Opinión

Claves del neo-rentismo populista

Cuando el ingreso fiscal de una Nación proviene de los impuestos que pagan los contribuyentes, los gobernantes están obligados a asegurar un uso eficiente y transparente de esos recursos. Pero cuando las arcas públicas dependen de una renta externa, los gobernantes de ese país no encuentran mayores restricciones para disponer discrecionalmente del tesoro nacional.

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El neo-rentismo contemporáneo justifica una creciente extracción de recursos naturales con el argumento de que así podrá generar la renta que el país necesita para combatir la pobreza y la exclusión. La percepción de esta renta es la base económica de los nuevos modelos populistas que conceden toda clase de prebendas a los diferentes grupos de presión económica, política y social, cada uno de los cuales hilvana su mejor argumento para hacerse merecedor del mayor pedazo de la renta, ofreciendo a cambio su lealtad política y electoral.

Así, el modelo populista basado en subsidios, controles, gratuidades indebidas y privilegios perversos que se transfiguran en derechos, convierte a su clientela en súbditos que dependen de las dádivas del gobierno. Por eso terminan hundidos en la servidumbre. Son los nuevos  esclavos del neo-rentismo populista.

El papel del mesías en el modelo populista

El neo-rentismo populista necesita un liderazgo fuerte, personalista y autoritario, capaz de presentarse como el mesías, un salvador. Es el líder clarividente y predestinado, el ser supremo que todo lo sabe.

La retórica populista rinde culto al poder popular, pero es el caudillo quien decide a nombre del pueblo cómo administrar los recursos públicos, al extremo de gastar mucho más de lo que ingresa a las arcas de la Nación.

En su afán de mantener la popularidad que le permita aferrarse al poder, el gobernante populista incurre en crecientes déficits fiscales que suele financiar con emisiones de dinero sin respaldo que realiza un Banco Central subordinado y obediente.

Pero la inevitable inflación que se desata y devora la capacidad adquisitiva de los salarios, finalmente se revierte contra su ansiada popularidad y termina dando al traste como un modelo de dominación que depende del comportamiento errático de la renta.

La criminalización de la crítica

El discurso populista habla a nombre del pueblo. En su afán de aferrase al poder, el caudillo populista y los seguidores que medran al amparo de su poder, construyen un discurso alienante para convencer al pueblo de que su permanencia en el poder es indispensable para garantizar el bienestar social.

La manipulación reside en presentar al Gobierno como expresión del poder popular, como el pueblo en el poder. Pero cualquiera que critique al Gobierno será acusado de renegado, enemigo del pueblo, traidor a la patria.

Así, las críticas contra el Gobierno son desvirtuadas como amenazas contra el pueblo y eso no se puede permitir, por tanto hay que reprimirlo, hay que castigarlo.

La corrupción como mecanismo de dominación

El neo-rentismo populista corrompe y erosiona la dignidad de un pueblo a través del reparto de dádivas, prebendas, lisonjas. Gasta todos los recursos públicos pero no rinde cuentas. El pueblo pobre es todavía la expresión de una débil ciudadanía que no dispone de los mecanismos institucionales para ejercer una eficaz contraloría social. No tiene cómo poner bajo el escrutinio público la forma como se administran los recursos de la Nación.

En los países que reciben una cuantiosa renta que no es fruto del esfuerzo productivo interno, surge y se expande un desmesurado afán por la riqueza fácil que da origen a las más variadas y asombrosas formas de corrupción.

La apropiación indebida de fondos públicos, la malversación de los presupuestos, el tráfico de influencias, el peculado de uso, el soborno, los sobreprecios, las empresas de maletín, los testaferros y tantas otras formas de corrupción provocan la desilusión de la mayoría de la gente que quiere llevar una vida íntegra y decente, sobre todo al ver como los corruptos exhiben con descaro su riqueza mal habida.

La debilidad institucional como soporte del populismo en el poder

El neo-rentismo populista encuentra viento a favor en la debilidad institucional y ésta se agrava por la enorme discrecionalidad con la que suele actuar quien concentra cada vez un mayor poder. Se trata de un círculo vicioso en el que la debilidad institucional permite la concentración de poder en una sola persona, la cual se resiste a cederlo impidiendo el fortalecimiento institucional. Así, las instituciones terminan secuestradas por el burocratismo y la corrupción.

Este modelo, centralista y concentrador de poder, reforma el marco legal y crea mecanismos que le resultan absolutamente funcionales para usar discrecionalmente la mayor parte de la renta. De esta forma somete al control central las gobernaciones, alcaldías, empresas del Estado, institutos autónomos y demás instituciones de los poderes públicos que dependen de los presupuestos y créditos que aprueba quien concentra el poder.

Democracia y fortalecimiento institucional

El fortalecimiento de la democracia requiere a su vez el fortalecimiento institucional. Es de interés nacional la desconcentración del poder y la autonomía de todos los poderes públicos.

Fortalecer la democracia directa pasa por transferir a las instancias ciudadanas el poder de decisión, control y fiscalización de las entidades administrativas que domina el poder central. Es así como se abrirán nuevas y mejores vías para una creciente participación de la comunidad en  la solución de sus propios problemas.

De lo contrario, la noción del Poder Popular irremediablemente se desacreditará y quedará como una retórica vacía, que no movilizará a nadie más.

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