La Mejor Hallaca de Madrid en primera persona

Es difícil estar en el exterior y no sentir aunque sea un poquito de culpa, cuando se presenta la oportunidad de probar 52 hallacas preparadas con esmero e ilusión, por un número mucho mayor de personas; porque eso sí que tiene este tradicional y laborioso plato navideño de la cocina venezolana, se hace en familia y si la familia está lejos, con amigos

La mayoría de quienes participaron en la novena edición del concurso “La Mejor Hallaca de Madrid”, organizado por Eugenia Adam, bajo el auspicio de la Asociación Cultural Viva Venezuela fue justo lo que destacó, esa suerte de sinergia afectiva que impregna guiso, masa, adornos, hojas de plátano y hasta pabilo de un elemento mágico, ese je ne sais quoi.

Eran en total 40 inscritos, pero las normas del concurso establecen que en la noche de la final, los jurados solo catan 12 hallacas. Por eso hay que hacer una primera degustación y eliminatoria. Dos días calificando 40 hallacas para llegar a un veredicto preliminar y luego, al tercer día, la evaluación definitiva de las 12 finalistas.

Se dice fácil. Tres días consecutivos comiendo hallacas debería ser el sueño de cualquier venezolano, pero en mi caso no fue así, porque hoy es más fácil hacer una buena hallaca en Madrid que en Caracas. ¿Las disfruté? Claro que sí, sobre todo por la calidad que cada participante le imprimió a su plato y por permitirme hacer nuevos amigos como la chef Axa Milá de La Roca, la periodista y presentadora de TV Andreína Véliz, el tenor Aquiles Machado y la también chef Alejandra Morrison, miembros del jurado con quienes compartí la responsabilidad de seleccionar la mejor hallaca de Madrid.

Pero no fue una sola, este año hubo una nueva categoría, que busca sumar a los más jóvenes y mantener en ellos esta tradición: “La Hallaca Influencer”, elegida por Alejandra Zárraga de @venezolanos_que_molan, Roberto Rodríguez de @venezolanos_por_espana y Kerlys de Martín de @venezolanosguay, con un alcance total de 288 mil seguidores.

El local escogido para realizar el evento comenzó a llenarse de personas, reconocíamos en ellas nuestro acento y nuestras palabras, también reconocíamos nuestro jolgorio y ¡enhorabuena! fuimos puntuales, una de tantas cosas positivas que están quedando de las circunstancias.

Cada concursante reconocía su obra a medida que iba saliendo de los fogones del restaurante Pasticcio; para nosotros eran -lógicamente- anónimas, solo identificadas por los organizadores con un número. Una a una fueron desfilando por la pasarela de nuestra mesa, en un festival de colores, olores, sabores, alegría y nostalgia. Todas dignas representantes de lo que somos.

Desde mi puesto en el jurado, levantaba la vista y observaba, en las miradas se podía intuir el nerviosismo individual del examen, porque la hallaca podrá ser una obra colectiva, pero el éxito o el fracaso es de quien dirige la hechura. En honor a esos ojos, a esas manos y a esa valentía, hay que ser agradecidos. ¡Todas estaban deliciosas!

Suenan los aguinaldos y villancicos del conjunto La Octava Isla y pienso, si hubiera que definir al venezolano en el exterior sería con la palabra “emprendedor”, porque todo emprendedor tiene que ser “constante” y justo la constancia hizo que Coromoto Avilés (en la foto de portada), una caraqueña residenciada en Cantabria, obtuviera el primer lugar. Es la cuarta vez que participa en el concurso, el año pasado llegó hasta el segundo puesto. Una parte del premio la donó a la Asociación de Pensionados y Jubilados Venezolanos en Madrid, para quienes también iba el beneficio de lo recaudado entre los presentes, esperen, hay otra palabra “solidario”. El premio a la “Hallaca Influencer 2018” fue para Andrea Fontecha.

Hubo propuestas atrevidas que causaron sensación, como la hallaca redonda de la zaraceña María Eugenia de Behrens; y la hallaca confeccionada a la usanza del siglo XIX, investigación y obra de Maruja Dagnino. Esta última con la masa pintada con remolacha y rellena de confit de pato y cebolla caramelizada, afrancesada como en los tiempos de Guzmán Blanco. Fueron merecedoras de menciones especiales.

Viendo todo en retrospectiva, debo decir, bien porque soy un romántico o bien porque soy un venezolano de esta época, que no encontré mejor manera de concluir esta crónica en primera persona que recordando a Bécquer, porque unos más otros menos, a veces los venezolanos también tenemos “alegre la tristeza”.