Vida sana

¿Alimentos mutantes?

La polémica de los alimentos genéticamente modificados se hace sentir cada vez con más fuerza. Unos los repudian, otros los aprueban. La verdad entre los dos bandos es que tenemos derecho a saber exactamente qué estamos comiendo y comprando. Por eso, la mejor apuesta es convertirnos en consumidores informados, pues sólo así podremos hacer las mejores elecciones para nuestra salud.

Por: Débora Ilovaca @deboralieska
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No todo es lo que parece. El marketing y la búsqueda de rentabilidad pueden desdibujar los hechos y verdades, en especial cuando se busca vender un producto. Los alimentos transgénicos, también llamados organismos genéticamente modificados (OGM), son uno de esos productos que se consumen a diario que vale la pena poner en tela de juicio.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), los transgénicos pueden definirse como organismos cuyo material genético (ADN) ha sido alterado en un modo que no puede ocurrir en la naturaleza, que además permite seleccionar genes individualmente y transferirlos de un organismo a otro, incluso entre especies no relacionadas.

Los experimentos, destaca la web de la organización Non GMO Project (www.nongmoproject.org), incluyen combinaciones inestables de genes de plantas, animales, bacterias y virus que no pueden ocurrir en la naturaleza ni en cruces tradicionales. Este tipo de tecnología se conoce como biotecnología moderna, tecnología genética, ingeniería genética o tecnología de recombinación de ADN.

Los transgénicos –dice la OMS– se desarrollaron para optimizar la protección de las cosechas, hacerlas más resistentes a los herbicidas y a las enfermedades producidas por insectos o virus. Para lograrlo, se introducen dentro de la planta genes de toxinas, bacterias y virus.

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Los transgénicos y la salud

Giselle Orentas, Health Coach, especialista en Alimentos Vivos Crudos y creadora de LaVidaOrgánica (@lavidaorganica), comenta que “los transgénicos siempre han existido entre una misma especie en la agrotecnología. El problema es que el cruce entre especies totalmente distintas ha producido un juego macabro en total irrespeto con la naturaleza”.
Según Orentas, hay evidencia que conecta los OGM con problemas de salud, pues cuando uno no reconoce un ingrediente, el cuerpo tampoco lo reconocerá. “El sistema nervioso y la reproducción de células saludables se ven afectadas drásticamente.

La OMS dice que el maíz transgénico es capaz de segregar en su propio tejido vegetal un insecticida durante todo su ciclo vegetativo, es decir, mientras que éste se poliniza y se cruza con maíz convencional y ecológico, lo que crea un impacto sobre la apicultura y sobre la agricultura ecológica. En pocas palabras: estamos hablando de un maíz que, literalmente, tiene insecticida en su ADN”.

La organización GMO Inside (http://gmoinside.org) también señala que cada vez, más y más estudios muestran preocupación por los efectos en la salud del consumo de transgénicos, como alergias alimenticias, intestino irritable, daños en los órganos e incluso cáncer.

La OMS dice que los riesgos potenciales de los OGM para la salud humana y lo que generalmente se investiga durante las pruebas de seguridad de estos alimentos son: los efectos directos sobre la salud (toxicidad), la tendencia a provocar reacciones alérgicas, las propiedades nutricionales y/o tóxicas que puedan tener algunos componentes, la estabilidad del gen insertado, los efectos nutricionales asociados con la modificación genética y cualquier otro efecto no intencionado que pueda resultar de la inserción del gen.

“Cada alimento genéticamente modificado debe estudiarse como un caso aislado y único y que no se pueden hacer generalizaciones sobre las repercusiones de estos en la salud. Y agrega, que los transgénicos que se encuentran actualmente disponibles en el mercado, han superado las pruebas de seguridad y no parecen ser una amenaza para la salud humana”, reseña el portal web de la institución.

En la vida real

Cada vez más alimentos y productos están siendo genéticamente modificados. “Desafortunadamente –dice Orentas– a pesar de que muchas personas quieren saber si los alimentos que compran contienen OGM, el poderoso lobby de la biotecnología ha tenido éxito en mantener esta información a escondidas para el público en muchos países”.

En Venezuela y muchos otras naciones no hay leyes que obliguen a las empresas y productores a colocar en las etiquetas de sus productos si usan y/o contienen transgénicos. ¿Qué pueden hacer los consumidores en estos casos? Evitar, en lo posible, los alimentos con mayor probabilidad de contenerlos: alfalfa, canola, maíz, papaya, soya, remolacha azucarera, calabacín y una especie de auyama llamada yellow summer squash.

“También hay ciertos ingredientes que aparecen en las etiquetas que dan señales de que no son naturales, entre ellos: aminoácidos, aspartame, ácido ascórbico, ascorbato de sodio, vitamina C, ácido cítrico, citrato de sodio, etanol, saborizantes (natural y artificial), jarabe de maíz de alta fructosa, proteína vegetal hidrolizada, ácido láctico, maltodextrinas, melaza, glutamato monosódico, sacarosa, proteína vegetal texturizada (TVP), goma xantana, otras vitaminas y levaduras.

También todo lo que diga diet, sugar free, fat free y enriquecido con vitaminas y minerales”, señala Orentas. Disminuir el consumo de los productos que contengan estos ingredientes también es otra forma de apostar, en lo posible, por alimentos y productos naturales.

Alimentos orgánicos

De acuerdo con Giselle Orentas, el término orgánico se refiere a la forma en que los productos agrícolas son cultivados y procesados. “La producción de alimentos orgánicos se basa en un sistema de agricultura que mantiene y repone la fertilidad del suelo sin el uso de pesticidas y fertilizantes tóxicos y persistentes. Los alimentos orgánicos son mínimamente procesados y sin ingredientes artificiales, conservantes o irradiación para mantener la integridad de la comida”.

En algunos países es más fácil conseguir alimentos orgánicos que en otros. El dinero también suele ser un factor decisivo, pues lo orgánico –paradójicamente– suele ser más costoso. ¿Qué hacer? Si no puede comprar productos orgánicos, Stefani Ruper, autora de Sexy by nature, recomienda pelar las frutas y vegetales antes de consumirlas. La piel de los alimentos es lo que las defiende de las amenazas externas. Los pesticidas y otros gérmenes quedan atrapados allí. Pelarlas antes de comerlas es una forma de reducir esos agentes tóxicos y nocivos.

CONTACTO

Giselle Orentas. Health Coach del Instituto de Nutrición Integral de Nueva York y
Especialista en Alimentos Vivos Crudos. Creadora de LaVidaOrgánica.
Twitter/Instagram: @lavidaorganica.

www.nongmoproject.org – http://gmoinside.org –

www.who.int/topics/food_genetically_modified/en/

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