Opinión

Brasil es un gigante tullido

Como ministro del gabinete de Itamar Franco, Fernando H.Cardoso implantó en 1993 el Plan Real, un programa de estabilización macroeconómica que bajó la inflación de 5000% a 1000%. Ya como presidente, la lleva al final a 2.5% en 1998, y arranca así el flujo de inversiones extranjeras en Brasil.

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Brasil

El gobierno de Lula Da Silva mantuvo este programa, igual que Dilma Rousseff. Pero a partir de 2012 el modelo económico comenzó a exteriorizar síntomas de agotamiento que obligaban a avanzar en lo que los economistas llaman reformas de segunda generación.

Los beneficios de lo logrado colocaron 40 millones de personas en las clases medias con capacidad de consumo moderno, que reclaman acceso mejores servicios, educación, electricidad, viviendas, acueductos, esparcimiento. Atender esta demanda requiere inversiones que multipliquen la generación de excedentes para el bienestar. Pero la carencia de reformas que enfrenten los obstáculos, aleja los capitales internacionales, cuya entrada cayó en 3.5%, crecimiento cero del PTB, e inflación en ascenso (6.5%).

El mal que afecta la economía es el de siempre: la protección a la industria impide que se haga competitiva, y el peso de descomedidos impuestos sobre los ingresos de los ciudadanos, mata el ahorro y la inversión. La corrupción masiva del Estado petista representa una monumental carga que despilfarra recursos necesarios para satisfacer las demandas de una vida mejor e hizo descender la confianza de los empresarios.

El próximo gobierno que elegirán el domingo tiene planteadas por lo menos tres grandes tareas para que Brasil deje de ser un gigante tullido: abrir las fronteras económicas y que así la competencia permita a la industria nacional acceder a tecnologías de punta provenientes de los países altamente desarrollados.

Otra es impulsar la reforma del Estado que cierre la sangría de miles de miles de millones perdidos en los vericuetos corruptos de la administración y que debieran dirigirse a la creación de infraestructura. Y una reforma fiscal que resuelva el círculo canalla de una enorme carga impositiva para que los ciudadanos financien con sus sacrificios bancos del gobierno y empresas quebradas y despilfarradoras del sector público. Los resultados de las encuestas para el reto del próximo domingo dan resultados poco predecibles. Pero el ascenso de Aecio Neves y las tribulaciones de Rousseff indican que, con razón, el PT está herido en la confianza de la gente y se duda que tenga la voluntad de superar sus propias aberraciones.

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