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Carabobo visto por Fernando Falcón: “La historia no absuelve ni condena a nadie”

Al cumplirse 200 años de la Batalla de Carabobo, ocurrida el 24 de junio de 1821, vale preguntarle por el significado de este evento histórico, especialmente sobre el uso que le ha dado la historiografía. También es importante estudiarla desde la historia militar para comprender mejor el pasado, más allá de las lecturas superficiales y las imposiciones ideológicas.

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Hace 200 años, el ejército de la República de Colombia, liderado por Simón Bolívar, se enfrentó a las tropas españolas en la sabana de Carabobo. Consiguieron una victoria que, si bien no fue la última frente a la Corona española, fue fundamental para la Independencia.

El historiador Fernando Falcón reflexiona acerca de ese enfrentamiento más allá de la épica historiográfica.

A este académico lo conocen como el fundador de la “Escuela de Los Chaguaramos” porque fue en esa zona, dentro de las oficinas de posgrado de la Universidad Central de Venezuela (UCV), en la que formó a un grupo dedicado a la investigación de la historia de las ideas y la historia militar.

Él es militar de carrera, politólogo de profesión e historiador de oficio. Egresó de la Academia Militar en 1977, hizo una Maestría en Derecho Internacional Económico, luego una Especialidad en Derecho y Política Internacional y, finalmente, el Doctorado en Ciencias Políticas, el cual hoy dirige, función que ejerce también en el Doctorado en Historia de la UCV.

Y al cumplirse 200 años de la Batalla de Carabobo, ocurrida el 24 de junio de 1821, vale preguntarle por el significado de esta fecha, especialmente sobre el uso que le ha dado la historiografía y la importancia de estudiarla desde la historia militar para comprender mejor el pasado, más allá de las lecturas superficiales.

Carabobo y Colombia

—Existe una épica en torno a Carabobo como enfrentamiento que selló la independencia, pero, ¿es cierta esa afirmación? Porque hubo enfrentamientos después del 24 de junio de 1821 y nadie habla de ello.

—No es que exista una épica sobre el enfrentamiento de Carabobo como la batalla que selló la Independencia. Realmente fue así en un sentido. Nosotros éramos el noreste de Colombia –se nos llamaba entonces los colombianos del norte– y la idea fundamental era liberar toda el área del territorio nacional de manera de cumplir con los tres parámetros militares básicos en la época. Esos eran: ocupación del territorio, destrucción de las fuerzas armadas del enemigo y ocupación de la capital. Eso es lo que se logra con Carabobo, por eso es que se dice todo eso. Ciertamente hubo muchos combates parciales, alrededor de 55, entre 1821 y 1823, pero fueron muy pequeños y ninguno llegó a comprometer la recuperación del territorio. Ni siquiera la incursión de Morales en el año 23 ni la de La Torre en el año 22. Carabobo no fue el último, pero sí fue clave, desde el punto de vista militar. La batalla no fue una expresión civil, sino del ejército colombiano.

—Claro, porque fue la República de Colombia la que triunfó ese día.

—Historiográficamente es así, la República de Colombia fue la que obtuvo el triunfo, pero como te digo: cada país arrima la brasa a su propia sardina. El año pasado se cumplió el bicentenario de la Batalla de Ciénaga, en Santa Marta, fueron Mariano Montilla y José María Carreño los héroes. Colombia celebró eso, pero no los mencionaron por ningún lado. En septiembre se cumplirá el bicentenario de la toma de Cartagena, vamos a ver si el papel fundamental es el de José Prudencio Padilla, neogranadino, o el de Mariano Montilla, venezolano. Lo mismo en Ecuador y en Perú. La historia militar peruana habla como si José de San Martín hubiese dirigido la Batalla de Ayacucho. Lo que pasa es que la mayoría del ejército en Carabobo era de origen venezolano y cada uno de los países arrima lo suyo para donde quiere.

—Por cierto, mencionó Ayacucho. ¿Cuál fue su papel frente a la de Carabobo? Lo pregunto porque fue una batalla que agrupó a tropas de diferentes procedencias y ocurrió en 1824, años después de Carabobo. Esto pudiera demostrar que fue esa la que selló la independencia, al punto de que aquí la tomaron para conmemorar el Día del Ejército.

—La Batalla de Ayacucho no fue en territorio venezolano. Ni siquiera fue en territorio colombiano. Fue una batalla en la que una coalición de tropas peruanas, argentinas, chilenas y colombianas –incluyendo venezolanas, ecuatorianas y neogranadinas– se enfrentaron en la batalla final que destruyó a las fuerzas armadas españolas. Por tanto, no es comparable, porque no fue ni más ni menos contundente que Carabobo. Carabobo hizo el Día del Ejército venezolano porque ocurrió en Venezuela. En Ecuador ese día se celebra en conmemoración a la Batalla de Tarqui, donde el Ejército Colombiano, bajo el mando de Antonio José de Sucre, derrotó a los peruanos, no a los españoles. La Batalla de Boyacá, que fue una batalla casual, sirvió para el Día del Ejército de la actual Colombia. Entonces, tenemos tres batallas que dibujan la épica y el imaginario militar a partir de las batallas que ocurrieron en el territorio que hoy en día forman estos países. Hubiera sido muy difícil construir una épica sobre una cosa que ni siquiera ocurrió en el territorio de ese antiguo país llamado Colombia.

—¿Y está mal la historia oficial? Es tendenciosa.

—No. Hay una historia que se hace para la formación ciudadana, para la identidad nacional. ¿Y por qué no? Nada más revisa lo que ocurrió en Francia con el bicentenario de la muerte de Napoleón Bonaparte. Hubo actos, conmemoraciones, honores de las fuerzas armadas. Claro que podemos tener esa historia, el problema es vivir de eso nada más. En Venezuela se ha escrito mucho sobre la Guerra de Independencia, pero no se hacía historia militar. Uno a veces ve unas cosas y se sorprende, personas que ofrecen cursos los fines de semana y, con el mayor desparpajo, empiezan a hablar de historia militar. Eso es un derecho, cada quien habla lo que quiere, pero de allí a un tratamiento serio y científico de la historia –sobre todo de la historia militar que tiene unas técnicas particulares de aprehensión, porque es una rama de la historia política– hay mucho trecho.

—Es decir, hay un método para tratar la historia militar que no todos manejan. ¿En qué se basa ese método, de dónde se parte para hacerlo?

—La historia militar se usa para tres cosas: identidad nacional, instrucción militar moderna e historia militar real, que es fundamentalmente descubrir lo que realmente ocurrió a partir de cuatro grandes parámetros, salidos de la New Military History. Porque, por ejemplo, hay batallas en Venezuela que ni siquiera se sabe dónde ocurrieron: nadie sabe el lugar exacto de la Batalla de El Juncal, por decirte algo. El primer parámetro es el terreno, que ya de por sí dice mucho porque no cambia casi, salvo en los llanos, donde los ríos cambian de curso y es el caso de Las Queseras del Medio: allí el río ya no existe y ahora es una sola zona. Entonces, para poderla reconstruir hay que pensarla como estaba hace 200 años, con el río. El segundo elemento es cómo se peleaba en la época, cuál era la táctica, sin anacronismos, sin llevar el futuro al pasado. Hay que ubicar cómo se peleaba en esa época, cuál era el pensamiento militar, táctico, estratégico y logístico, los armamentos. En tercer lugar: los actos locucionarios: que hay que conocerlos en su contexto, porque en el campo militar hay parámetros establecidos en función de los conceptos de la época. Aquí tirios y troyanos, patriotas y realistas, colombianos y españoles utilizaban el Manual de Ayudantes generales del Estado Mayor, del general Paul Thiebaut, en el caso patriota con una edición de 1815, impresa en Bogotá. Allí estaba todo, cómo hacer un estado de fuerza, una revista mensual, un diario de operaciones. En cuarto lugar, la ubicación privilegiada de los testigos: ellos ocupan tanto jerárquica como espacialmente un lugar en el campo. Eso determina qué es lo que ellos ven y lo que saben. La historia militar tiene que trabajar con esas cuatro cosas.

—Antes decía que no se estaba haciendo historia militar, ¿ahora sí?

—No mucha, como te digo. Es muy reciente lo que se está haciendo en esa área, te menciono algunos trabajos: el de José Raimundo Porras sobre la Batalla de La Victoria, el de Ismael Rodríguez sobre los cadetes de Gómez o el de Gonzalo Pulido sobre la Batalla de Carabobo. Mis propios trabajos sobre el pensamiento militar de Simón Bolívar o la Batalla de El Juncal. “La Escuela de Los Chaguaramos” que trabaja en dos áreas: historia de las ideas, con profesores como Javier Blanco, Luis Perrone y Guillermo Aveledo, y la historia militar donde están trabajando estos autores que te dije antes.

—Hablaba de anacronismos: hace años, el gobierno decía “200 años combatiendo imperios” y ahora también por los dos siglos de Carabobo.

—Luis Castro Leiva, el maestro que me formó, publicó un libro llamado «Usos y abusos de la historia en la teoría y en la práctica política». Los regímenes totalitarios, ya lo dijo George Orwell en 1984, siempre quieren modificar la historia para sus propios fines. A mí me parece aberrante lo que están haciendo en materia historiográfica en alusión a la Batalla de Carabobo porque ni siquiera están haciendo historia militar. Es una manipulación con fines bastardos. ¿Cómo van a minimizar el papel de José Antonio Páez en la Batalla de Carabobo? Si él fue el comandante de la división que inició el ataque y que definió el enfrentamiento. Eso es estalinismo, simple y llanamente, aplicado a la historia. Ellos quieren crear unos héroes que no son tales, cito, por ejemplo, con toda la responsabilidad, a Fabricio Ojeda, un suicida, o a un guerrillero muerto por un accidente provocado por su propia gente, como Argimiro Gabaldón, estén en el Panteón Nacional. ¿Dónde están los méritos de esos señores? ¿Dónde está la épica siquiera que ellos hicieron? Ese es el tipo de historia que quieren hacer, las ruedas de molino con las que pretenden hacernos comulgar. Y esa es la manipulación que se hace con la importante Batalla de Carabobo.

—Ahora, si alejamos toda esa épica y esa manipulación política que existe, ¿cuál fue el significado de la Batalla de Carabobo en su tiempo?

—Carabobo fue una batalla excepcional. Fue la única en toda la historia militar de la antigua Colombia perfectamente planificada, estratégicamente conducida, logísticamente manejada y tácticamente desempeñada. En ese sentido es ejemplar para la historia militar de la independencia venezolana. Los objetivos se lograron a la perfección y fueron planeados a la perfección. Carabobo es tan importante que en diversos países europeos se estudia como una de las campañas militares de la independencia venezolana. Bolívar y Sucre, por ejemplo, figuran dentro de los grandes conductores militares de la época. Sólo ellos dos. En España se han hecho seminarios, dentro del Ministerio de la Defensa, sobre la Batalla de Carabobo. Lo que no se puede hacer es proyectar eso a otros lados: eso de “Tengamos el Carabobo del petróleo”, como decía Carlos Andrés Pérez; “Hay que volver a Carabobo”, como dijo una analfabeta funcional que estuvo en el comando del Ejército; o lo que se pretende hacer ahora en el bicentenario: utilizar Carabobo para cualquier bajeza como sacar a un empresario colombiano detenido en África.

—Carabobo se asocia con lo militar y ahorita la gente parece detestar todo lo que huele a militares. ¿Qué significa ese hecho en el presente?

—Es cierto, vivimos en tiempos en los que lo militar no tiene precisamente su mejor hora, por razones hartamente conocidas. Nada, bueno, como reflexión te digo que ojalá tuviéramos el apresto operacional, la capacidad estratégica, la conducción táctica y la organización logística que se tuvo en Carabobo. Estamos muy distantes de hacerlo, la verdad, por múltiples razones que son del dominio público. Creo que es un buen momento para reflexionar si realmente hemos avanzado o retrocedido. La historia no absuelve ni condena a nadie, pero esa es una reflexión que hay que hacer.

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