Venezuela

Carol Prunhuber: “Venezuela es una guerra entre el Estado contra la población”

En Venezuela murió el estado de derecho. Esta es una verdad tan fuerte como la muerte de 157 personas en las protestas de 2017 –según cifras extraoficiales–, cuyos casos hoy retumban y siguen impunes, mientras el régimen los esconde bajo el tapete de una mal llamada revolución consagrada durante 20 años. Lo mismo sucede en países con conflictos bélicos.

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TEXTO: Patrizia Aymerich - @Patifini | FOTOGRAFÍA: Cortesía - Moisés Jiménez

“Venezuela es la Siria de Latinoamérica”, dice Carol Prunhuber.

La periodista especializada relata un historial de delitos, asesinatos, torturas, juicios militares a civiles, arrestos arbitrarios y actos de corrupción, que se disparó a raíz de las protestas de 2014, y que pesa sobre los hombros de Nicolás Maduro y de sus fuerzas militares y paramilitares.

Con el tiempo, la cifra de víctimas ha engordado. Esta tragedia anquilosada en la actualidad política y social del país llevó a Prunhuber, periodista experta en los conflictos en Kurdistán, a recopilar los testimonios de las víctimas en Sangre y asfalto, una especie de diario atroz que reivindica la lucha contra el autoritarismo en Venezuela.

Las comparaciones con países como Siria o Irak suenan aterradoras, pero el sonido se revela en las 23.047 muertes violentas con las que cerró 2018, de acuerdo con el Observatorio Venezolano de Violencia. Siria, por su parte, culminó ese periodo con un total de 19,799 muertes.

“Venezuela vive una guerra todos los días, la guerra del Estado contra la población”, señala Prunhuber en entrevista con El Estímulo.

La periodista, que durante la década de 1980 se dedicó a denunciar el silencio internacional en torno al genocidio del pueblo kurdo –que culminó con la publicación del libro The Passion and Death of Rahman the Kurd–, no puede dejar de recordar los testimonios de estas protestas en Irán y compararlas con la actualidad del país de la revolución bolivariana.

“Es diferente porque los kurdos están armados. Ellos tienen años peleando contra sus líderes. La similitud es que son pueblos que están oprimidos por los regímenes. Donde están sus guerras se les considera una población de segunda clase, mientras que los de primera clase están con el gobierno y los de segunda no tiene acceso a nada”.

De esa ciudadanía de segunda clase también forman parte los familiares y cercanos de las víctimas, cuyas voces Prunhuber recoge. Asimismo, en el libro, se valió de testimonios publicados en redes sociales y prensa, más unas entrevistas con dos periodistas.

Su primer encuentro con los padres de los asesinados por las fuerzas represoras del Estado fue durante la presentación de Sangre y asfalto en Madrid el pasado 4 de abril, cuando se cumplían dos años de las manifestaciones.

“Nunca vamos a tener el brochazo de justicia porque el gobierno sigue bailando sobre la sangre de los muchachos”, decía Israel Cañizales, cuyo hijo, Armando, recibió un impacto de bala en la tráquea cuando protestaba en Las Mercedes, en Caracas, en 2017.

El hombre denunciaba que el régimen se ha hecho la vista gorda ante los crímenes. En el 100 por ciento de los casos, los culpables no han sido identificados, las audiencias han sido diferidas en múltiples ocasiones y los responsables imputados no han sido juzgados.

“Estas personas se han convertido en portavoces del sufrimiento de toda una nación, ahí tienes el testimonio real de lo que está pasando en el país”, afirma la escritora.

«Por ellos es que ha querido salvaguardar la memoria, recoger los gritos y llantos en un documento para que no desparecieran, para que los verdugos no cambiaran la historia”, dijo.

El texto además incluye casi 200 fotografías a color cedidas por reporteros gráficos.

A propósito del texto «Verdades alternativas de Almudena Grandes», escrita con ligereza el 31 de marzo en su columna de El País, Prunhuber acusa a una izquierda ciega que prefiere no leer y no informarse para no saber. «A ellos hay que hablarles”.

La ex periodista de El Nacional y de la agencia francesa Gamma TV, siguió de cerca los acontecimientos de 2014 en Florida, Estados Unidos.

Al darse cuenta de la repetición de los hechos tres años después, decidió recoger los testimonios y archivarlos para usarlos más tarde. “Me indigné, me espeluznaban las crónica de gente común y corriente sufriendo, yo que había estado con los guerrilleros kurdos en Kurdistán no podía creer que algo similar estuviera ocurriendo en mi país”.

Tras dos años de investigaciones y recopilación de material, la periodista asegura que el libro llega al tiempo que la oposición venezolana ha dado un giro en la lucha contra el régimen de Maduro, con el presidente interino Juan Guaidó al frente del liderazgo. Aunque Prunhuber no cree en las casualidades, asegura que el libro debía salir en septiembre de 2018, pero se retrasó.

¿Su libro es una reivindicación del movimiento juvenil e incluso de los líderes estudiantiles?

Es un homenaje a todo el país, pero sin duda también a la juventud que es el motor de la disidencia.

Guaidó es el resultado de esa juventud, líder del movimiento estudiantil de 2007 y su libro sale en el momento en que este se ha convertido en la cabeza de la oposición

Sí. Guaidó forma parte de esa generación que efectivamente son los líderes del movimiento. Esa generación que nunca ha dejado la calle, en la que muchos nacieron y crecieron con el chavismo y murieron en él, también. Ahora se ha añadido una masa grande de personas de sectores populares que son mayoría del país a esa protesta, lo que lo hace más importante. Guaidó lo que no tiene es bagaje pero sí valentía, pericia, carisma, inteligencia y la espalda llena de perdigones de esa época. Siempre se dijo que esa generación era la que iba a cambiar el país y lo está haciendo.

¿Este giro es lo que ha cambiado la opinión de la comunidad internacional sobre Venezuela?

Él (Guaidó) y el trabajo de Almagro han ayudado mucho internacionalmente. Ha sido muy duro porque el chavismo se ha encargado de mantener vivo en la región el mito de la izquierda sobre el imperialismo estadounidense; de la bota de EEUU y las intervenciones. Pero lo que sí está afectando al cambio es el peligro de la inmigración hacia el resto de América Latina y Europa.

Somos la Siria de Latinoamérica. De repente, Venezuela se convierte en exportadora de una masa inmensa de personas y eso afecta a los países limítrofes y afecta al equilibrio de Latinoamérica. El desastre se está desparramando. Está pasando lo mismo que hace décadas con el narcotráfico. También el cambio político en los gobiernos de Latinoamérica, que pasaron a ser de derechas o conservadores, nos han permitido recabar apoyo internacional. Y, por supuesto, Trump. Que no lo apoyo, pero sí ha apretado las tuercas que Barack Obama no pudo.

¿En Venezuela hay una guerra?

En Venezuela hay una guerra, una guerra del Estado contra la población. Pero en este caso, el venezolano es un pueblo desarmado y no ha tomado armas para derrocar a ningún régimen. Lo que tenemos son palos de cartón y piedras, una situación de indefensión inusitada y además seguimos al pie de la letra la Constitución. Los kurdos en cambio, que son 40 millones de personas que no tienen un Estado, están armados. Pero, ¿quién se va a armar en Venezuela si están todos desnutridos?

¿El país está sufriendo las consecuencias de los nexos del régimen con líderes extremistas de Medio Oriente?

En 2008, cuando publiqué la historia de Abdul Rahman Ghassemlou, el personaje líder kurdo asesinado en Vienna, Maduro estaba en plena luna de miel con Mahmud Ahmadineyad y por esto en el libro hablo de Irán. Me sorprendió entonces la presencia de Irán en Venezuela. Sabía que Hugo Chávez iba más allá. Ahí empezó a temerse la presencia de Hezbolá en el país. La expansión que estableció Irán o incluso los nexos directos que tiene Tareck El Aissami tanto en Siria como en el Líbano con terroristas islámicos, a los que se les dio pasaportes venezolanos. Hay un intríngulis con Medio Oriente mucho más profundo de lo que vemos. Con Chávez y el socialismo del siglo XXI se le abrió la puerta al terrorismo islámico en Latinoamérica, que tiene ramificaciones que no entendemos.

¿Eso es el intervencionismo?

Somos un territorio ocupado, una ocupación invitada por un régimen. Estamos ocupados por Cuba, Rusia, el ELN, Hezbolá y ahora están llegando militares chinos. Tendremos botas chinas también. Pasa desde hace años.

No es un panorama muy esperanzador, ¿usted tiene esperanzas?

La esperanza no la podemos perder. La situación es difícil y muy oscura, pero eso no significa que no se tiene que continuar. Sin embargo, no sé cuál es la solución. Recordando la experiencia kurda, cuando hubo el ataque con bombas químicas contra la población. La gente, por miedo, se fue en un éxodo masivo. Bernard Kouchner, por entonces ministro de Salud y Ayuda Humanitaria, además de fundador de Médicos Sin Fronteras; introdujo en Naciones Unidas la doctrina de derecho a la injerencia humanitaria. Esto consistía en autorizar el uso de la fuerza cuando había un pueblo masacrado por su Estado, cuando se trataba de proteger la soberanía nacional y cuando hubiese un ataque a la paz nacional. La doctrina se puede usar sin la mayoría de votos del Consejo de Seguridad. En Venezuela es una posibilidad porque hay un peligro de paz internacional, un problema de soberanía porque somos ocupados y una población masacrada por su Estado.

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