Economía

Caracas Comic Con: un gusto fantástico en tiempos de hiperinflación

A simple vista parece sólo un evento para niños y jóvenes. Pero más allá de las apariencias, muchos adultos asisten, participan, juegan, adquieren productos y se toman fotos en todas las ediciones de la Caracas Comic Con que se han realizado desde hace 10 años. En esta expo feria ocurren muchas cosas al mismo tiempo: muestras de artículos, chamos jugando videojuegos, artistas dibujando caricaturas y tatuajes, concursos de cosplayers (chicos disfrazados de personajes fantásticos), conciertos, conferencias con actores, locutores que hacen voces en doblajes, dibujantes y desarrolladores.

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Por Rosa María Rappa / Especial para El Estímulo. Composición gráfica: Iván Zambrano (Archivo)

Es un lugar muy “friki” e interesante, en el que otrora las colas para entrar eran tan largas como las de comprar artículos escasos de la cesta básica en la Venezuela de hoy. Pero el fin de semana carnavalesco de 2018, y hasta el de la octavita siguiente, el fenómeno Comic Con se vivió con más sosiego y baja afluencia de público, hasta cerrar sus puertas el domingo 18 por esta temporada.

Daniela Paolillo, directora general del evento caraqueño, comienza por aclarar que no estamos frente a una franquicia, sino que es solo un nombre que se le da a este tipo de encuentros.

“La gente tiende a asociarlo con la San Diego Comic-Con, pero hay muchas Comic Con en el mundo que no tienen nada que ver la una con la otra. Una Comic Con es una convención y el atractivo es brindar un espacio donde los fanáticos de los hobbies puedan reunirse por unos días y compartir las cosas que les gustan”.
La afición los reúne, a pesar incluso de los éxodos. La misma Daniela emigró a Chile hace poco tiempo y desde allá, gracias a Internet y vía Whatsapp, coordina las acciones de un equipo de trabajo de seis personas y casi 100 empleados temporales para cada edición del evento. Como la directora de la Comic Con, en días recientes se hizo notorio que también el público ha emigrado, o que tal vez se quedó en casa, resguardándose de la inflación: en noviembre pasado la entrada costaba Bs. 20.000, mientras que en febrero llegó a Bs. 120.000 por persona.

El 2017 fue un año muy difícil, -nos cuenta Paolillo- con un evento en abril en medio de las protestas y bombas lacrimógenas que alcanzaron los espacios de Urban Cuplé en el CCCT de Caracas. En julio vino la cancelación del evento, con el reto de retomarlo cuatro meses más tarde, con nuevo equipo de trabajo y cambio de locación.

“En particular el evento de noviembre tuvo unas fallas de logística que se combinaron con una asistencia monstruosa que llevó a colapsar el Hotel Eurobuilding, se podría decir que fuimos víctimas de nuestro propio éxito”, afirma.

“Ganarle a la hiperinflación no ha sido fácil, pero llevamos mucho tiempo trabajando con inflación y no es algo totalmente nuevo para nosotros, solo que ahora se vive de modo más acelerado”, confiesa la directora de Caracas Comic Con. Entre las estrategias que, explica, le han funcionado están las compras anticipadas de materiales, proyecciones de inflación en el cálculo de las tarifas y taquilla, negociación con proveedores y mucha planificación para, como dice ella, no ser sorprendidos por las variaciones de precios.

“Para ser empresario en Venezuela –reflexiona Paolillo- no solo debes preocuparte por manejar tu negocio, sino convertirte en un experto en economía nacional, poder anticipar y planear acorde a la situación. Al final sobrevivimos por la trayectoria del evento, porque siempre tratamos de hacer las cosas lo mejor posible y mejorar, para que los fans siempre salgan felices.”

Juego de roles y fanáticos persistentes

La atmósfera lúdica y fantástica de la convención no merma, así la asistencia de público no haya sido la acostumbrada en la Comic Con caraqueña.

Brillan en luces y colores los cosplayers que se pasean por los pasillos del Urben Cuplé, se toman fotos con cualquiera y se promocionan en tanto concursan por un premio al mejor personaje. Ellos tienen su sala especial para sesiones de fotografías artísticas, al igual que hay una rincón único para que los invitados especiales firmen autógrafos y se retraten con el público. Este año destacan los artistas venezolanos de doblaje de voces en series animadas Framk Maneiro (Batman), Rubén León (Joker) y Elena Díaz (Lujuria y Diamante Amarillo).

En un retiro, que siempre es el mismo y de algún modo privilegiado, se despliegan unas cuantas mesas de manteles negros para seis y ocho personas, reunidas interactuando con juegos de mesas que trascienden al siguiente nivel del tradicional Ludo o Monopolio. Este espacio lo organiza una comunidad de jugadores que se hacen llamar Calabozo Criollo, referencia al popular juego de roles Calabozo y Dragones, inspirado en el universo Tolkien y El Señor de los Anillos.

“Nos reunimos acá grupos que vienen de varias parte de Venezuela: Maracay, Barquisimeto, Maracaibo, Puerto Ordaz, entre otras ciudades. Traemos nuestros juegos, cartas, figuras, maquetas, y los compartimos con sus instrucciones fantásticas: administrar una isla, defender a una ciudad de los zombis y vampiros, trazar estrategias de guerra y muchas acciones más”, nos cuenta Luis Fernández, organizador de Calabozo Criollo, a quien en el mundo lúdico se le conoce como Luis Joey.

En esta edición de febrero 2018, esta comunidad presenta al público El Infiltrado, un juego de mesa desarrollado por talento venezolano y que está inspirado en las protestas que se vivieron en las calles venezolanas en 2017. Se le califica como un party game, explica Fernández, pues cumple con los requisitos de romper el hielo y hacer interactuar a los jugadores: durante la partida, los participantes deben descubrir quién es el infiltrado en una protesta, que bien puede ser un “enchufado” o un “guarimbero”.

Están por iniciar una campaña de crowdfunding para financiar la realización y distribución, pues el juego es aún un prototipo de la versión final.

Los juegos son adquiridos por los miembros de la comunidad en precios que oscilan entre $ 35 y $120, comprados en plataformas electrónicas. “Agruparnos y trabajar en red nos permite, entre otras cosas, no repetir los juegos que compramos y así tener siempre variedad a la hora de reunirnos a jugar, además de apoyarnos en la adquisición de los libros que acompañan cada juego”, explica Luis Joey.

Otros de los espacios que atrajo la atención de los visitantes de la Caracas Comic Con fueron los dedicados a las exposiciones de series y películas como Harry Potter, Juego de Tronos, La Liga de la Justicia y Los Vengadores, entre otros. En esta convención han estado a cargo de un joven diseñador de interiores, Richard Hallakbali, quien dirige desde 2014 el Club Potter Fans Magic Collection, pero que ahora se ha extendido a las otras franquicias populares del mundo de los comics, la literatura y la televisión.

“En las primeras ediciones en que participé –cuenta el joven fanático- puse a exposición mi colección personal de artículos del mundo mágico de Potter, pero lamentablemente eso me costó la pérdida de algunos artículos que tenían gran valor sentimental para mí, como mi primera varita de Harry, por ejemplo. Por eso cambié al montaje de escenografías y muestro ahora las figuras de anime recubierto que yo mismo hago del hipogrifo, las escobas voladoras o el trono de Game of Thrones, para que el público se tome fotos con capas y hasta se tomen una cerveza de mantequilla que preparamos acá”, dice.

En la convención caraqueña, otras agrupaciones de fanáticos montaron también sus exhibiciones: Star Trek Club Venezuela, Jedi Council Venezuela, Pokémon Venezuela, El Palacio de las Orquídeas (promotoras del estilo Lolita), Coleccionistas de Barbie de Venezuela, Steampunk CCS y Doctor Who Venezuela. También cerca de 50 tiendas comercializan videojuegos y mercancías diversas. “La Caracas Comic Con es un microcosmos que mueve su propia mini-economía dentro del mundo de los fanáticos”, explica Daniela Paolillo.

Una economía que desglosamos en un consumo promedio: dos personas, mamá e hijo de 16 años, pagan Bs. 240.000 en entradas, más Bs. 460.000 por 10 tequeños y dos refrescos para merendar; Bs. 125.000 para jugar en realidad virtual por dos minutos y medio; Bs. 50.000 por al menos 10 minutos de juego en consolas tipo PS3, PS4 o Wii U; Bs. 50.000 más por un rato de baile en Just Dance; Bs. 60.000 para un tatuaje temporal que la mamá quiso hacerse en su muñeca izquierda y Bs. 90.000 por un póster de Evangelion (animé japonés) que el hijo rogó llevarse de recuerdo.

Un total no tan micro de Bs. 1.025.000 en una visita.

“Ya realizar un evento de este tamaño es algo muy grande y complejo, la situación económica lo hace 100 veces más difícil. Perdemos patrocinantes porque no tienen presupuesto o no pueden producir su producto, cada vez hay menos vehículos y transporte y hasta al staff se le dificulta llegar al evento, los proveedores no tienen material, algo tan tonto como darle una merienda al equipo se convierte en un gasto gigante, hemos tenido una emigración masiva de organizadores, se van las tiendas del país, el efectivo no existe y todo debe manejarse con tarjeta, los proveedores se vuelven locos y quieren cobrar en dólares por sus servicios. Es dantesco”, dice Daniela.

Sin embargo, a pesar de que no ve bondades en estas circunstancias, raramente sigue organizando la convención caraqueña desde Chile, todo con tal de “ver a las personas felices jugando un rato en nuestro mundo, lo que hace que valga la pena”.

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