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César Miguel Rondón y su fe en Venezuela

El escritor, guionista y periodista presentó el libro recopilatorio de sus editoriales radiales emitidas entre marzo de 2013, mes de la muerte del presidente Chávez y octubre de 2015, en un intento de ofrecer una visión de conjunto de ese devenir “kafkiano” de la nación.

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Texto: Andrés González Camino

«País de Salida: Bitácora de la debacle» reúne una selección de 107 crónicas editorializadas emitidas en su espacio radial diario de Circuito Éxitos, bajo el nombre de “Entrelíneas”, entre marzo de 2013 y octubre de 2015. Un ejercicio de compilación de un diario de ruta que da cuenta de la travesía por “un mar turbulento” vivida por los venezolanos desde entonces.

—¿Por qué vuelve a la pluma César Miguel?

—No vuelvo. Siempre he estado escribiendo. Estos textos son unos diarios. Los hago prácticamente todos los días. Es una especie de hoja de ruta en donde llevo el recuento del día a día en conjunto con el programa. Sí me pareció prudente que el libro saliese justo en este momento previo a las elecciones del seis de Diciembre porque no se trata de unas elecciones convencionales. Esto es un plebiscito a todas luces. Entonces este libro abarca toda la época del madurismo como una suerte inventario de reflexión importante para todos los ciudadanos.

—Se te conoce no solamente por el programa de las mañanas sino también por haber escrito un completísimo libro sobre la Salsa. Muchos de nuestra generación también te conocen por ser el creador de Kaina, un dramático que marcó toda una época y estableció un imaginario muy marcado ¿Qué te lleva ahora a ocuparte del periodismo político?

—Yo siempre he estado involucrado al periodismo político. Sin embargo, el asunto del libro de la salsa fue un regalo que me hizo la vida. De la experiencia en televisión te puedo decir que hay telenovelas que recuerdo con mucho cariño. Kaína fue para mi mi última verdadera novela. La escribí, la produje y la dirigí. Fuimos muy felices al realizar esa fantasía sobre la realidad bajo un esquema “galleguiano”. Al final eso es Venezuela. Gallegos lo vio muy claramente En Doña Bárbara. Es el tema de la civilización contra la barbarie. Es increíble cómo seguimos padeciendo eso ahorita.

—¿Tienes fe en volver a armar el descalabro que tenemos?

—Estoy seguro de que todos los ciudadanos vamos a acomodar este descalabro. Como hombre tengo fe en el país. El país somos nosotros y no creo que de verdad tengamos vocación de suicidas.

—¿Cómo cotejas la serenidad y el sosiego con el que te desenvuelves todas las mañanas con esta crispación con la que vivimos?

—A veces me da miedo reventar. El otro día un diputado me sacó la piedra y tuve que pedirle disculpas a los oyentes. Uno hace su esfuerzo.

—¿Cuál diputado?

—No hace falta mencionarlo. Pero en fin. Es este individuo que se llama William Ojeda.

—Ah. Claro, se entiende.

—Todos debemos mantener la cabeza fría y no pisar peine. No innubilarnos ni perder el Norte. Sobre todo porque el Norte está cerquita.

—¿Tú crees que la oposición gana el 6D?

—Estoy segurísimo de que eso va a ocurrir. Va a haber un país distinto, lo cual no quiere decir que las cosas sean fáciles a partir de la fecha. Si tu tienes un Presidente que está muy nervioso y que ha perdido el control y pierde una Asamblea que le ha sido muy obsecuente no se sabe cómo podría reaccionar.

—¿Cómo ves el panorama literario y editorial venezolano en estos tiempos de crisis?

—Maravilloso. Esta crisis no ha llevado a escribir mucho de nosotros. Es notorio el boom ensayístico, sociológico, histórico y en literatura nos estamos consagrando. Está el ejemplo de Alberto Barrera Tyszka, quien prologa este nuevo libro. Se acaba de ganar el premio Tusquets. Está presentando su novela Patria o Muerte en Madrid. Está por ejemplo, Sánchez Rugeles. Esto va muy bien a nivel reflexivo. La crisis es el gran partero de las historias.

—¿Cuál es la diferencia entre un «país de salida» y un «país portátil»?

—(Risas) Bueno, un País Portátil es para llevárselo con uno de aquí para allá. El país de Adriano González León era el país que definió José Ignacio Cabrujas: el país minero. Este país de salida es el del ciclo que hay que cerrar. Pero que sea una salida abierta hacia la estabilidad y que no sea “portátil”. Esta lectura que le quiero conferir al libro es la salida de este disparate. También puede leerse con mucho optimismo. Abrirse a un porvenir.

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