De temporada

Kwashiorkor, la cara del hambre en Venezuela

El pasado 23 de junio asistí a un seminario organizado por la Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría y allí quedó plasmado para el asombro de muchos de los presentes, la situación real de la desnutrición aguda de Venezuela, que se instaló en nuestras comunidades mucho antes de lo que nos pudimos dar cuenta y no pareciera encontrar salida a corto plazo Con el apoyo de la SVPP, Fundación Bengoa, Observatorio de la Salud y otras importantes organizaciones del país, así como de personalidades ligadas fuertemente a la nutrición y la alimentación en Venezuela, se llevó a cabo el seminario “La nutrición infantil en emergencia” un espacio para dar a conocer la situación real de la desnutrición en la primera infancia.

Kwashiorkor
Fotos: FLICKR & WIKIPEDIA
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De acuerdo con la Dra. Livia Machado, la mortalidad infantil aumentó un 30% este año y las razones fundamentales son de acuerdo con su intervención: Crisis económica (hambre) + Déficit asistencial (enfermedad). Producto de su práctica hospitalaria, presentó casos reales que soportan sus cifras: más del 70% de los niños menores de cinco años presentan algún grado de desnutrición, muchos de ellos con marasmo y kwashiorkor, y otros con una combinación de ambos.

El nombre de kwashiorkor deriva de una de las lenguas kwa de la costa de Ghana y significa ‘el que se desplaza’, refiriéndose a la situación de los niños mayores que han sido amamantados y que abandonan la lactancia una vez que ha nacido un nuevo hermano.

Cuando un niño nace, recibe ciertos aminoácidos esenciales para el crecimiento procedentes de la leche materna. Al ser destetado, si la dieta que reemplaza a la leche tiene un alto contenido en fécula y carbohidratos y es deficiente en proteínas, como es común en los hogares venezolanos más vulnerables, donde el principal componente de la dieta consiste en almidones vegetales o donde el hambre hace estragos, los niños pueden desarrollar kwashiorkor.

MARASMO

Por su parte, el marasmo es una forma de desnutrición crónica caracterizada clínicamente por un adelgazamiento severo del tejido subcutáneo (emaciación), músculos y grasa, que da lugar a un aspecto envejecido o arrugado.

Los pacientes con Kwashiorkor y marasmo difieren en su composición corporal. Sin embargo, cuando un niño muere por kwashiorkor aún tiene reservas tisulares de proteína y grasa, ya que estos depósitos son movilizados inadecuadamente durante el proceso de enfermedad aguda. Por otro lado, los niños con marasmo, tienen mayor capacidad de sostenerse frente a una disminución del aporte de proteínas y lípidos, y a pesar de que tienen mayor emaciación del tejido, tienen mayores tasas de supervivencia.

De los casos presentados, unos pocos tuvieron la suerte de recuperar peso y sobrevivir (pero no se sabe por cuánto tiempo) y otros lamentablemente no resistieron a tantas penurias.

El mayor problema en todos los casos fue el hambre, aunado a la implementación de alimentos improvisados no aptos para tan corta edad. En algunos casos, estos niños fueron alimentados con agua de auyama o de zanahoria, en otros casos fueron alimentados con leche completa a una dilución que sólo habla de carencias y falta de información, pues para los presentes quedaba claro que se alimentaban hasta donde podían y con lo que conseguían, sin saber si habría algo para la próxima comida, para el próximo día.

La mayoría de estos casos tuvieron como causas probables poca o nula lactancia materna, un altísimo grado de escasez de insumos básicos como comida y medicinas, fórmulas infantiles para complementar la alimentación en los casos que fuesen necesarios y lo más grave desde mi perspectiva: condiciones de extrema insalubridad, pues tal y como lo expresó el representante de UNICEF en Venezuela, quien también atendió a la invitación en calidad de ponente, no contamos con agua potable en los hogares de cientos de venezolanos, un recurso clave para prevenir enfermedades enterodiarréicas que son aún en el siglo XXI la principal causa de muerte en niños menores de cinco años.

Aunado a este escenario que ya para mi es dantesco, se suma la triada embarazo-adolescencia-desnutrición, pues la mayoría de los casos atendidos en estos centros de atención primaria son adolescentes en un alto grado de desnutrición, en el que traen al mundo niños con bajo peso y talla al nacer, que no ofrecen lactancia materna porque no saben cómo hacerlo o no son orientadas y apoyadas para lograrlo con éxito, que además no son primerizas, sino que llegan con dos o tres hijos más que manifiestan las mismas carencias y que solo están vivos porque les tocó llegar al mundo en un momento menos comprometido como el que les está tocando vivir a estos que recién llegaron al mundo.

Maritza Landaeta, representante de la Fundación Bengoa, habló de la necesidad de “fumigar la desnutrición” como lo hicieron los gerentes de la salud pública hace más de 40 años y propuso evaluar al Programa de Lactancia Materna, pues siendo el programa de salud de más larga data y con una gestión ininterrumpida desde su creación, ha sido poco exitoso pues escasamente ha logrado capitalizar el 40% de la población de las madres. ¿Cómo lo podemos mejorar? ¿Cómo podemos promover una acción comunitaria, en la que la comunidad se empodere, pues para estas madres, la lactancia materna no es la prioridad; la prioridad es la supervivencia.

Buena parte de nuestros médicos desconocían la desnutrición aguda y no la conocían porque en Venezuela hacía mucho tiempo que no teníamos esta situación. Los programas de salud pública rindieron sus frutos y, a pesar de que algunos sectores que aún permanecían marginados, pelagra, marasmo y kwashiorkor habían quedado solo en las imágenes de los libros y en los casos de estudio, como una rareza ajena que yacía en el olvido de un país con recursos para mantener a su población en el mejor estado posible.

¿Cómo promover un programa de alimentación comunitaria en una comunidad donde no hay agua? ¿Cómo prevenir enfermedades en una comunidad donde no hay jabón ni pasta dental para garantizar la salubridad de los más vulnerables? Las enfermedades infecciosas están diezmando a las comunidades y con hambre y sin recursos para atenderlos estamos perdiendo a una generación completa.

La desnutrición nos ha dado una bofetada en la cara. Toca preguntar ¿Qué vamos a hacer con esto?

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