Investigación

Gabriela Fernández: presa la reina del Capo "El Loco Barrera"

Gabriela Fernández nunca pensó que su exuberancia la llevaría a una cárcel. Aunque niega cualquier conexión con el que fuera el narcotraficante más buscado en los últimos 15 años, Daniel Barrera Barrera, un tribunal la ha condenado a ocho años y ocho meses de prisión. Su delito, según ella, fue haber creído en la "bondad de los desconocidos"

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Composición de portada: Víctor Amaya
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Érase una vez una niña que soñaba con diademas, brillantes y reverencias. Bajo el sol ardiente de Maracaibo no solo espigaría su talle de sílfide sino también su ambición de ser reina. De pelo negro, largo y liso —que a manera de manto arropa sus finos hombros— aprendió a coquetear entre elglamoury la precariedad, entre la fantasía y la realidad. Sus padres, Marleni Ocando y Julio Fernández, desde su nacimiento, ese 26 de junio de 1986, se envanecerían de su belleza y de esos delicados gestos que escarcharían con cierto brillo aristocrático sus curvas de noble guajira. Lo que nunca presentirían, sin embargo, ni por una mínima rajita de duda, sería que, luego de 26 años, su retoño protagonizaría un escándalo de narcotráfico, cárceles y bochornos.

Así comenzó su historia de princesa Gabriela Fernández, mejor conocida como:“la narcomodelo”. Hoy, tras las rejas desde 2012 y por fin condenada a ocho años de cárcel, confina su llanto y arrostra la investigación penal que, de acuerdo a la causa número 46C-S- 847-12, del tribunal de primera instancia 45 de Control, le imputó los delitos: asociación para delinquir y legitimación de capitales. Desde su celda, en la que se encomienda a “La Chinita”, contempla a lo lejos aquellos días de glorias. En la cornucopia de sus recuerdos, se quedaron los tiempos de cuando la cortejaba una larga fila de ricos caballeros; cuando otros muchos la bañaban de regalos, joyas y halagos; cuando contoneaba, en un traje de baño verde, sus esculturales medidas 90, 62, 90, sobre el escenario delMiss Venezuela 2008, como la representante del estado Zulia.

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Desde que las voluptuosidades de Gabriela conquistaran los escenarios siempre desató habladurías y cuchicheos. “Cuando participó en el concurso se decía que salía con ‘El Potro’ Álvarez. La vi montarse en un Ferrari amarillo”, sisea desde las sombras del anonimato un especialista en maquillaje y pelo. “No. Ella fue novia de un alto ejecutivo de Venevisión, quien al parecer le regaló un carro. Además, Antonio Chambra, el dueño de tiendas Traki, era uno de sus patrocinantes”, masculla sin mucha alharaca una compañera que bailó con ella la célebre canción: “en una noche tan linda como esta”.

Ya fogueada y acostumbrada al qué dirán, hizo caso omiso a la pudicia y recato para darle paso a los 10 mil dólares que le ofreció la revista PlayBoy. Sin más velos que los pliegues de su piel, se mostró chinita, siempre pensando en su terruño, como Dios la trajo al mundo y desnudó frente a las cámaras el ramillete de mariposas que zumba sobre su nada poblado monte de Venus. “Fue muy profesional. Ella es desinhibida y le gusta su cuerpo. Por eso no lo oculta. Cuando hizo el trabajo, cumplió con los requisitos del Bloque de Armas: giras de medios, presentaciones y entrevistas”, rememora Alejandro Trémola, attaché de presse del grupo editorial.

Desataría más cotilleo por su participación en el video de Kelvim Escobar, La playa, en el que batiría sus caderas en fogosas coreografías —antes de que Diosa Canales en 2013 revelara que el bateador se estremece por micrófonos y muchachitos. También por haberse desposado con Luis Fernando Sosa, hermano del actor “El Coco Sosa”, ambos en el candelero político por postrar su credo al ras de Nicolás, el presidente. Según lenguaraces del corazón, el matrimonio fracasó por celos, problemas de lecho y traiciones. “Hubo muchos chismes de infidelidades de ambas partes. Terminaron en muy malos términos”, suelta Jennifer Miranda, directora de la revista Ronda. “A ella se le vio montada en aviones privados, con carteras y zapatos de última moda, con lujos que solo Carlota de Mónaco podría costear. Yo sí me pregunto ¿Cómo los pagó?”, emponzoña su veneno un periodista desde una cortina negra. Pero no fue sino hasta finales de 2012 cuando el nombre de Gabriela Fernández, como punto final de su boutade, se escapó de las páginas de farándula para brillar en las negras de “Sucesos”.

Era primero de octubre de 2012, a las 7:30 de la noche, en el estado Barinas, autopista José Antonio Páez, las sirenas de la policía emboscaron a Gabriela, que conducía una camioneta Ford, modelo Explorer. Sumida en la intriga, se paró a la vera de un módulo fijo de seguridad vial de la Guardia Nacional. Junto a su hijito, entonces tenía un año, y dos amigos, fue enviada al Destacamento de Seguridad Urbana de Barinas, donde finalmente un uniformado verde le leyó sus derechos y le informó que, desde ese momento, quedaba detenida por supuestas conexiones con Daniel Barrera Barrera, harto conocido en los mercados de la cocaína como “El Loco Barrera”, nada más y nada menos que el narcotraficante colombiano más buscado en los últimos 15 años por la CIA, DEA e INTERPOL, difusión roja N A-29955-2010, quien el 18 de septiembre de ese año había sido capturado en Táchira. Con su detención cayeron todas sus barajitas, entre ellas Gabriela. Este sería el punto de partida de su viacrucis. Desde ese día, colgó su traje de fama y abandonó sus camerinos de luces y lacas para aposentarse en otros de umbría y soledad: los calabozos del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN).

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Soberbio, como un castillo medieval, el Helicoide alza su seguridad y custodia las celdas del SEBIN. Adentro de sus atalayas, un pequeño ejército de esbirros, ensimismado en su antipatía, recibe las visitas sabatinas de los presos. Luego de una ringlera de preguntas y de la requisa obligatoria, este periodista logró pasar sus paredes de hierro en 2013. Al cruzar, en la galería del primer piso, una puerta a la derecha se abrió: allí estaba Gabriela, vestida de bluyín y franela blanca. Con una sonrisa cuyo esplendor reverberó en la cara de su interlocutor. Después de cinco minutos de besos y chácharas introductorias, un cancerbero irrumpió: “Señor, por favor salga. No puede estar acá. Usted sabe el porqué”. Chito.

“Desde su Audiencia de Presentación, celebrada el tres de octubre de 2012, el Ministerio Público, representado por los fiscales Ana Ysabel Hernández, Jeimy Duque y Katerina Corona, no tiene elementos probatorios que inculpen a Gabriela. Lo único que la incrimina son las declaraciones de dos mujeres que, al parecer, eran mantenidas por Daniel Barrera. Se llaman Mariana Rodríguez y Yaritza Conde. Ellas aseguran haber visto a mi representada en una casa de La Lagunita que perteneció al narco y que ahora está incautada por la Oficina Nacional Antidrogas (ONA). De acuerdo a la Ley Orgánica de Delincuencia Organizada y Financiamiento al Terrorismo, en sus artículos 35 y 37, para que haya legitimación de capitales una persona debe poseer o ser propietario de bienes, fondos, haberes y beneficios provenientes directa o indirectamente de una actividad ilícita. Además, la persona debe tener conocimiento que dichas actividades son ilegales. En el caso de Gabriela no se cumplen las máximas jurídicas. Ella no tiene bienes, para ese momento solo una cuenta con 48 mil bolívares. Los fiscales no hallaron al menos una transferencia o un cheque que haga presumir que su dinero proviene del narcotráfico”, argumentaba sus razones penales el abogado defensor Leonardo Bolívar. Y remataba: “su mala suerte está en haber conocido a un hombre en un centro comercial en Punto Fijo con el nombre de Fernando. ¿Cómo iba a imaginar que resultaría el narco más importante de las últimas décadas?”.

“Conocí a Fernando en mayo porque vendo todo tipo de línea blanca (…) y yo estaba en el Centro Comercial Paraguaná Mall (…) Yo al señor Fernando lo vi como seis veces y fue mucho y él me invitó un refresco y él me preguntó cuánto costaba un teléfono que estaba allí en la vitrina, yo le dije el precio y luego compró el teléfono y me lo regaló (…) le di mi número, pero él no me dio su número porque me dijo que las mujeres eran celosas (…) es un señor carismático (…) sencillo que no le da pena comerse un perro caliente, ósea (sic) ni me imaginaba que era él, es más yo no tengo nada que ver, él no se parece al (…) que mencionan en internet. Fernando me dijo que era ganadero, que tenía vacas”, reza en tropelías la declaración de Gabriela en la Audiencia de Presentación. Desde entonces, ha estado en la cresta de la ola. Dimes y diretes la adornan. Un corro, para ella de infamia, la rodea: que si colmaba de besos y cariñitos a “El Loco Barrera”, que si fue su testaferro, que si recibió una gran cantidad para comprarse una posada en Tucacas… Y pare de contar.

“Han querido implicar a mi defendida por la compra de unos terrenos que ella hizo en Tucacas. El asunto es muy fácil de explicar y, por consiguiente, resolver. En marzo de 2012, Fernández ya tenía comprador de su apartamento de La Boyera. El documento de venta se firmó en mayo, por un monto de un millón 200 mil bolívares. Los terrenos los adquirió por un millón 300”, descompone Bolívar los intríngulis del negocio. “Yo hago ese cheque de comprar mi casa en Tucacas de mi cuenta Banesco y desde el mes de marzo pensé invertir el dinero de mi apartamento en (…) Estados Unidos (…) y hasta pensé montar una peluquería (…) y el señor me la vende como casa y yo no tenía para pagar la cantidad de 1.300, y yo le dije que la iba a pagar poco a poco (…) manejo mucho efectivo y tengo cómo probar que mi dinero es lícito”, sacaba cálculos Gabriela en su declaración.

Sus representantes, sin embargo, procuraban demostrar que cada una de sus cuentas, dos en Banesco, una en Mercantil, otra en el Banco Occidental de Descuento, tejían movimientos transparentes. Exigieron, asimismo, su revisión ante el Superintendencia de las Instituciones del Sector Bancario de Venezuela (SUDEBAN). La Fiscalía, por su parte, en la Acusación, refrendó: “se evidencia que la imputada de auto ha manejado importantes cifras a través de varias instituciones (…). Destacándose los montos manejados a través de Banesco Banco Universal. Siendo importante señalar que estas altas sumas de dinero se han hecho efectivas en los estados Aragua, Carabobo, Distrito Capital, Falcón, Mérida, Miranda, Táchira y Zulia. No justificándose el origen de los mismos”. Incluso, solicitó la juramentación de un experto de la Unidad de Inteligencia Financiera con el propósito de estudiar el patrimonio de la acusada. El funcionario brilló por su ausencia.

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La defensa no dejaba de preguntarse ¿dónde reposaban los bienes legitimados? ¿Cuáles son las pruebas que determinaban que ella formaba parte o no del complejo organigrama de Barrera? ¿Y cómo constataron que la casa de Tucacas fue comprada con dinero de “El Loco”? “Gabriela es una figura pública, que tiene seguidores en Facebook y Twitter y en una ocasión le pagaron por una revista Play Boy(…). Aparte, salía con un ejecutivo de un canal que le compraba de todo y que ese dinero era de su trabajo lícito, y también le daba regalos un empresario súper conocido que hasta le regaló un carro, y solo por esto se va a decir que ella pertenece a ese organigrama delictual (…) es obvio que ha tenido enamorados empresarios con mucho dinero”, sostiene el expediente.

Mientras el litigio discurría, la infanta en su castillo cantaba sus súplicas y oraciones. Acobijada en su fe y determinación, juraba en sus treces que saldría bien librada. Sí, siempre fue segura de sí misma. “Cuando terminamos la sesión de fotos del Miss, ella se me acercó para ver algunas tomas. Entre juegos me dijo: ‘¿Verdad que soy demasiado bella?’. Siempre me gustó su confianza, aunque a veces rayara en soberbia”, suscribe Iván Dumont, fotógrafo. “Es que creía que se las sabía todas. En uno de los ensayos del openning del certamen, ella no quiso ponerse los tacones. Joaquín Riviera al verla la regañó. La chaperona de ese año, una tal Meche, le prometió a Joaquín que ella se lo había advertido. Bueno, salió corriendo a buscar sus zapatos. Al momento de entregárselos se tropezó con un cable en el piso, que hizo un chispazo. Gabriela se los arrebató de las manos y le dijo: ‘Ojalá te electrocutéis mardita’”. Unos días más tarde, el 10 de septiembre de 2008, ella cabalgaría a mujeriegas, como una amazona, sobre las pasarelas del Miss Venezuela. Mala suerte, no llegó ni al cuadro de las 10 finalistas. No se alzó soberana de la belleza criolla. Cuatro años después, sin embargo, los titulares de la prensa al fin la coronarían. Sería: “la reina del Capo”.

Este artículo fue publicado en mayo de 2013. La investigación, declaraciones y expedientes corresponden a esa fecha. El martes 9 de agosto de 2016, Fernández fue condenada a ocho años de cárcel por el delito de legitimación de capitales.

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