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"Cara cortada" culpa a la brujería de su suegra por el asesinato del venezolano Orlando Abreu

Según Oscar Narro, la brujería de su suegra hizo que se separara de su esposa y por eso recayó en las drogas, el alcohol y la delincuencia. Por ello mató a Orlando Abreu, con quien, además tenía buenas relaciones. Su prontuario delictivo lo desmiente

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"cara cortada"
Fotos Cortesía El Comercio

«Cara cortada», como conocen en Perú al asesino Oscar Enrique Narro Correa, usó una insólita excusa para justificar haber matado a balazos al venezolano Orlando Abreu. Dijo que la brujería de su suegra hizo que se separara de su esposa, y por eso recayó en las drogas y el alcohol que, a la larga, hicieron que acabara con la vida del migrante.

El diario El Comercio reseñó el insólito argumento que Narro, de 46 años y con un extenso prontuario, refirió a la policía.

Oscar «Cara cortada» Narro, en prisión. Foto cortesía de Diario Correo

“Mi esposa se separó de mí, yo quería seguir predicando (supuestamente se había hecho evangélico, lo que lo ayudó a salir de la cárcel). Mi suegra se propuso separarme. Y se fue a las ‘huaringas’ a hacer brujería y tantas cosas. Por eso me separé de mi esposa”, comentó.

Agregó que mató a Orlando Abreu «por efectos de la droga y el alcohol», a los que regresó después de la ruptura. Aseguró que se llevaba bien con el venezolano, que siempre lo saludaba con un «chamo». Sin embargo, el diario El Correo dice que admitió que 5 veces trató de disparar y se le trabó la pistola, pero siguió insistiendo hasta que lo logró.

Narro tiene un prontuario policial que, al leerlo, es difícil entender cómo pudo estar libre. El Comercio apunta condena en 1997 por «el delito contra la vida, el cuerpo y la salud», otra segunda condena ese año por robo y hurto. Y en 2001, pena de 10 años (que no cumplió en su totalidad) por robo agravado. En julio de 2019, su esposa lo denunció por violencia contra la mujer. En abril de 2020 «fue intervenido por incumplir el Estado de Emergencia Sanitaria» por la pandemia, detalla El Comercio.

Después de matar a mansalva a Orlando Abreu, se quedó en su barrio y siguió con sus actividades delincuenciales. Cuando la policía lo fue a buscar, lo encontró bebiendo con 4 mujeres. Trató de atacarlos con arma blanca y huyó. Al someterlo, encontraron en su morral cocaína y marihuana.

La historia de un asesino

«Cara cortada» se llama, según su partida de nacimiento, Oscar Enrique Narro Correa. Tiene 46 años pero aparenta más. Es un delincuente de larga data y un asesino a sangre fría. Fue quien baleó, sin miramientos y en pleno mercado municipal de Trujillo, la tercera ciudad más poblada de Perú, a Orlando Abreu, un emigrante venezolano de 26 años que vendía sortijas y zarcillos.

A ese hombre todos, hasta la policía, lo conocen como «Cara cortada» o «Viejo Narro». Tiene décadas de delincuencia sobre sus hombros. Incluso estuvo preso, pero lo soltaron y siguió cometiendo fechorías. Tenía sometidos a todos los comerciantes del gran mercado municipal de Trujillo cobrándoles «cupos» o lo que en Venezuela se llama «vacuna»: un pago ilegal para poder vender.

Lo atraparon el domingo 21 de febrero caminando por su propio barrio, La Esperanza, según reseñó el diario El Comercio. Ahora será juzgado por un delito que tiene pena mínima de 15 años.

Al momento de interceptarlo, Narro estaba bebiendo con cuatro mujeres. Llevaba en un morral «50 ketes con pasta básica de cocaína» y unos pocos gramos de marihuana. Apenas vio a los agentes intentó fugarse y cuando se vio cercado se les abalanzó para atacarlos con un arma blanca. Lo sometieron y lo trasladaron a la comisaría Alcides Vigo de San Andrés.

Allí comenzó la transformación de «Cara cortada». Ahora dice que está «arrepentido». Tomó un aspecto de indefensión que, probablemente, sea el mismo con el que engañó a la justicia cuando estuvo preso, se hizo evangélico y logró la excarcelación. Vean la foto de El Comercio:

"cara cortada"
Fotos cortesía de Diario El Comercio

Evidentemente su reconversión cristiana era una farsa pues siguió extorsionando, lo que es una forma de robo, y el 14 de febrero mató a una persona desarmada que trataba de darle explicaciones. Dos veces se le trabó la pistola y siguió insistiendo hasta que, a la tercera, disparó de muerte a Orlando Abreu, que cayó sobre el aparataje de su puesto en el mercado.

Solo trató de ayudarlo una persona. El resto se desentendió. Apresuró el paso empujando sus carretillas. La misma ceguera voluntaria que le permitió a este delincuente seguir libre y campante, se hizo visible en el mercado de Trujillo el 14 de febrero.

Pero si los humanos no quieren ver nada, hay ojos electrónicos que lo registran todo. Fue lo que permitió identificar, viralizar el asesinato y presionar para la captura de ese delincuente. Una cámara de vigilancia ubicada justo encima del puesto del venezolano grabó los angustiantes momentos. Tatuó los últimos gestos de Orlando, su desesperación por tratar de sobrevivir. Hizo perenne la vergüenza de quienes corrieron en dirección contraria, en vez de socorrerlo. Orlando huyó de su país tratando de sobrevivir y murió por los balazos de alguien que debería haber estado preso.

Orlando Abreu

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