Sexo

Sexo y religión: manual para (no) pecar

En la cama, más allá de las puertas cerradas, las creencias comparten espacio y sudores con el deseo, las ganas, la entrega y la química. Son territorios compartidos entre los preceptos religiosos y el impulso de la carne, un debate donde la mente sufre las consecuencias y las mayores bajas. Aquí una exploración de la sexualidad vista desde los tabúes, los mandamientos y las recomendaciones de las distintas Iglesias, y su contraste con la medicina y los gemidos

Texto: Andreína Itriago | Portada: Gabriela Policarpio
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El lugar quedó parcialmente oscuro aquella tarde de finales de octubre. Al fondo, titilaba una luz vieja y tenue, que parecía querer ir al ritmo de los asuntos que se trataban. A medida que se ahondaba en la intimidad, hacía más calor. El inservible aire acondicionado contribuía a crear ese ambiente “ideal”. Accesorios y prendas de ropa caían sobre los muebles. Afuera llovía. Pero, a quienes estaban dentro, poco o nada les importaba eso. Mantenían el foco en el deseo de ir más allá. Habían esperado por este encuentro y habían dejado los tabúes y preocupaciones afuera, con la lluvia. Cada tanto, sin embargo, se escuchaba una risa nerviosa.

En pantalla: The lost key, un documental romántico y autobiográfico, dirigido por el venezolano Ricardo Adler que explora, desde el judaísmo, dos factores que parecen ser incompatibles: el sexo y la religión. Era el punto de partida de un cineforo convocado en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela (UCV), en Caracas, que logró sentar en el mismo escenario a representantes de las distintas religiones: cristianismo, judaísmo, islam, budismo e hinduismo.

cita5“Todas las religiones tienen y no tienen razón”, diría el médico sexólogo Fernando Bianco a Clímax, en conversación posterior al evento, donde dejó sobre el tapete una afirmación: “Una cosa es la creencia, que es algo respetable, y otra es la verdad biológica”.

La monja budista zen Marina Tirado definió la sexualidad como un «instinto básico», que forma parte de la naturaleza del hombre y de la mujer. «Es parte de nuestra realidad, de lo que somos», dijo, en el Aula Magna de la UCV, quien también responde al nombre de Shim Ji Misle. Para el yogui Juan Carlos Priyananda, el asunto radica en conocer el cuerpo humano y aceptarlo «como un regalo de Dios». Genitales incluidos. «En cualquier sistema que lo que a ti te guste y te sientas bien te lo quite, hay un proceso de control sobre el ser humano».

Las religiones tradicionales, en cambio, conciben la sexualidad, principalmente, como un método para la reproducción humana. No prohíben el placer sexual pero sí le ponen limitaciones. Ahora, que logren que sus feligreses no los traspasen, en tiempos de Tinder y otras tentaciones, es otra cosa.

Hay que esperar

Esperar hasta el matrimonio parece ser la norma. No solo en el cristianismo –incluyendo a católicos, evangélicos y anglicanos– sino también en el judaísmo y en el islam.

Venezuela es un país predominantemente cristiano (88,3% de la población creía en esta religión, para 2011, según encuesta de GIS XXI). La gran mayoría de los cristianos del país son católicos (71% fija el mismo estudio). Sin embargo, Venezuela supera el promedio latinoamericano en cuanto a la edad de iniciación sexual: ha bajado de los 15 a los 12 años, confirmó el Fondo de Población de las Naciones Unidas ubicando al país en el –triste– primer lugar del bloque andino en embarazos adolescentes.

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María y Carlos están en sus 30 y son pareja desde hace dos años. Ambos se definen como católicos, «creyentes y, en algunas cosas, practicantes». «Hasta hace unos años, yo iba a misa todos los domingos, ahora voy cada vez que puedo», reconoce ella. Él admite de entrada que no cumple con ese sacramento pero asegura ser más «espiritual», rezar siempre, hablar con Dios y honrarlo. No están casados y cada uno ha tenido varias parejas sexuales a lo largo de sus vidas, y tienen coito sin estar casados. No se sienten mal por ello, «ni menos católicos», pues, aunque saben que lo que hacen es pecado en su religión, creen que no están haciendo «nada malo», sino manifestando su amor.

No siempre fue así. El temor a Dios, cuando eran más jóvenes, era mayor. Ella perdió su virginidad a los 16 y él a los 18 años. Esperaron varios meses en relaciones «serias» -si es que a esa edad pueden serlo- antes de «entregarse» a la persona “indicada”. Ambos habían recibido formación religiosa en casa y en la escuela. Y de las más estrictas. Atormentados por: “No cometerás actos impuros” y “no consentirás pensamientos ni deseos impuros”, recurrían a la confesión para «limpiarse» de ese pecado. Y lo volvían a hacer. En un punto, las confesiones pararon. Las relaciones sexuales, en cambio, no.

El delegado del cardenal Jorge Urosa Savino, el padre Ramón Vinke, inició su intervención en el Aula Magna de la UCV afirmando: «(La fe cristiana, que viene del judaísmo) nos muestra que la felicidad no está en la promiscuidad, ni en el amor libre, ni en la pornografía; que está inscrita en la naturaleza del hombre y de la mujer y en el plan de Dios». Este plan, recordó, es que el hombre abandone a su padre y a su madre, se una a la mujer y que sean «una sola carne».

El matrimonio es uno de los siete sacramentos de la iglesia católica. «Dios está presente también en el acto sexual», aseguró Vinke. Pero no siempre, ojo, solo cuando este se da dentro de la unión matrimonial.

El pastor Alfonso Campos, de la iglesia cristiana “maranatha” de Venezuela, lamentó que la gente «se multiplique y luego busque la bendición de Dios». Citó varias lecturas bíblicas y finalmente terminó diciendo: «Las relaciones sexuales dentro del matrimonio santifican a la pareja». Y agregó un bono para quienes lo hagan: «Minimizan las tentaciones fuera del matrimonio». Minimizan, dijo.

cita4El judaísmo, por su parte, y según expresó el rabino Eitan Weisman, también en la UCV, ve la sexualidad como una «herramienta» para hacer más fuerte la relación de los cónyuges. El Islam se cura de esto prohibiendo, de entrada, el noviazgo. Al menos los hombres musulmanes son compensados por el tiempo de espera. Según recordó el representante del Colegio Islámico de Venezuela, el “imán” Saied Eissa, a ellos se les permite tener hasta cuatro esposas, en matrimonios que son arreglados por los padres. Se adelantó rápidamente a las críticas: “A nosotros se nos permite casar con cuatro mujeres, pero los venezolanos tienen más de siete”. Está claro.

La edad mínima para contraer legalmente matrimonio en Venezuela es 16 años, para ambos géneros. Así lo estableció la sala constitucional del Tribunal Supremo de Justicia en octubre de 2014. Sin embargo, de acuerdo con la data mundial de matrimonios de 2015, de la Organización de las Naciones Unidas, en el país la gente se casa, normalmente, entre los 30 y los 40 años. Esperar hasta ese momento, sin tener relaciones sexuales, es contra natura. Desde la medicina, Fernando Bianco explica que el ser humano es activo sexualmente «desde chiquitito», y que nace y muere con una condición: responder a los estímulos. «Lo que pasa es que (desde la religión) se espera que tú puedas dominar tu condición humana».

El sexólogo reconoce que hay quienes «a punta de religión y de rezos» han logrado «parar al cuerpo». Aquí entran en escena la virginidad, el celibato y la castidad. La escritora venezolana libanesa –de raíces cristianas y musulmanas– Vivian Sleiman, autora del polémico bestseller nacional Virgen a los treinta, presumió de su éxito en la materia. Como ella, los representantes de algunas iglesias que practican el celibato.

«Soy hombre completo y, sin embargo, me consagro completamente a Dios», expresó el padre Vinke. «El hecho de que (los sacerdotes y las monjas católicas) no seamos casados, nos abre al servicio incondicional. No pudiese hacer ni la tercera parte de las cosas que hago si estuviera casado», agregó.

Buda, según recordó la monja Marina Tirado, también esperaba el celibato de sus discípulos, pero las cosas han cambiado con el tiempo: «En el budismo hay monjes célibes; pero, en Japón, desde hace cientos de años, desapareció el celibato monástico. Solo en los retiros está prohibida la actividad sexual».

El reverendo David Daniel, de la iglesia anglicana, lleva 21 años “felizmente casado” y “vive la castidad” dentro de su matrimonio. Para ello, dice, se apoya en el Cantar de los cantares, uno de los libros de la Biblia.

cita3Reprimir el deseo sexual, no obstante, tiene sus consecuencias. «Si tú no alivias esa tensión, puedes llegar a tener dolores en la espalda, puedes llegar a tener alteraciones en el humor, sentir que aquello no es para ti, que para qué te metiste en eso», asegura Bianco.

Entre dos, sin inventar

Ana es católica. Fue bautizada por sus padres, hizo la primera comunión y después se confirmó. Creció en un hogar católico, se formó en una escuela católica, va a misa frecuentemente, cree en Dios, Jesús, la Virgen María, los ángeles y los santos. También reza mucho. Desde que se fue a vivir fuera de Venezuela, a los Estados Unidos, ha tenido la oportunidad de conocer a hombres que practican otras religiones y de relacionarse con ellos. Sexualmente.

Un musulmán y un judío ortodoxo han sido sus últimas parejas. Antes de eso, solo había estado con católicos. «El musulmán era muy reprimido porque seguía su religión (…) decía que le pasaban cosas malas si tenía sexo», cuenta. Raen, un musulmán converso, explica que si tiene relaciones sexuales con una mujer no musulmana, “el deber, como manda la ley y el Corán, es aplicarle todo lo que ella necesite y requiera (…) siguiendo métodos que en una mujer musulmana no siguiese como el sexo anal o sexo bajo los días de la menstruación. En ese punto el hombre musulmán no estaría pecando ni errando”.

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Ahora, la cosa es distinta con una mujer musulmana. “Tendrán que estar casados, en primer lugar”, advierte Raen. Esto puede ser por un matrimonio “formal, permanente”, o por un matrimonio “de acuerdo mutuo por un tiempo corto”. “Durante el coito y todo el preludio que requiere el acto sexual, bajo las leyes islámicas, si hay masturbación, ella debe masturbar al hombre y el hombre a ella no a sí mismos (…) pero al final, si las reglas se rompen, para ser castigados por un juez, deberá uno de ellos atestiguar lo que hizo o cuatro personas como mínimo deberán verlos para atestiguar frente al juez y ser reprendidos”, acota.

En los Estados Unidos, Ana pasó de lidiar con una culpa, a lidiar con otra. Aunque su pareja judía es ortodoxa y, en teoría, no debería tener relaciones sexuales antes del matrimonio, desde hace varios meses ocurren. Al comienzo, el asunto fue: “él se sentía mal si teníamos sexo con condón”.

Su sentimiento respondía más a una cuestión de creencias que de placer. Y es el mismo motivo por el cual los judíos tampoco pueden masturbarse. Ana lo explica como se lo explicaron a ella: “Supuestamente la gente está aquí en la Tierra para cumplir con un objetivo, cada quien tiene su ciclo. Al masturbarte o al tener sexo con condones terminas muchos ciclos que no empezaron, puede ser que ese espermatozoide iba a procrear al futuro esposo de una mujer, así que a su vez estás rompiendo el ciclo de esa mujer que nunca conoció a su esposo. Pero no es nada más eso sino que esa persona no cumplió su objetivo, entonces en el futuro, cuando te mueras, te van a reclamar: ‘¿Por qué me hiciste esto?’”.

El documental de Ricardo Adler revela al mundo una información que hasta el año de estreno de la película se había compartido solo dentro de pequeños grupos del judaísmo: para alcanzar la intimidad verdadera, en esta religión, la pareja de casados debe tener relaciones en un cuarto oscuro, sin distracciones, estrictamente en la postura tradicional del misionero (esto es el hombre arriba y la mujer abajo). El fin último, ya sea para procrear o por placer, debe ser la eyaculación dentro del útero de la mujer. Los métodos anticonceptivos que no obstaculicen esto están permitidos. A diferencia de las otras religiones, en esta el hombre es quien debe complacer a la mujer. “No se busca una posición para disfrutar sino que va mucho más allá”, complementó el rabino Weisman en el Aula Magna de la UCV. Explicó que el amor judío se fija no solamente en el cuerpo del cónyuge sino en el alma del mismo.

Desde el hinduismo, Piyaranda acota: “Toda experiencia sexual debe llevar al amor y todo lo que uno hace en su vida debe llevar al amor. Si la experiencia sexual no lo está llevando al amor, entonces no está amando correctamente”. Su invitación resulta bastante atractiva: “Entrar en esa intimidad sexual sin miedo ni buscando los estándares, sino buscando el multiorgasmo”.

En el cristianismo, sin entrar en muchos detalles, el representante de la iglesia Maranatha dice que no existen, como tal, prohibiciones, pero agrega: “Nada tengo prohibido pero no todo me conviene ni me edifica”.cita2El budismo, por su parte, según la monja Tirado, consiste en transformar deseos sexuales  “insanos” en “sanos”. Estos últimos, dice, son sinónimo de la necesidad. Refiere tres “preceptos puros” que todo budista debería respetar, en este y otros temas: no hacer el mal, hacer el bien y ayudar a todos los seres. “No nos metemos en qué hacen de la puerta para adentro”, acotó.

En relación con estas prohibiciones, el doctor Fernando Bianco dice que una manera que tenía la religión para garantizar que los hombres y mujeres se reprodujeran era prohibiendo la sexualidad con uno mismo. Y, una vez dentro del matrimonio, para evitar la propagación de enfermedades venéreas, obligando a la fidelidad.

Hombre con mujer, mujer con hombre

Dice el capítulo 2 del libro del Génesis: “(…) Y Jehová Dios hizo caer un sueño profundo sobre Adán, y este se quedó dormido. Entonces tomó una de sus costillas y cerró la carne en su lugar; (…) y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer y la trajo al hombre (…) Y dijo Adán: Esta es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; esta será llamada Varona, porque del varón fue tomada”.

El pastor Campos asegura que al crear Dios al hombre “a su imagen y semejanza” lo hizo con el “propósito” de “fructificar” la tierra. “Los creó con distinción sexual. En la creación de Dios no hay intermedios”, asegura quien dice que Dios “ama al homosexual” mas no al “homosexualismo”. “El pecado está cuando se ejecuta el acto sexual entre homosexuales”, condena.

Desde el catolicismo, el padre Vinke se muestra esperanzado y dice: “Nos han hecho creer que la homosexualidad es definitiva e irreversible y no lo es”. El rey David, recordó, fue homosexual pero “evolucionó”.

Los judíos y musulmanes son un poco más radicales con este tema. El rabino Weisman refirió que la homosexualidad estaba “totalmente prohibida” en el judaísmo. “Entendemos que existe, hay quien la ve como una enfermedad, hay quien dice que es una condición de la persona, pero está prohibida según la ley (Torá)”. El representante del colegio islámico recordó que no solo la Biblia y la Torá lo prohíben, sino que el Corán también. “¿Qué hubiera pasado si Dios hubiera creado dos adanes o dos evas?”, cuestionó.

cita1El reverendo anglicano David Daniel, sin embargo, acotó que la iglesia anglicana episcopal tiene sacerdotes abiertamente homosexuales.

De acuerdo con datos publicados por el Instituto Nacional de Estadísticas en 2011, en Venezuela había, para ese año, entre 4.000 y 6.000 parejas del mismo sexo. La mayoría de las organizaciones nacionales e internacionales, al referirse a cifras sobre este tema, apuntan a que la cantidad de personas LGBTI está cerca de 10% de la población. En Venezuela, unas tres millones de personas.

Sobre este tema, el doctor Bianco dice: “Es la misma conducta. La variabilidad con que uno nace, producto del intercambio con el medio sociocultural, hace discriminaciones. Pero siempre sigues en el rango de lo fisiológico, de cómo estás construido para funcionar”. El médico sexólogo refiere que la respuesta sexual es igual en hombres y en mujeres. Lo que los diferencia, únicamente, es el aparato reproductor: “Pero desde el punto de vista de funcionamiento es igual: va a excitarse, va a mantener excitación, va a tener un orgasmo y todo vuelve a su nivel anterior”. Provenga el estímulo de quien provenga. “La sociedad te hace heterosexual u homosexual (…) Pero es la misma conducta (…) Siempre sigues en el rango de lo fisiológico, de cómo estás construido para funcionar”, insiste Bianco.

Independienteme de la religión que se practique, hay que ser muy creyente para cumplir los preceptos relacionados con sexualidad. “La religión es una doctrina donde la homosexualidad es un pecado; el autoejercicio de la función sexual, alias masturbación, es pecado”, acota Bianco. Propone una solución a este dilema, aunque los resultados no sean del todo positivos: “El ‘para qué’ (yo me voy a acostar o no con alguien) es curativo frente al ejercicio religioso. Si yo tengo una doctrina religiosa y me voy a comportar de acuerdo con la religión, yo tengo un ‘para qué’: cumplir con las normas. Ahora, ¿el cumplimiento de las normas me puede traer problemas a mi fisiología y enfermarme? Sí”.

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