Con motivo de conmemorarse hoy, 28 de septiembre, un nuevo aniversario del fallecimiento del dos veces Presidente de la República, recordamos sus gustos gastronómicos y culturales. Tenía una vida social muy activa debido a su posición política. Sabía la importancia que tenían las relaciones y lo que políticamente se logra a través de la diplomacia. Era tan apasionado del aguacate que, a veces, se presentaba sin aviso en algún restaurante, y en la mano llevaba una bolsa con el verde fruto
Rómulo Betancourt vivió en la quinta Los Núñez, en Altamira, anterior residencia presidencial, donde habitó con su primera esposa Carmen Valverde de Betancourt, y su hija Virginia Betancourt Valverde.
Don Rómulo, fuera de los compromisos oficiales, seguía su rutina alimentaria de hombre sencillo, más bien austero, con preferencia por la comida criolla, casera, quesos nacionales, muchos vegetales donde no podía faltar el aguacate. De vez en cuando incursionaba en la cocina de Guatire (estado Miranda), lugar de su nacimiento.
Las hallacas en diciembre eran casi una religión, las rebautizó como las “multisápidas”, palabra que no fue inventada por Betancourt, sino que la tomó de un discurso del padre Carlos Borges para referirse a los sancochos, por su multiplicidad de sabores.
El tema de las hallacas era importante en la familia. Sonia, la hija de Rómulo Gallegos, confeccionaba 300 hallacas de las cuales unas cuantas estaban destinadas a intercambiar con Betancourt, quien enviaba al chofer con las suyas para cumplir con la costumbre caraqueña de “catar multisápidas”.
Eduardo Mendoza, Hilda Coburn de Mendoza, Rómulo Betancourt y Rómulo Gallegos.
Ese primer intercambio no satisfacía la apetencia del presidente Betancourt por las hallacas y siempre pedía más, halago que satisfacía a Sonia Gallegos porque demostraba su maestría y sazón en esas complicadas y largas preparaciones del tradicional plato navideño venezolano.
En la residencia Los Núñez trabajó una muy experimentada cocinera colombiana de nombre Julia, quien preparaba un pavo y lo rellenaba con un guiso similar al de la hallaca.
Rómulo Betancourt y su gabinete en 1945
Este plato, que Julia confeccionaba solo en Navidad, estaba entre sus predilectos. Luego que terminó el período presidencial, se mudó a la quinta Pacairigua en Altamira y durante muchos años, en el mes de diciembre, Julia le enviaba una bandeja con el pavo trufado de guiso hallaquero.
Don Rómulo le gustaba ir a restaurantes de todas las categorías. Llegaba sin previo aviso, sin aspavientos y el mínimo de escoltas. Se le podía ver en el exclusivo Chez Abadie, años 60 -70, o en la popular Pensión Ana, en Los Caobos, todavía activa.
Promulgación de la Ley de Reforma Agraria, 1960. Rómulo Betancourt, Rómulo Gallegos, Rafael Caldera, Jóvito Villalba. (Foto Web Rafael Caldera, Sucesión Caldera Pietri / Fundación Tomás Liscano)
En muchas ocasiones se presentaba con una bolsa que contenía un aguacate, y con mucha agilidad lo pelaba y cortaba, para acompañar el Pato a la naranja que le preparaba Tito Abadie o el pasticho de berenjenas de la Pensión Ana, algunos de sus platos preferidos en esos locales.
Frecuentaba los restaurantes de La Candelaria como La Cita, La Casbah, Guernica. También iba al Urrutia y Le Coq d´Or, en Sabana Grande. En el recordado comedor del Álvarez, ubicado de Veroes a Jesuitas, pedía pabellón montado, que es la criollísima combinación de caraotas negras, arroz blanco, carne mechada, tajadas de plátano frito, pero con el adicional de dos huevos, lo que también se conoce como pabellón con baranda.
En una de las paredes del mítico Bar Basque, donde era atendido por Blanca Royo y su esposo Juanito, quien invariablemente ofrecía Camembert con miel, estaba enmarcado un cheque que nunca se cobró, firmado por Rómulo Betancourt. El motivo fue que lo atesoraron como documento histórico por tener la firma del gran estadista y padre de la democracia venezolana.
Cuando quería recordar los sabores de su memoria gustativa guatireña, encargaba a la experta cocinera, Auristela Muñoz de Rondón, su tradicional sopa de acure, el arroz con güesito o lapa asada.
Rómulo Betancourt y Carmen Valverde de Betancourt. Atrás Carlos Andrés Pérez y Blanca Rodríguez de Pérez. Foto Ciudad CCS
Auristela Muñoz era famosa en Guatire, lugar de nacimiento de Rómulo Betancourt, por la preparación de los condumios propios de esa región mirandina como las caraotas negras con morcilla y cabeza de cochino, lapa asada y el criollísimo teretere, suculento guiso elaborado con vísceras de res y cerdo.
En la quinta Los Núñez, en Altamira, se llevaron a cabo banquetes de Estado como los ofrecidos a los hermanos Kennedy La primera visita de los famosos hermanos presidenciales de los Estados Unidos fue la de Robert Kennedy el día jueves 27 de julio de 1961. A las 8:30 de la noche se sirvió Melón con jamón serrano, luego Vol au vent de langostinos Neuburg, Pernil de cordero en salsa de menta con petit pois de la casa francesa Rödel y papas a la lionesa. De postre la Bomba Alaska y moka. Para los brindis se sirvieron los vinos Chablis, Borgoña de Pommard y Veuve Clicquot Brut.
En ese comedor de Los Núñez, el sábado 16 de diciembre del mismo año, se sentaron a la mesa, uno de los presidentes más recordados de la historia de los Estados Unidos de Norteamérica, John F. Kennedy y la irrepetible y siempre glamorosa Jacqueline Bouvier Kennedy junto a sus anfitriones Rómulo Ernesto Betancourt Bello y Carmen Valverde Zeledón de Betancourt.
Cena ofrecida por Rómulo Betnaocurt y Carmen Valverde de Betancourt en honor al presidente de EEUU John Fitzgerald Kennedy y Jaqueline Kennedy en Los Núñez. Foto Tito Caula, Archivo Fotografía Urbana
El menú que sirvió el mayordomo Abilio Del Pozo y que celosamente guardó, tiene impreso estos platos: Aspic de hígado de ganso al Oporto con celery y trufas; Truchas de Mérida “Jacqueline” con rissoles y salsa Chablis; Escalopinas de ternera Archiduc en crema fresca, champiñones y trufas; Ensalada de endivias “Mimosa” y Naranja rellena sorpresa. Brindaron por la amistad de ambos países con champaña Heidsieck Monopole Brut y la comida armonizó con Liebfraumilch y un Bordeaux Mouton Cadet de Phillippe de Rothschild.
En este viaje del presidente Kennedy, surgió una anécdota muy particular, engorrosa, de carácter fisiológico, debido al menú ofrecido al mandatario visitante al regreso de la gira que hicieran los dos Jefes de Estado y sus esposas al asentamiento El Frío en el estado Carabobo para la firma del primer crédito del Banco Interamericano de Desarrollo.
Finalizado ese acto los helicópteros enrumbaron hacia el asentamiento agrícola La Morita en Turmero, estado Aragua, para la entrega de títulos a los agricultores de la zona y finalizar la gira con un almuerzo en el hotel Maracay.
El gerente general del hotel, Franco de Andreis, preparó una minuta netamente criolla que comenzó con arepas, empanadas fritas, hervido de gallina, carne mechada, aguacate, parrilla criolla con guasacaca, caraotas negras, plátanos fritos y arroz blanco. Y un cristalino dulce de lechosa, flan de coco, arroz con leche, hicacos y quesillo criollo, para rematar con café.
Rómulo Betancourt y John F. Kenney. Archivo
Este suculento almuerzo hizo mella en un aparato digestivo que no conocía de tales combinaciones “explosivas” y sus consecuencias, por lo que el presidente JFK sufrió un “despeño bilioso”, para comentarlo con elegancia, que obligó a un aterrizaje de emergencia en la base militar de Boca del Río en el viaje de regreso a Caracas.
Rómulo Betancourt, como gran estadista y padre de la democracia venezolana, viajó por el mundo entero y conoció las más diversas culturas, así como se deleitó en los más importantes y reconocidos restaurantes, pero en su vida familiar y entre amigos, siempre tuvo una vida gastronómica marcada por la sencillez culinaria, en la cual nunca olvidó sus orígenes guatireños con el sabor de lo criollo y auténtico.
Nota de la directora: si desea leer otras entregas de Buen apetito, señor presidente, haga clic aquí. Cada jueves entregamos un nuevo episodio sobre los gustos culinarios de los presidentes venezolanos. Hasta los momentos hemos entregado (en orden cronológico) Juan Vicente Gómez, Eleazar López Contreras, Isaías Medina Angarita, Rómulo Gallegos, Marcos Pérez Jiménez y Wolfgang Larrazábal.
Bibliografía general de la serie «Buen apetito, señor presidente» ALONSO, Elia. Así se come en mi pueblo, Fundación Tere Tere. Caracas 2012. AZUAJE M., Vida Luz. Anales históricos del Círculo de la Fuerza Armada de Venezuela. Gráficas Armitano C.A. Caracas 2000 CARRERA DAMAS, Germán. Elogio de la gula. Editorial Alfa. Caracas 2014 CARTAY, Rafael. El pan nuestro de cada día. Fundación Bigott. La Galaxia. Caracas 2003 DOMINGO, Giuseppe. Mimmo a la putanesca. Grupo Editorial Cedies. Caracas 2001 FIHMAN, Ben Amí. Los cuadernos de la gula. Línea Editores, Colección Yantares. Caracas 1983 HERNÁNDEZ PEÑA, Larissa. Los alimentos en Rómulo Gallegos. Un recorrido humanista y civilizador por la geografía de Venezuela. Revista Carátula, Número 120. Junio 2024 LOVERA, José Rafael. Retablo gastronómico de Venezuela. Fundación Artesano Group. Editorial Arte. Caracas 2014 MORÓN, Guillermo. Los Presidentes de Venezuela 1811 – 1979. Meneven. Italgráfica Impresores. Caracas 1979 POPIC, Miro. Comer en Venezuela. Miró Popic Editor C.A. Editorial Arte-Soluciones Gráficas. Caracas 2013 POPIC, Miro. El señor de los aliños. Miró Popic Editor C.A. Editorial Arte-Soluciones Gráficas. Caracas 2017 MAZZEI BERTI, Jesús Enrique. Deleites de un comensal. Gráficas Lauki. Caracas 2019 YANES, Oscar. Cosas de Caracas. Editorial Planeta. Caracas 2003
A Carlos Andrés Pérez le gustaba comer bien, pero cuidaba mucho su alimentación, aunque los domingos se permitía un sustancioso cruzado que cocinaba él mismo en su casa
En la quinta Puedpa, propiedad de la familia Leoni Fernández, se comía criollo con acento guayanés, por lo que no faltaban preparaciones como el "pelao" y el sancocho de gallina. Pero también era frecuente encontrar asado negro, bollos pelones y pastel de polvorosa