Divagaciones gastronómicas

Bocadillos de guayaba en mis viajes de juventud al Táchira

Cuando yo era joven universitario de la Universidad de Los Andes y viajaba para el Táchira, lo primero que venía a mi mente era el bocadillo de guayaba de Ureña, esa población tachirense fronteriza con Cúcuta, la capital del departamento del Norte de Santander, en Colombia, que durante mucho tiempo fue la imagen que yo tenía del extranjero

bocadillos de guayaba
Fotos: Patrick Dolande
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Allí iba a comprar ropa y a intentar infructuosamente enamorar a las graciosas muchachas dependientes de los almacenes Ley.

Muchos años después, fui profesor en universidades del departamento de Santander. En una de ellas, en la UNAB, me desempeñé durante dos años como docente e investigador en la escuela de Turismo.

Me encantaba esa universidad construida sobre una pequeña montaña, con caminos de piedra bordeados de grandes árboles en cuyos troncos colgaban hermosas orquídeas. Me encantaba la paz de su enorme biblioteca y la bonhomía de sus estudiantes pertenecientes a acomodadas familias del liberalismo colombiano.

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Por todas partes había cafés, donde nos reuníamos profesores y estudiantes a conversar. A mí me gustaba la forma de ser de los santandereanos que tomaban las cosas con calma y sin engreimiento alguno. Yo era feliz, todo lo feliz que uno puede ser, en Bucaramanga, e irme de allí fue uno de los grandes errores que he cometido en mi vida.

En una de las excursiones que hacía con los estudiantes llegué una vez hasta la provincia de Vélez, en cuyos municipios de Vélez, Barbosa y Guavatá, pertenecientes a la cordillera oriental de los Andes de Colombia crece extensivamente, y de forma silvestre, la guayaba (Psidium guajava).

De allí, los campesinos recogían la guayaba que servía de materia prima para la agroindustria del bocadillo veleño, elaborado con guayaba y azúcar blanco, y se presenta en forma de bloques rectangulares o cuadrados que presentan dos bandas delgadas en los extremos de pasta clara, hechas con guayaba blanca, que bordean una banda de pasta roja, elaborada con esta fruta roja.

bocadillo de guayaba

Los bloques de conserva se envuelven en hojas procesadas de bijao, que luego se coloca en pequeñas cajas de madera de balso. Mucha gente de las poblaciones de esos municipios vive de la recolección de la guayaba silvestre y del procesamiento de la caña de azúcar para la producción de azúcar, la otra materia prima para la producción del bocadillo, junto con la guayaba.

Allí se fabricaba la conserva desde 1610 para la distribución en toda Colombia y el exterior. Desde 1870 se desarrolló la producción de jalea y postres de guayaba. Desde 1950 comenzó la verdadera industrialización del bocadillo veleño.

Ahora hay más de 128 fábricas de bocadillo de guayaba en la región, que producen unos 7.000 empleos directos e indirectos. Y algunas universidades de la región y centros de investigación agrícola asesoran a los recolectores y productores de estos ingredientes.

Organismos de la cultura asisten a las comunidades en la organización de ferias y fiestas del dulce y el bocadillo, que se asocian a los festivales nacionales de la guabina y el tiple, dando un carácter singular a las manifestaciones culturales de una región que aspira a convertirse en el territorio “Corazón dulce y folclórico de Colombia”.

Buena lección para nuestros productores tachirenses del bocadillo de Ureña, que se desarrolló como un legado colombiano y se convirtió en la expresión dulce que asombró a aquel niño llanero que viajaba al territorio tachirense con la inocente emoción de atiborrarse de sabrosos bocadillos de guayaba.

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