Gente del oficio

Los hijos de La Unión

Los locales de cachapas parecen compartir una serie de rasgos, que los hace parientes cercanos, aunque estén separados geográficamente. De esta manera, el famoso negocio Cachapas Doña Inés e Hijos reproduce la puesta en escena de comercios de El Junquito o El Guapo, con sillas y mesas de plástico, cómodos para limpiar y para dejar a un lado después de una jornada de trabajo. Es el mismo “mobiliario” que, a su vez, han servido para cumpleaños, piñatas y bautizos, como un guiño a nuestras celebraciones prêt-à-porter y portátiles

Por: Raquel Ludwig|Fotos: Patrick Dolande
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Las cabezas principales de este negocio son los hermanos Emanuel e Inés Leca Rodríguez, quienes han visto crecer esta parcela comercial durante diez años. Sin embargo, éste no fue su primer acercamiento al campo: primero fueron los niños de una pareja de extranjeros portugueses que se arraigaron en Venezuela en la década de los 70, específicamente en el sector de La Unión, un lugar; para muchos lejísimo, más allá de El Hatillo. Allí, el padre criaba cochinos y gallinas, mientras los cinco hermanos crecían en la finca; algunos con la inquietud de saber cómo convertir al primer animal en pernil.

La historia del negocio se remonta años atrás cuando Emanuel, quien estudió hasta segundo año de bachillerato, descubrió que le agradaba el área comercial, por lo que salió a trabajar e invirtió seis años en Puerto La Cruz con dos negocios de fruterías. Para el año 1996 regresa a La Unión y en el 2001 estaba listo para montar un local propio. Finalmente, el momento de la apertura al público se concretó en un contexto inusual: el paro nacional de 2002.

El señor Emanuel cuenta que su local, ubicado antes de la capilla San Isidro, era una frutería donde también ofrecía hortalizas. Pero, con el pasar del tiempo, decidieron empezar con la venta de cachapas y por último apostaron por el sándwich de pernil. La idea de modificar el concepto inicial surgió, concretamente, en el Estado Guárico, cuando Lecar observó a una viejita haciendo esa delicia y le pidió que le enseñara. A través de los años ha modificado la receta y se le ve orgulloso por eso: “Traté de mejorarla”, dice. “Traté de hacerla lo más natural posible, eso no tiene huevo, ni harina. El pernil igual, lo saqué del estilo portugués al estilo criollo”.

La otra jefa, Inés hija, se graduó de Diseñadora de Modas en Caracas y llegó a trabajar con el maestro Ángel Sánchez. Pero ese feo presagio llamado “la situación del país”, que a mucha gente asusta en diferentes períodos, la llevó en la década de los noventa a pensar en invertir en el negocio de su hermano. “El que empezó fui yo realmente, luego ella se unió porque yo no podía solo. Yo hacía las cachapas, hacía el jugo y cocinaba el pernil. Aquí nacieron nuestras raíces”, declaró. Luego se unirían dos miembros más de la familia: María Elizabeth y María de Los Ángeles para ayudar en las tareas de caja.

Emanuel no tiene duda de que su destino comercial y afectivo se encuentra allí, en La Unión. “Esto antes era campo, pero se ha poblado mucho. Como uno se crió en el campo, lo busqué (de nuevo). Te diré: si aquí ponen edificios yo me voy, ya estoy acostumbrado. Fíjate: lo que llama también al cliente es el paisaje, el clima y tienes a la vista el campo espectacular”. El mismo lugar donde se criaron los hijos de Doña Inés, quienes un día crecieron, montaron un negocio en su nombre y lo hicieron crecer.

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