El Sistema que se apoya en denuncias de abuso sexual. Y Geoff Baker es su cara visible

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¿Qué motivos pueden llevar a alguien como Geoff Baker, con un currículo excepcional –estudió en la Universidad de Oxford, en el Conservatorio de Utrecht y en la Real Academia de Música; tiene experiencia como intérprete de música renacentista y barroca y un doctorado en Royal Holloway- a querer destruir una obra como El Sistema?

Baker estuvo hace 7 años en Venezuela, donde escribió el libro “El Sistema: Orchestrating Venezuela’s Youth”, donde critica severamente la obra magna del maestro José Antonio Abreu. Lo extraño de ese libro, habiendo sido escrito por un académico de su talla, es que Baker solo entrevistó a detractores, no a personas de la casa…

Ahora ataca de nuevo, con insistentes acusaciones de pedofilia dentro de El Sistema. De hecho, ha dicho que “la pedofilia es su modus operandi”. No dudo que haya pedófilos en la institución. Pedófilos, por desgracia, hay en todas partes. Y la mayoría de las veces son personas cercanas a los niños. En un organismo de las dimensiones de El Sistema, obviamente debe haber unos cuantos. Pero me consta, porque -aunque no formo, ni he formado parte de la fundación- he sido seguidora cercana, que las denuncias que se han formulado han sido canalizadas por el departamento jurídico y se han tomado los correctivos correspondientes.

Baker ahora se hace eco de las denuncias de “Lisa”, así sin apellido, quien escribió “Un recorrido cronológico de cómo se entretejió una historia de abuso sexual en mi vida”. Pueden leer su testimonio en https://vozenaltolisa.wordpress.com/. Sin embargo, Lisa no da nombres. Lástima. Debería gritarlos a los cuatro vientos después de lo que le pasó.

Lisa escribe lo que le sucedió cuando tenía doce años con un primer profesor:

“Ese día la clase fue distinta. La silla del profesor estaba más cerca de la mía que lo usual, sus manos se posaron en mi cuello. Estás muy tensa, así no puedes tocar”, dijo mientras me masajeaba con sus manos. “El cuello es una zona muy delicada, nunca dejes que cualquiera lo toque”, comentó a pesar de que él lo estaba haciendo. Mi respiración se hizo más rápida y estrecha. Estaba petrificada, sentía que no me podía mover. Sus manos bajaron por mi espalda casi hasta mis glúteos. La clase siguió. Fue incómodo, desagradable. ¿Por qué el profesor había hecho eso? ¿A caso era parte de la clase? Era confuso y no podía procesar lo que había pasado. Lo mantuve en silencio”.

Más adelante escribe su terrible experiencia con otro profesor:

“Ese día no entré al ensayo, lo que significó una clara conquista para este profesor. Me había hecho ceder a su control, sabía que ahora le pertenecía y lo iba a conmemorar. Era de noche y lo último que quedaba de vida en el Conservatorio era el ensayo de la Juvenil. Me quedé con él en el salón de oboe, de nuevo, el cubículo 7. Cerró la puerta, como antes lo hizo aquel otro profesor, y me besó. Mi cara de desconcierto fue evidente. Me dijo que no había nada malo en eso, que debía quedarme tranquila. Yo no estaba tranquila, pero me sentía en el aire. No tenía nada ni nadie de dónde agarrarme. Él se había asegurado de arrebatarme todos mis posibles espacios de protección”.

Y añade unos párrafos después:

“Al beso en el salón de oboe le siguieron muchos más actos de abuso que fueron en escalada. Las idas a mi casa en su carro fueron los primeros espacios donde aprovechaba para tocar mi cuerpo. Después me invadiría también en mi casa. Les aseguraba a mis padres que era crucial para mi formación artística que yo supiera de poesía y literatura. “El arte no es un oficio, es una forma de vida”, era su argumento para justificar algunos minutos de lectura de poesía en mi cuarto antes de irme a dormir. Aún hoy le rehúyo a la poesía. Se me hace totalmente aversivo. En esos momentos aprovechaba para posarse sobre mí. Podía sentir sus erecciones. Se frotaba contra mi muslo o mi entrepierna hasta eyacular. Yo sentía muchísima culpa, era desagradable, era asimétrico. Un escenario dispuesto únicamente para su propio placer”.

Lisa, Lisa, yo te creo. ¡No te reserves los nombres! ¡A los pedófilos hay que denunciarlos de todas las maneras posibles! ¡Es la única manera de que se tomen las medidas necesarias para que no siga sucediendo y que paguen por sus crímenes! ¡Tienes que denunciarlos con nombres y apellidos! ¡Si ellos son todavía parte de El Sistema –y aunque ya no lo sean- eso no debe seguir sucediendo! Son un peligro ambulante, dondequiera que se encuentren ¿No te das cuenta de que tú fuiste una víctima, pero que puede haber muchas más?

De hecho, la dirección de El Sistema, ante esta denuncia, solicitó a la Fiscalía la designación de un fiscal con competencia nacional para atender este caso en particular y todos los otros que pudieran presentarse. Antes, como ya dije, los resolvían a través de la Consultoría Jurídica, y con apoyo de UNICEF desde 2014.

Vuelvo al tema del profesor Baker, quien se ha hecho eco de estas denuncias. Yo también me hago eco. Pero si Baker está interesado en que estos eventos no vuelvan a pasar, no le está haciendo favor alguno a que proceda la denuncia… La impresión que tengo es que el profesor Baker solo está interesado en destruir El Sistema, no en que se solucionen sus problemas. ¿Quién está detrás de él? ¿Quién lo financia? ¿Por qué en vez de estar sembrando cizaña sin buscar correctivos, y si tiene la sensibilidad que asumo que como músico debe tener, no ayuda en vez de destrozar?

La inmensa mayoría de los niños que pertenecen a nuestro Sistema vienen de hogares muy pobres, donde la pertenencia a la organización ha representado un giro de 180 grados en sus vidas. Un círculo virtuoso de valores, que los prepara para sus vidas futuras, en condiciones muy diferentes a las que vivieron sus padres, abuelos, bisabuelos… En esos hogares, muchos disfuncionales, han sido víctimas de pederastas, por desgracia muchas veces sus mismos padres o padrastros, y El Sistema les ha dado la oportunidad que, de otra manera, jamás hubieran tenido.

Repito, en El Sistema ha habido casos de pederastia, como los ha habido en tantas otras organizaciones, escuelas y familias. Y se les ha puesto coto cuando las denuncias se han presentado. Pero si no se presentan, es poco o nada lo que se puede hacer.

Al profesor Baker le pido que presente las pruebas que tiene. Así sí estará aportando algo. Si no lo hace, pensaré como Sir Simon Rattle, gran conocedor y una de las columnas internacionales de El Sistema, quien declaró cuando Baker publicó su libro en 2014:

“Geoff Baker lo único que quiere es vender libros”.

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