Venezuela

Betancourt: Diagnóstico pre-23 de enero de 1958

Ante “la situación dramática, tan cargada de colores sombríos”, Betancourt acotó “los elementos afirmativos y promisorios” en “coexistencia pugnaz” con los que dificultan “un desarrollo armonioso” de la “persona colectiva” / por Luis E. Fidhel Gonzales

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Rómulo Betancourt. Archivo
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En su obra “Venezuela: Política y Petróleo” (1956), escrita durante el exilio tras del derrocamiento de Rómulo Gallegos en noviembre de 1948, Rómulo Betancourt manifestó con claridad el objetivo político a lograr en el ámbito de la idea y acción: El régimen democrático representativo iniciado en enero de 1958. Las precisiones que realizó tienen sorprendente vigencia.

El joven Betancourt inició su carrera política a partir de 1928. En ese entonces manifestaba que el régimen dictatorial de Juan Vicente Gómez, al que se enfrentaba, se debía al hecho de que los “sectores poseyentes” venezolanos prefirieron maniobrar detrás de los “presidentes militares”, a su juicio simples administradores desde el gobierno del “jerarquizado e injusto” sistema económico – colonial.

Según Betancourt, la aparición del petróleo, «ese inesperado veneno», fue un importante asidero financiero y proporcionó respaldo internacional a los regímenes de fuerza. Enriqueció el fisco y sufragó los crecientes gastos en ejército y policía de la dictadura. Asimismo, funcionaron pactos no escritos de “mutua ayuda” entre “los sectores autoritarios criollos” y personeros del cartel del petróleo internacional. Un daño adicional: el incentivo a la riqueza fácil fue “el corrosivo” que disolvió en importantes núcleos sociales austeros conceptos de vida.

La alianza de los “sectores autoritarios” de los ejércitos con “grupos civiles reaccionarios” y corporaciones extranjeras dificultaba y entrababa la voluntad de un gobierno de derecho, civilizado y sujeto al respeto de la Constitución de las leyes.

El otro lado del cuadro

Ante “la situación dramática, tan cargada de colores sombríos”, Betancourt acotó “los elementos afirmativos y promisorios” en “coexistencia pugnaz” con los que dificultan “un desarrollo armonioso” de la “persona colectiva”.

Entre esos elementos positivos, destacó “la pasión de libertad por el pueblo”, así como “el espíritu de resistencia democrática” que encarnó en millares de disidentes que enfrentaron persecuciones, cárceles y exilios o perecieron en la aventura armada. El “procerato civil” de Venezuela tiene nombre,  “símbolo de militante lealtad al ideario democrático”, e influyó en el pensamiento liberal hispanoamericano y trascendió mas allá de las fronteras del país.

El ejército frente a la nación

Betancourt manejó la apreciación del sociólogo Karl Mannheim sobre el papel que en los conflictos políticos desempeña “la concentración de los instrumentos del poder militar”. El avance tecnológico de las armas modernas dieron a los ejércitos organizados un “gran poder represivo”.

El venezolano observó, conforme a Mannheim, que la concentración de instrumentos militares disminuye las posibilidades de todo tipo de insurrección y revolución, lo mismo que la ejecución de la voluntad de la “masa democrática”. El poder relativo de las fuerzas opuestas no debe medirse por individuos, sino por el número de personas que pueden ser muertas o aterrorizadas por una sola bomba. Concluyó que una fuerza militar puede aislarse socialmente de la población general siempre que sea posible usarla contra ella.

En referencia al fracaso de la insurrección popular hindú de 1942,  Mannheim aseveró que por muy numerosa que sea una multitud, no puede imponerse por la fuerza a las fuerzas armadas. Tiene que fracasar “si esas fuerzas armadas no pasan a su lado”. Esas “son verdades innegables”. No admitirlas supone insensatez y espíritu aventurero e irresponsable, en especial si se trata de partidos y jefes políticos que lancen masas inermes a la acción insurreccional frente a fuerzas regulares “bien armadas”.

Si bien el alzamiento “a la desesperada” era un suicidio colectivo,  la sola “resistencia pasiva” frente a los despotismos no es respuesta suficiente de los partidos populares y de sus dirigentes. Entre una posición y otra se ubica una tercera calificada por “justa”: orientar y conducir la acción activa del pueblo por la reconquista de sus derechos fundamentales. Otro factor en esta estrategia incluye “la atracción” al campo de la democracia de una parte de las fuerzas militares que apoyen, por inercia o «irrazonada» sumisión disciplinaria a regímenes despóticos.

Otro país: 1948-1958

A juicio de Rómulo Betancourt, podría pensarse que son remotas las posibilidades de restablecimiento y estabilización en Venezuela de un “gobierno civilizado” a consecuencia del fluir ininterrumpido del petróleo, con los proventos fiscales que se derivan y complicidades internacionales que han sido soporte eficaz de los regímenes de fuerza. Dicha conclusión sería el resultado de un análisis superficial.

No se había extinguido en Venezuela la decisión colectiva alentada y canalizada por las fuerzas políticas organizadas para recuperar las libertades abolidas. La historia probaba que en cualquier país donde núcleos numerosos de la población (y los mejor apertrechados moral e intelectualmente) perseveraban en la resistencia frente a la arbitrariedad oficializada, siempre terminaban por “por imprimirle” normas democráticas al gobierno y la administración.

Se apreciaba que el régimen que sufría el país es “un anacronismo histórico” en pugna con el grado de desarrollo ya alcanzado. Venezuela ya no era la de los días de Castro y Gómez, sino integraba una nación moderna incorporada a la revolución industrial del siglo XX, entre otras situaciones.

Así se explicaba el hecho de que la mayoría determinante de los venezolanos, independientemente de sus posiciones ideológicas de los distintos grupos sociales, fuera incompatible con un régimen militar (1948-1958) empeñado en seguir aplicando en “una nación adulta y en trance acelerado de crecimiento” los métodos tribales de los gobiernos castrista y gomecista.

Betancourt acotaba la coincidencia de la opinión extrajera con la nacional sobre la “incompatibilidad” entre el estadio de evolución alcanzado por la sociedad venezolana y forma como se la venía gobernando, en referencia a un artículo de «The Economist» de Londres (1952), donde se sostenía que el gobierno militar no era de hombres capaces de dirigir los programas implícitos en una economía desarrollada como la venezolana de aquella época.

Otro ejército

Si en la actualidad Venezuela es diferente a la que existió en los tiempos de Gómez, también es distinto “el ejercito de hoy” a la montonera de esos tiempos, horda primitiva comandada por “chafarotes e ignaros”.

Las necesidades del desarrollo nacional y la complejidad tecnológica de las armas modernas impusieron el que en algunas ramas del ejercito, especialmente en la Armada y la Aviación, actúen “grupos de oficiales” con apreciables “niveles de cultura”. Fueron estos “sectores cultos” de las fuerzas armadas los que en algunos países de América Latina contribuyeron a la modificación “superadora” de situaciones políticas antidemocráticas.

Estímulos y vías

Los acontecimientos electorales en Perú, Bolivia y Argentina de la época fueron auspiciosos y estimulantes para los pueblos en pugna con gobiernos despóticos o dictatoriales. La distensión entre los “dos campos mundiales” (el occidental y oriental) y la generalizada creencia de que una Tercera Guerra Mundial era cada día menos posible, le restaron varios sus más sólidos asideros externos a las dictaduras y despotismos latinoamericanos.

El proceso electoral peruano en junio de 1956, donde la dictadura del general Manuel Odría se consideraba apta para prorrogarse durante mucho más tiempo, pues alardeaba de un supuesto respaldo firme de las Fuerzas Armadas, resultó derrotada jurídicamente por los medios pacíficos del sufragio, el cual le infligió un “memorable revés” en las urnas.

La aceptación por parte de Odría y gabinete militar del veredicto electoral fueron consecuencia de factores diversos. Los más visible eran la extensión en intensidad de la oposición civil al régimen dictatorial y la desgana de las Fuerzas Armadas para seguir cohonestando a una forma de gobierno que en su nombre negaba al pueblo el disfrute de sus libertades básicas.

Venezuela libre

Según Betancourt, América latina “ha entrado en revolución”mediante el afloramiento de un “poderoso movimiento rebelde”. La meta perseguida era la integración de un “frente orgánico latinoamericano” que afirme y estabilice en cada una de ellas “el sistema representativo y democrático” de gobierno.

Por último, manifestó su convencimiento de la posibilidad de estabilizar gobiernos de derecho, nacidos del sufragio libremente emitido. Esa orientación patriótica conducirá la conducta de los partidos políticos y de los sectores no corrompidos de las Fuerzas Armadas.

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