Abrebocas

En Bangladesh la cena de ramadán es una experiencia gourmet

Desde hace más de un siglo cuando llega ramadán, el mes sagrado y de ayuno para los musulmanes, el área de Chawk Bazar, en la parte vieja de Dacca, se convierte en punto de ebullición de comidas y personas que llegan hasta este lugar para conseguir la comida vespertina del Iftar

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Foto: EFE
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Cientos de puestos improvisados se convierten en reclamo para miles de personas que acuden para darse un banquete de exquisiteces al final de un duro día sin probar bocado en este país de 160 millones de habitantes, aconfesional políticamente pero con un 90 por ciento de población musulmana.

Nadie sabe a ciencia cierta cuando este mercado de Iftar empezó a funcionar pero casi todos los platos y preparaciones que se pueden encontrar aquí vienen de una larga tradición e historia que llega a la época de los Mongoles, que gobernaron esta parte del mundo entre los siglos XVI y XVII.

Mohammad Hossain prepara con cuidado su especialidad, un «boro baper polay khay», o lo que es lo mismo «algo que come el hijo de un rico»

Es una receta que, dice, heredó de su padre y lleva garbanzos, sesos y carne molida de ternera, patatas, huevos, pollo, cerca de una docena de especias y manteca, lo que hace del plato una delicatesen que atrae auténticos regueros de gente a esta parte de la vieja Dacca.

«Llevo en el negocio desde hace 30 años, antes de mí, mi padre solía vender este mismo producto», dijo Hossain, de 50 años.

Lo especial de esta mezcla está en las especias, que naturalmente el vendedor se niega a explicar, porque es, afirma, el secreto más atesorado que guarda.

«Nuestra familia lo vende desde hace décadas, ahora otros dicen que su plato es el original, pero guardamos con cuidado el secreto, que nos ha hecho vender mucho», indicó.

Uno de los visitantes asiduos es Reaz Uddin, al que le gusta pasear al caer el sol para comprar la comida del iftar para su familia.

«El ‘boro baper polay khay’ es muy popular en la familia», indicó.

Pero en las calles hay puestos y comidas suficientes como para satisfacer todo tipo de gustos y la oferta no acaba aquí.

Además del asado de carnero, el de pollo o el de paloma, el borhani (yogur) y otros productos agridulces, los gigantes shahi jilapi, un dulce frito que parece un churro enrollado, ocupan un lugar de preferencia para los golosos.

Nazim Uddin refirió que algunos de los jilapi que vende pesan hasta cinco kilos y da para ser compartido por hasta 10 o 15 personas.

«Uso harina y manteca pura para hacerlos. El otro producto de éxito que tengo es el amriti, que hago con lentejas y frío con manteca», relató.

El repertorio de productos tradicionales de Iftar se extiende en una lista casi interminable en la que se cuelan el piyaji, una pasta de lentejas, cebolla y chiles verdes; el beguni, capas de berenjena finamente enharinadas; o el muri, el arroz inflado.

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Pero, si alguien quiere algo mejor presentado y un poquito menos callejero (e higiénico), pueden visitar otras partes de la capital.

Una de esas zona es Baily Road, donde Mohammad Ehsanuddin ofrece un menú de 93 productos típicos en su establecimiento.

«A diferencia del mercado callejero de la Dacca Vieja, nosotros vendemos envasado», precisó Ehsanuddin.

El envasado no es la única diferencia. Aunque los productos tradicionales son en sí mismos un recurrente menú que no necesita presentación, no todos quieren limitar su cena a los platos típicos.

«La gente no es solo feliz con los platos tradicionales, así que hemos añadido algunos productos extranjeros como las bolas de camarón chinas, camarones cocidos salados y mariposas chinas, y son también muy populares», concluyó.

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