Salud

Bolivia Bocaranda quemaría sus sostenes por medicinas

Una cirugía plástica para borrar las patas de gallo de Bolivia Bocaranda derivó en la fundación de SenosAyuda. Si bien una cadena de eventos infortunados llevó a que se conformara esa organización hace 11 años, el saldo de beneficiadas es de más de 185 mil mujeres. Hace cuatro días, presentaron el libro que explica cómo se erigió la fundación y que recuerda a los que lograron que el proyecto floreciera.

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Fotos: Andrea Hernández

Hace 17 años que Bolivia Belisario Travieso –mejor conocida como Bolivia Bocaranda– entró en remisión de un cáncer de mama que los puso a ella y a su familia de puntillas. Luego del primer encuentro con la espada de Damocles, decidió fundar SenosAyuda con otras dos sobrevivientes. El libro que presentó por primera vez el 5 de mayo, es el cuento de la organización y de sus integrantes.

“A sostén quitao” es el nombre que la presidenta de la entidad escogió para su obra porque en las primeras reuniones de Beatriz Ottengo, Ingrid Borges y Bolivia todas se quitaban los sostenes. Estaban recién operadas y sus senos pedían comodidad. En esos momentos de alivio, las tres se alinearon para formar una de las asociaciones más importantes del país en cuanto a la concientización sobre el cáncer de mama.

Esto es un trabajo de defensa a los derechos de la mujer, comenta. «No soy 100% feminista, pero si hay que salir a quemarse los sostenes para conseguir medicinas, pues sí lo soy». Cinco mujeres mueren todos los días por cáncer de mama y que esto no sea una prioridad en la agenda de salud pública es una locura, subraya.

Empoderamiento

Si bien llamar la atención sobre una de las enfermedades que más vidas femeninas cobra en el país (8% de las diagnosticadas entre los 45 y 64 años de edad muere, según el Anuario de Mortalidad del Ministerio para la Salud de 2011) parece ser el núcleo de SenosAyuda, Belisario insiste en trascender.

El empoderamiento de la mujer es la finalidad última de la organización. “Hemos entrenado voceras que han llegado del interior del país durante años para que sean activistas contra el cáncer de mama”, dice y añade que luego se convierten en agentes de cambio en sus comunidades. Incluso son reconocidas como líderes.

El empoderamiento también se persigue por otras vías: muchos programas y campañas atienden la autoestima de las que padecen la enfermedad o son sobrevivientes. “Es impresionante ver las diferencias en el autoestima y el estado mental luego de una reconstrucción de seno. Así sea sin el pezón”, comenta la presidenta de la entidad.

Cuando no pueden costearse una prótesis, rellenan el sostén con una media o un trapito de cocina. Esto les cuesta la autoestima y la postura: “Muchas de ellas andan encorvadas porque les da vergüenza que noten su falta de lola. Por eso tenemos el programa SenosMima”. Este proyecto apela al lado coqueto de las sobrevivientes, tan atado a la autoestima, y esta, a su vez, tan ligada a una buena recuperación.

La cabeza de la organización cuenta que ella tuvo mucha suerte. Su esposo, el periodista Nelson Bocaranda, la apoyó durante la duración de su enfermedad, su restablecimiento, e incluso en los planes que resultaron de ese encuentro cercano con la muerte. El libro roza ese aspecto de la vida familiar y de pareja: “Recuerdo que cuando volví de la clínica, la primera vez que tuve relaciones fue una de las mejores, más de compañeros”.

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La camaradería de Bolivia y Nelson fue un bastón para ella. A mediados de octubre de 1999 con 45 años fue diagnosticada y antes de su cumpleaños, el 26 del mismo mes, ya le habían practicado una mastectomía en la que perdió un cuarto del seno. Con dos hijos adolescentes, etapa que Belisario considera la peor, la situación era complicada, por decir lo de menos.

Fan #1

“Nelson es un ser excepcional. Es mi fan número 1”, dice. Luego de 35 años de casados, la presidenta de SenosAyuda todavía opina que son buena pareja aunque sean diametralmente opuestos. En todos los sentidos. “Cuando manejamos un carro detrás de otro y voy tras él, pienso que va a tomar la derecha y él toma la izquierda”, se ríe.

Eso no le preocupa ni un poquito. Las prioridades de Belisario se reorganizaron después de su enfermedad y hay pocas cosas que la desencajan: «Ahora soy mucho más antiparabólica”. Hace 17 años eso no era así. Bolivia se ejercitaba todos los días y pesaba 53 kilos. Se cuidaba muchísimo.

Lo que la impulsó a hacerse los exámenes preoperatorios en los que le detectaron el cáncer fue un acto de vanidad: Belisario se quería quitar las patas de gallo. Pero se olvidó de las pequeñas arrugas que flanqueaban sus ojos cuando el técnico radiólogo le dijo: “Ah sí, aquí se ve clarito su carcinoma en la mama izquierda”.

Hoy, ni le preocupa su edad: “Yo redondeo hacia arriba porque soy disléxica. Hasta hace poco decía que tenía 65 por eso, pero el otro día vi un examen médico que me hicieron y decía que la paciente tiene 61 años. La computadora no se equivoca”. Las banalidades que antes le preocupaban están lejos de su mente.

Bolivia no se hizo la cirugía en los ojos. “Me quedé gorda, con arrugas y con las tetas choretas”, se ríe. Las prioridades son otras.

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