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Claves: ¿qué podemos esperar en Ecuador con el triunfo de Lasso?

“Yo no llego con una lista de a quienes perseguir ni ver en la cárcel, yo quiero ver a todos los ecuatorianos libres, que no tengan miedo al Gobierno, que no tengan miedo a disentir con el presidente de la República, que expresen sus opiniones con libertad”, dijo Lasso en su primer discurso como presidente electo.

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Guillermo Lasso, un ex banquero con corazón, derrotó por primera vez a la izquierda socialista en Ecuador en 14 años. Su ascenso es un castigo al expresidente Rafael Correa más que una «carta en blanco» para que la derecha gobierne un país en crisis por la pandemia, según analistas citados por la agencia AFP.

Lasso, de 65 años, ganó la segunda de las elecciones presidenciales de Ecuador este domingo a Andrés Arauz, el joven delfín y candidato expreso de Rafael Correa, quien estaba proscrito de competir debido a sus asuntos pendientes con la justicia.

Algunas frases de Lasso, proferidas en sus discurso de triunfo en la medianoche del domingo, y recogidas por El Comercio y por otros medios de Ecuador y del mundo, dan algunas pistas sobre sus intenciones cuando asuma el poder el 14 de mayo.

“Hoy es un día de celebración, la democracia ha triunfado. Los ecuatorianos han usado su derecho a elegir y han optado por un nuevo rumbo, muy diferente al de los últimos 14 años en Ecuador. Desde el 24 de mayo asumiremos con responsabilidad el desafío de cambiar los destinos de nuestra patria y lograr para todos el Ecuador de oportunidades y de prosperidad que todos anhelamos”.

Tercera la vencida

Este fue su tercer intento de llegar a la presidencia. Este banquero de 65 años se postuló en 2013 y en 2017, cuando logró llegar a la segunda vuelta que perdió frente a Lenín Moreno, el entonces vice presidente de Correa.

“Trabajaremos con decisión para que todos los 17 millones de ecuatorianos nos beneficiemos con el cambio de un país democrático, libre, próspero, un país de libertades, un país donde nadie tiene que tener miedo; hoy de noche todos podemos dormir en paz y en calma”.

“Yo no llego con una lista de a quienes perseguir ni ver en la cárcel, yo quiero ver a todos los ecuatorianos libres, que no tengan miedo al Gobierno, que no tengan miedo a disentir con el presidente de la República, que expresen sus opiniones con libertad”.

“Como lo he expresado muchas veces no he entrado a la política para acumular honores ni riquezas, como lo dije ya ni para perseguir a otros ni para ganarle una discusión a nadie. Solo me mueve el deseo de servir a todos en especial a los más vulnerables y desde el 24 de mayo».

«Como su presidente, me dedicaré a la construcción de un proyecto nacional que continúe escuchando a todos porque este proyecto será de todos los ecuatorianos”, dijo.

Aquí algunas claves y desafíos del triunfo del líder del movimiento Creando Oportunidades (CREO) luego de sus derrotas en 2013 y 2017, según el enfoque de AFP.

El anticorreísmo

Lasso venía de perder en la primera vuelta de 2021 con una diferencia de casi 13 puntos porcentuales frente a Arauz, hasta entonces un exconsejero económico desconocido para la mayoría.

Casi que se metió al balotaje por la ventana gracias a su mínima ventaja sobre el líder indígena y ambientalista Yaku Pérez, quien alegó el supuesto robo de sus votos.

Pese al desgaste que le dejó esa pugna, logró aglutinar al anticorreísmo bajo las banderas de una derecha que estaba de capa caída incluso antes de la aparición del llamado socialismo del siglo XXI liderado por Correa.

«Ganó la candidatura que logró conectar con ese votante desencantado del correísmo y desencantado en general de la política», señala Wendy Reyes, consultora política y catedrática de la Universidad de Washington.

El futuro presidente no contó con el apoyo unánime de los indígenas, que se dividieron entre el voto nulo y el respaldo al exmandatario izquierdista.

«Me parece que el voto más allá de Lasso es de hartazgo, es un voto de rechazo a lo que ha significado Correa (…) y esa dinámica de exacerbación de odio», afirma Pablo Romero, analista de la Universidad Salesiana de Quito.

Durante los diez años que ejerció el poder (2007-2017), Correa modernizó Ecuador con los recursos de la bonanza petrolera pero a costa, según sus críticos, de un estilo autoritario que no dio tregua ni a los partidos tradicionales, ni a los ambientalistas que tildaba de infantiles, como tampoco a la prensa. Solía referirse a sus adversarios como corruptos.

«El discurso de confrontación y de venganza creo que motivó a votar por alguien que llamaba al diálogo y al consenso», como Lasso, opina Romero.

Apoyo condicionado y voto nulo

Lasso llega a gobernar a un país dividido y seriamente lastimado por la crisis sanitaria y económica que desencadenó la pandemia, que dejó más de 17.000 muertos en poco más de un año.

El exbanquero sucederá al impopular Lenín Moreno, quien se trenzó en una feroz disputa con Correa apenas alcanzó el poder con su apoyo en 2017.

Moreno derrotó a Lasso por estrecho margen en lo que parecía un triunfo que daba continuidad a la izquierda socialista. Pero ya en el gobierno, se alineó con otras fuerzas e incluso contó con el respaldo de Lasso para hundir mediante referendo la reelección presidencial indefinida que había promovido Correa.

En Ecuador «hay una crisis de gobernanza que se profundizó en el gobierno de Moreno; hay una crisis económica y hay una crisis sanitaria y esto implica retos muy grandes», afirma Reyes.

Lasso, coinciden analistas, no recibe precisamente una carta en blanco para los próximos cuatro años.

Obligado a negociar

De entrada no gozará de mayoría en el Congreso y tendrá que negociar con Pachakutik, el partido indígena que quedó segundo en las legislativas celebradas en febrero por detrás de Unión por la Esperanza (Unes), el movimiento de Arauz. CREO, la fuerza de Lasso, tendrá una representación mínima.

El voto nulo, que promovió Yaku Pérez, también cobró protagonismo. Esta opción pasó de representar el 9,55% en la primera vuelta a un 16% en el segundo turno.

«Lasso tiene que asumir bien esta alerta para hacer un gobierno que sea absolutamente inclusivo, que sea una negociación con varios sectores sociales y políticos, porque de lo contrario va a tener desde la Asamblea y en las calles un enemigo que va a estar rondándole», dice Santiago Basabe, politólogo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), una organización educativa internacional.

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