Geografía del paladar

Dos aceitunas españolas compiten por el corazón del desierto

Dos aceitunas españolas, la andaluza "picual" y la catalana "arbequina", compiten por el corazón del desierto israelí del Néguev, en un proyecto destinado a desarrollar especies agrícolas que puedan subsistir bajo condiciones climática extremas

Foto: Fresholive.com
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Los dos variedades están siendo sometidas, junto a otra docena de todo el mundo, a intensos experimentos desde hace quince años, con el objeto de encontrar la que pueda resistir un regadío de alta salinidad, temperaturas en verano de más de 50° y una tierra pobre en nutrientes, publicó Elías L. Benarroch, para EFE.

«Buscamos soluciones sostenibles para una agricultura intensiva en zonas áridas y semi-áridas», declaro el profesor Uri Yirmiyahu, director del Centro Gilat de Investigación.

El proyecto se realiza en el norte del desierto del Néguev, que se extiende por 13.000 kilómetros cuadrados y cubre casi un 60 por ciento del territorio israelí.

Dependiente del Instituto estatal Vulcani de desarrollo agropecuario, responsable del 70 por ciento de la innovación agraria en el país, el centro Gilat está abocado desde hace décadas a la conquista del desierto y la búsqueda de cultivos resistentes.

«El olivo es una especie con una alta resistencia a la salinidad, en comparación con la mayoría de frutales que son mucho más sensibles», señaló en un encuentro con periodistas el investigador Arnón Dag, quien se dedica en ese centro al seguimiento de todas las variedades de oliva examinadas.

También buscan por toda la región árboles antiguos que han sobrevivido a las inclemencias del tiempo para, mediante técnicas de reciclaje genético, mejorar las especies actuales, en un proyecto en el que cooperan expertos palestinos y jordanos.

«Si un olivo crece en Shivta en medio de un valle donde nada crece, es porque algo debe tener que le ayuda a sobrevivir», sostuvo sobre esta zona en el corazón del desierto a escasos 20 kilómetros de la frontera con el Sinaí egipcio.

De allí proviene la variedad bíblica «barnea», que junto a las españolas «picual» y «arbequina» está entre las cuatro que más fruto han producido en los quince años de experimentos.

La «arbequina», que curiosamente tiene orígenes lejanos en la Palestina histórica y fue trasladada a España en el siglo XVII por el duque de Medinaceli, es una especie fuerte y que está teniendo mucho éxito.

Según Dag, el 50 por ciento de las nuevas plantaciones en Israel destinadas a recolección mecánica con vibradoras son de este tipo.

Sobre la «picual», destaca las similitudes climatológicas con Andalucía para explicar su gran adaptabilidad a zonas áridas como la de Ramat HaNéguev (meseta del Néguev), en el centro del desierto.

«La variedad del norte de Italia que hemos examinado no consigue florecer», subraya.

Para los investigadores del Centro Gilat, España es punto ineludible de referencia en todo lo que tiene que ver con el cultivo de la oliva.

«Es la principal potencia y aprendemos mucho de ella. Tenemos muy buena relación con expertos españoles y existe mucha transferencia de conocimientos», agregó Dag al referirse a los contactos con el Instituto sevillano de la Grasa, dependiente del CSIC.

La fase experimental se realiza en un pequeño bosquecillo en el recinto del centro donde, después de una primera selección, once especies son sometidas a extremas condiciones climáticas, regadas con agua subterránea extraída a veces a cientos de metros de profundidad y con altísimos niveles de salinidad: entre 1.100 y 2.400 miligramos de cloro.

Los olivos, que por la elevada evaporación requieren cada uno unos 200 litros de agua diarios, son también abonados en distinta medida para verificar cuál es la técnica de cultivo más apropiada.

Los resultados de la investigación apuntan a que las dos variantes españolas se encuentran entre los primeros cuatro puestos por producción de olivas, y en el caso de la «arbequina» también por cantidad de aceite extraíble.

En Ramat HaNéguev, la «picual» ha conseguido abrirse paso en las 480 hectáreas de olivos que han sido plantados desde 1995, en el que es el mayor olivar del país con 150.000 árboles de varios tipos.

De allí procede también el aceite de oliva virgen extra «Halutza», producido por el kibutz Revivim y en los últimos años ganador de varios premios internacionales, entre ellos el Mario Solinas de frutado ligero que concede el Consejo Oleícola Internacional.

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