Lecturas sabrosas

SaborABeat: Sonorámica, Menú Callejero y el melao de Catia

En esta nueva entrega de Sabor a Beat, Beatnhey Rondón nos revela los sonidos y sabores de Catia, crisol de inmigrantes  

Fotos: Cortesía de Raymar Velásquez / @menucallejero
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Nunca había comenzado una entrevista desde el volante de mi carro. Apenas abordaron, empezamos a apurar el asunto sólo porque todos estábamos emocionados de ‘echarnos los cuentos’. De copiloto, Tibisay Guerra, gestora cultural, cantante, promotora de buenas nuevas desde Autores Venezolanos y el Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas, quien creció rodeada de partituras y tumbaos. En el asiento trasero, Raymar Velásquez, lo más parecido a un alquimista: en una mano, la cámara fotográfica con vida propia; en la otra, cuchillos y cucharones. Sabe trajearse con delantal y chaleco con la misma soltura. Ambos de Catia, formados en la Unidad Educativa María Rosa Molas, de Fe y Alegría. Ellos serían mis guías locales en el oeste caraqueño.

Las conquistas del día serían tomarle el pulso a los sabores que hacen vida en los hogares y calles de la zona rastreada por Menú Callejero y llegar a la casa de la familia Guerra para conocer el germen de Sonorámica, propuesta musical, plástica y literaria nacida de las manos de dos catienses, Starsky Brines y la propia Tibisay, en homenaje a su padre Carlos Guerra, músico, compositor, arreglista. ¿Les suena El Sonero Clásico del Caribe, Quinteto Tropical? Para allá vamos.

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Confieso que nunca fui a Catia, nunca así para saborearla y escucharla, para medir su beat en las calles, en las caras de la gente, vacilarme la risa, las diligencias, ‘el moto’ que te lanza un ‘¡’Sa mamita!’, la adrenalina, el pipote hecho bongó en la esquina, el olor a café saliendo de alguna de las casas, el mecánico ‘metiendo llave’ en los motores, el sonido de las manos que saludan a los ‘panas’, la bodega, el callejón, las mujeres y el mercado, el barullo del recreo de la escuela, se cuidan niños, se cosen ruedos, “I like to live in América”… “Sigue por la Morán. Cuidado con los huecos”. Y nosotros allí, con el #CatiaTieneMelao en el pecho.

Catia se convirtió en la primera foto que los inmigrantes verían luego del desembarque en el puerto de La Guaira y su llegada a Caracas, cuando Venezuela comenzó a erigirse en la taima del mundo en la década de los 50 a través de sus mares, y 20 años más tarde por los caminos verdes: “Voy llegando a la frontera, pa’salvarme en Venezuela”, Rubén Blades dixit. Y así, este refugio de soñadores libres comenzó a alimentar tan hermosamente nuestra idiosincrasia. En Catia se instalaron los primeros asentamientos de grupos sociales extranjeros: judíos, asiáticos, europeos, árabes, antillanos, centroamericanos, sureños… Véngase conmigo, suba el volumen de la radio y sírvasela con todo.

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Estacionamos en el centro comercial Propatria, nuestro recorrido lo haríamos a pie. “Allí estaba Maxy´s, allá Tropi Burger. ¡Ahí me comí todas los guapos con queso y arepitas que pude!”, los ojos le brillan a Tibisay y me la imagino liceísta y traviesa. “Yo ví Terminator 2, de James Cameron, en una de las salas de los cines que quedaban allá arriba. Me ‘jubilaba’ del liceo y me dejaban pasar con uniforme. Me conocían, pero siempre pagaba mi entrada, eso sí”, señala Raymar en lo que sería nuestra primera parada con la oportunidad de recrear las juventudes y sus felices momentos.

A los tres nos une el barrio, ellos de Catia, yo de San José del Ávila. Nos hermana la calle, el ritmo apurado, el ‘resuelve’ diario y la innegociable fuerza para crecer y llegar hasta donde lo hemos hecho. “Después de los saqueos en el 89, todo cambió”, y el dolor oculto nos encuentra a los tres mirándonos en silencio tras las palabras de Raymar. ‘Guapea, Rondón’, acudo a mi mantra personal.

Teníamos el tiempo medido y las alertas encendidas. Ya nos habían advertido que no mostráramos la cámara, eso hizo que aceleráramos el paso y seguimos hasta un aviso de neón apagado que no encenderá por más que lo insinúe. “No, hija, eso dejó de funcionar hace tiempo porque los repuestos son muy caros”, con casi 30 años como mesonero, Jesús Contreras nos cuenta que la fuente de soda Los Delfines mantiene el servicio a las 52 mesas que moran dentro y fuera del salón. Puedo jurar que las vi todas llenas, puedo dibujar las caras de los meseros que apuran las ‘comandas’, puedo escuchar los niños correteando y el brillo de las miradas ante un helado chorreante de toda la felicidad que cabe en una copa para un par de novios enamorados.

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Fundada por Nuno Gonçalves hace 50 años, Los Delfines tiene historia como sitio de encuentro de políticos o personajes públicos. “Por acá venían Claudio Fermín y Andrés Velásquez y hasta Henry Stephen. ¡Fuimos famosos!”, reímos del lado de afuera de la barra y recibimos la recomendación de la casa: Hamburguesa Delfín y batido de fresa. ¡Más nada!

La calle nos espera, se abre hacia abajo y caminamos en contra vía. Esa manía mía de no pisar las alcantarillas me hace llevar una rayuela en los pies, un perro se enreda, y me detengo triunfante ante los desechos que esperan por un destino más lógico. Llegamos a las empanadas que “no tiene marcas pero todos saben que es…”. La Brasita. Sin aviso que las anuncie, todo el mundo las conoce. Sin importar la hora, el local siempre está lleno de gente, para comer o llevar. Le pregunto a Nayibi cuál me recomienda y ella, vigilante de un cobro correcto, me dice “Mami, no te ‘peles’ la de guayanés, esa es la que más se vende, y la de chorizo, ¡muchacha!”. Ella no lo sabe, pero sus palabras se cuelan a través de una dentadura de cadetes navales que desfilan frescos, recibiendo el viento del mar.

Mientras, Mauricio me observa, limpia el mostrador y pregunta: “¿Qué te doy, ‘catira’?”, pícaro. “Yo vine por la de guayanés, eso me dijeron. ¡Ah, y una de chorizo!”. Hay tanto de travesura en los caraqueños, tanta complicidad clandestina en nuestros ojos, es un código amable para acercarnos. Siempre andamos de romance con el otro. “¿Y qué te tomas, un mango-piña?”. ¡Qué risa! ¡A estas alturas me van a ‘levantar’ con un batido de frutas! “Dale, pues, dame uno”.

Por más que lo intentamos, que ‘cantamos la zona’, que triangulamos los movimientos, fue imposible sacar la cámara o un móvil para tomar un par de fotos. Estábamos ‘pagando bello’. Raymar y yo intercambiamos sabores de chorizo y guayanés, una malta y el batido. Tibisay, regia con su dieta. Renunciando al documento fotográfico por la precaria seguridad con la que contamos, me pongo más conversadora y reto a la memoria para ver si alguno de los comensales recuerda el precio de las empanadas cuando abrió el local a principio de los 80.

“Yo de lo que sí me acuerdo es que cuando tenía doce años era empaquetador en el automercado, bajaba por estas calles con mi carrito y la compra de la gente y, con la propina, me paraba aquí y desayunaba”, mientras lo escucho, le adivino la edad. Humberto Balza tiene 42 años y no repara en confesarse, “he vivido aquí toda mi vida. Aquí nací y aquí me quedo, mientras pueda”. Guapo, metro setenta, sonríe y está de acuerdo cuando lo acompaño en palabras y recuerdos hasta sus doce años, a su dignidad trabajadora que alcanzaba para desayunar y ayudar a su familia.

Un combo conformado por Mauricio, Nayibi y hasta el distante Darwin detrás de la barra, junto a los clientes, nos despide con sonrisas y un ‘¡Regresen pronto!’ que suena a promesa porque tienen razón, esas empanadas son mundiales. ¡Y eso que no probamos las operadas!

Éramos dos mosqueteras y un Dartagnan. Raymar se atreve a recrearnos en su edad escolar: “Nací y crecí en Catia. Al ser lo primero que encontraba un inmigrante en la capital, la escogían como su hogar. Era común estudiar con compañeros italianos, españoles, polacos, árabes, portugueses y chinos”, comienza a asomarse Menú Callejero.

“Recuerdo cuando estaba en quinto grado. Llegaron unas niñas bellísimas a mi salón: las hermanas Lamya y Jazmín. Me acerqué a ellas por lo que traían en sus loncheras y terminaba intercambiando sus meriendas por mis arepas con Diablitos. Así conocí el kibbe, el falafel, el tabule, el mjamra, esa deliciosa crema de pimentón con nueces y ellas conocieron las arepas de mi mamá”, ¿curioso o pícaro?. Los recuerdos que nos llevan a la mesa del hogar son fantásticos y cada quien lleva consigo su propio álbum familiar. En una lonchera cabe todo un país y su cultura.

Nuestro beat y ese sabor nos llevó dos cuadras más abajo, hasta el bloque 13 de Ciudad Tablitas. Allí nos esperaba Doña María Morantes, viuda de Guerra, madre de Tibisay que se apena por no poder ‘colarnos’ un café. “Mija, tenemos dos semanas sin agua. Esto es un desastre”. A pesar de eso, la vajilla de ‘peltre’ reposa incólume en la mesa del comedor, en la que tantas veces el maestro Carlos Guerra se sentaría a trabajar, seguro con un café colado por Doña María, siempre con leche.

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En las paredes, descansa parte de los reconocimientos del maestro: Aguja, Discos, El Momo, Estrella, todos de Oro. Premios y homenajes girando alrededor de una fotografía que lo erige como el Pater familias que sigue siendo, aún después de su despedida el 5 de octubre de 1989.

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Acompaño a Tibisay a recorrer la pared de los honores, escucho sus historias y nos detenemos ante el altar donde se lee: “Pergamino de la amistad” firmado por Phidias Danilo Escalona el 31 de mayo de 1968, el venezolano encargado de bautizar como ‘salsa’ a ese ritmo nacido en Cuba, enriquecido en Puerto Rico y ‘envenenado’ en New York como un nuevo género.

“Sí, papá era muy buen amigo también. Su trompeta tocó en tantas formaciones, una de ellas fue el Sonero Clásico del Caribe, de su fundador ‘Pan con Queso’, nuestro vecino”, el gran Carlos Emilio Landaeta.

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Revisamos los discos de vinil producidos por el Maestro Guerra. Intactos, cuidados y preciados destacan Cherry Navarro y Emilio Arvelo. Si bien a Arvelo se le conoce como el intérprete de los cumpleaños gracias a la canción de Luis Cruz, ‘Feliz cumpleaños’, es el tema ‘Soledad sin ti’ quien lo internacionaliza como cantante.

“El Maestro Carlos Guerra me cambió el estilo y pegamos en México su canción ‘Soledad sin ti’. Gracias a ese tema, el maestro Armando Manzanero me llevó a México por dos semanas y canté en Acapulco en donde tuve la oportunidad de cantarle el cumpleaños a Libertad Lamarque. Fui por dos semanas y me quedé seis meses”, ha reconocido el propio Emilio Arvelo. (1)

“Papá era un creador infinito. Son más de 600 canciones registradas en Sacven. Llegó de Río Caribe muy joven y trabajaba con mi abuelo aprendiendo el oficio de sastre. ¿Puedes creer que mi papá se escapaba de clases y se iba a la Escuela Superior de Música a estudiar trompeta?”, sonríe una hermosa hija que admira exponencialmente a su padre, se le nota.

“Papá compuso para Barbarito Diez, Chocolate Armenteros, Bienvenido Granda, Alfedo Sadel y Kiko Mendive, por citar algunos; cuando dirigía la Sonora Caracas, alternó con Celia Cruz”, es larga la lista. Guerra sembró y cosechó una decena de orquestas que pasearon por muchos de los escenarios locales e internacionales: Sonero Habanero, Guerra y sus Arañas, Los Veteranos del Son, Los Satélites, entre otras.

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Una de esas orquestas fue Sonorámica, que graba un Lp en los años 60, de repertorio orquestal en formación de Big Band, dejando otra grabación inédita que aún hoy espera colaboración para salir al mercado. Es en esta orquesta en la que se han inspirado Tibisay y el artista plástico Starsky Brines para crear Sonorámica, una panorámica de sonidos en la que convergen literatura, música, artes visuales: una memoria compartida de imágenes sonoras en fase de horneado.

El legado del maestro Carlos Rafael Guerra Alcalá está presente en muchos de los temas que usted bailó o lloró: danzones, boleros, guarachas, jazz latino y tantos más. Así, cada vez que usted entone el cumpleaños feliz a la venezolana y llegue el momento del ‘Taratatán, ta-ta-ta-ra”, sepa que detrás de esas velas y ese pastel, estará también la trompeta del Maestro Carlos Guerra con su arreglo de metales para sembrarse por siempre en nuestras alegrías aniversarias.

Y como todo tiene su final, debíamos partir. De nuevo a la calle, nos despedimos de una zona que aún esconde cientos de recovecos por conocer. Yo regresaré por varias razones: por las empanadas operadas de La Brasita, por llegar más profundo a Catia y sus historias y por el café de Doña María, servido en taza de peltre.

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Playlist de la entrevista
• Pedro Navaja, Rubén Blades, Siembra, Fania Records, 1978. https://www.youtube.com/watch?v=k62zZBeevWQ
• Caminos Verdes, Rubén Blades, Buscando América, Seis del Solar, Sello Elektra, 1984. https://www.youtube.com/watch?v=v9la5umehiw
• Cumpleaños Feliz, Luis Cruz, arreglo de metales Carlos Guerra, interpretado por Emilio Arvelo. https://www.youtube.com/watch?v=L3uga_ao0lY

• Soledad sin ti, Carlos Guerra, interpretado por Emilio Arvelo https://www.youtube.com/watch?v=_1NAGYVlwVo

• Soledad sin ti, interpretada por Trío Los Reales (Ecuador) https://www.youtube.com/watch?v=ZII1mMzEEq0

• Caraqueñita, Carlos Guerra, interpretado por Alfredo Sadel. https://www.youtube.com/watch?v=lHVXFC4_0rE

• Sé perder , Carlos Guerra, interpretado por Bienvenido Granda https://www.youtube.com/watch?v=4ftx08NTm4I

• Oye como suena, Orquesta Sonorámica https://www.youtube.com/watch?v=W9kZ-gEKUP8&list=RDW9kZ-gEKUP8&start_radio=1

• Acuyuyé, Orquesta Sonorámica https://www.youtube.com/watch?v=O67gUsvacqo

• ¡Qué buenas qué malas!, Carlos Guerra, interpretado por Kiko Mendive. https://www.youtube.com/watch?v=MkXd8Di24-g

• A Celia Cruz, Carlos Guerra, Sonora Caracas. https://www.youtube.com/watch?v=vZBQngEKEa8

Acompañamiento culinario

• Guapo doble con queso

• Hamburguesa Delfín (pan, carne, queso, tomate, lechuga, cebolla, salsas) con papas fritas / Batido de fresa

• Empanada de queso guayanés / Batido de mango con piña

• Empanada de chorizo / Malta

• Tabule, Kibbe, Falafel, Mjamra

KibbeHorneado
• Arepa con Diablitos

• Café colado de Doña María

• Torta de cumpleaños

Glosario y referencias de modismos caraqueños

Echarse los cuentos: comentar, contar historias, anécdotas, actualizarse.
Vacilar: bromear, disfrutar, no complicarse.
El moto: apócope de ‘El motorizado’.
‘Sa mamita: expresión apocopada de ‘Esa mamita’, refiere a mujer bonita.
Meter llave: revisar la mecánica automotriz con herramientas.
Panas: amigos, conocidos con confianza.
Jubilarse: librarse, escaparse con travesura.
Resuelve: actuar con determinación a pesar de las circunstancias.
Guapear: seguir adelante con buena actitud aunque cueste.
Comanda: orden de menú y servicio a una mesa en un local de consumo.
Pelarse: (o no) equivocarse, dejar pasar.
Catira: toda mujer de piel blanca y cabello no tan oscuro.
Levantar: conquistar con gracia y destreza.
Cantar la zona: medir un lugar y avisar que no hay peligro en él.
Pagar bello: exponerse públicamente a un riesgo sin necesidad.
Colar café: utilizando un cono de tela, verter agua hervida por el café molido.
Peltre: ferroesmaltado revestido de cerámica.
Salsa: género latino caribeño.
Envenenado: con agregados que lo enaltecen o lo hacen más apetecible
Pan con queso: músico venezolano, fundador de El Sonero Clásico del Caribe y creador de instrumentos de percusión apreciados en el mundo entero.

Fuentes documentales:
(1) Entrevista realizada por Carmela Longo y Héctor Castillo a Emilio Arvelo para Últimas Noticias, 8 de noviembre de 2015, minutos 8:24 – 9:00
https://www.youtube.com/watch?v=FIJhcDjGQGQ

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